'Las vidas de Sing Sing', la revelación de una masculinidad diferente
La película de Greg Kwedar, protagonizada por Colman Domingo y por presos de la cárcel de máxima seguridad, revela la vulnerabilidad masculina, se carga el estereotipo del preso negro americano que ha creado el cine y reivindica el poder del colectivo. Presente en Seminci, es una de las favoritas en los Oscar.
Madrid-
En Sing Sing, unas de las cárceles de máxima seguridad de EEUU, un grupo de presos que participaba en un programa de teatro (Rehabilitation Through the Arts: Prison Arts Programs) estrenó en 2005 Breakin' the Mummy's Code, una obra que había escrito para ellos Brent Buell. Lo que ocurrió entre bambalinas entonces es ahora Las vidas de Sing Sing, una película de Greg Kwedar protagonizada por Colman Domingo que está entre las grandes favoritas de los Oscar.
Rodada en una cárcel, aunque no en la auténtica Sing Sing, en solo 19 días, y con la participación de muchos de los presos que participaron realmente en aquel programa, la película de Greg Kwedar es una lección de honestidad que pisotea el estereotipo que históricamente ha presentado el cine de los presos negros norteamericanos.
Aquí, la vulnerabilidad es el rasgo que define a estos hombres, seres humanos que crecen con el poder transformador del teatro. Todo el equipo que ha trabajado en este proyecto es dueño de la película y ha cobrado el mismo salario.
Clarence Maclin y John Divine G Whitfield, dos presos del programa de Sing Sing, han participado, además, en la creación de la historia y el primero es uno de los actores más destacados del filme. Colman Domingo, uno de los nombres que suenan con más fuerza para los Oscar, da vida al segundo en esta ficción, una de las producciones con mejores críticas en EEUU este año. Las vidas de Sing Sing ya ha ganado tres premios Gotham, los de protagonista, interpretación de reparto y el Premio Tributo a la Justicia Social, y el premio al mejor guion adaptado de la Asociación de Críticos Norteamericanos. Colman Domingo está nominado a los Globos en Oro.
Los personajes son hombres condenados por delitos graves que aprenden a expresar sus emociones públicamente ¿es una oda al poder transformados del teatro, de la cultura?
Sin duda. Es una historia de ese poder que tiene el arte, pero he de decir que no ha sido eso lo que más sorprende de la película. Lo más sorprendente es que estos hombres son los hombres más vulnerables que he conocido en mi vida. Y en la película simplemente estaba captando algo que ya existía. Ese es el poder de lo que esa comunidad puede ofrecer, la transformación que había ocurrido.
¿Cuánto hay en la película de intención de querer reivindicar ese poder del colectivo, del grupo?
Forma parte del ADN del proyecto, es interesante ver no solo cómo funciona este grupo desde dentro, también es importante decir que la cárcel es uno de los lugares más segregados que hay en el mundo, donde hay muy poca integración, donde nadie se sienta en las mismas mesas… pero cuando entras en ese teatro y se cierran esas puertas, la gente deja todo eso a un lado y pueden empezar a saludarse como seres humanos.
¿Y la intención de la película es derribar prejuicios y mostrar a esos seres humanos?
Sí. Yo creo que es muy importante no perder el tiempo intentando definir a alguien en función de un momento de su vida o de una identidad fija, porque la identidad está en constante evolución. Cuando eso se consigue, nace en todos la capacidad de aprendizaje, de crecimiento… muchas posibilidades.
¿La manera de funcionar de ese grupo de teatro influyó en la forma de trabajar del equipo de la película?
Sí. Quería reflejar ese proceso que veíamos en cada nivel fundamental de la producción. En el equipo estamos en un mismo plano desde las estrellas y yo mismo hasta la ayudante de producción. Todos somos dueños de la película y la narración de la historia se hizo de una forma muy democrática, la gente podía aportar sus ideas, podía contribuir a lo que al final se iba a ver. Todos sintieron la libertad de compartir parte de su vida, sus historias, y todos lo abrazamos y lo llevamos al proyecto. Así, la comunidad es el epicentro mismo de la película.
¿Todos valen lo mismo, pues, en el proceso de creación de la película?
Sí, esta forma de trabajar como colectivo dice que todos tenemos el mismo valor y que la única variable es el tiempo dedicado al proyecto por cada uno de nosotros. Se trata de crear una cultura donde las mejores ideas pueden surgir. Lo más importante es este grupo de hombres, que estuvieron presos y que comparten sus propias experiencias, son literalmente dueños de su propia historia.
¿Qué aportan a la película estos actores?
Forman parte de lo que hace que la película sea tan especial, esa alquimia entre los actores como Colman Domingo y el resto. Dentro del ambiente de la película, ellos también tienen mucho que aportar en cuanto a sus propias experiencias. Hay cosas que nos contaban que yo nunca habría podido escribir, solo podían hacerlo ellos, porque lo han vivido. Ellos son los que llevan todo a un plano trascendental. Algunos de los actores llevaban fuera de la cárcel ya más de diez años, otros seis meses… y volver ahí después, voluntariamente, fue duro, pero para ellos el proyecto era más grande que las posibles incomodidades. Además, ellos se sienten orgullosos de este programa de teatro. Volver ha sido una especie de reunión con sus hermanos.
¿Podría decirse que su película es un retrato de la masculinidad?
La masculinidad nunca ha sido definida plenamente en el pasado. Hay muchas ideas falsas sobre lo que significa ser masculino. Dentro de nosotros hay ternura, una necesidad de que se nos vea de verdad, de que se nos quiera. Hay que derribar la primera idea para revelar lo que es la verdadera masculinidad, que yo no la veo como fragilidad. Para mí, la vulnerabilidad es una fuerza enorme.
Usted presenta unos personajes que cambian radicalmente respecto de los referentes que habitualmente ha presentado el cine de presos negros en las cárceles americanas.
Por eso creo que es emocionante empezar a ver películas que no forman parte de esa convención. Esta es la historia de una comunidad, en la que hay mucho intercambio, que revela mucha honradez.
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