"El catalán de antes era mucho más rico que el de ahora"
Gemma Ventura Farré (El Vendrell, 1990) es escritora, periodista en la revista digital de cultura Catorze y autora de la novela La llei de l'hivern, ganadora del premio Josep Pla 2023. Conversamos con ella en uno de los despachos del Palau Robert, en el marco del ciclo de entrevistas "En català, molt per llegir, molt per escoltar, molt per gaudir", una iniciativa realizada por Público con la colaboración de la Generalitat de Catalunya.
Barcelona--Actualizado a
Antes de dedicarte al periodismo y a la escritura, fuiste maestra de primaria. Cuando te licenciaste, ¿pensabas que algún día ganarías un premio como el Josep Pla?
No, que ganaría un premio no, pero que escribiría, sí. Escribir ha sido el sueño de mi vida. Cuando estudié la carrera de magisterio lo veía imposible, porque yo escribía en libretas, en estos blogs de antes. Era una cosa casi para mí y para los cuatro que conocía. Incluso hacer entrevistas, dedicarme al periodismo, que es lo que he acabado haciendo en Catorze, eran dos sueños. Pensaba: "¿cómo lo harás si representa que eres maestra de primaria?".
Por suerte, los caminos de la vida son imprevisibles. Te dicen: "para llegar aquí tienes que pasar por este camino", pero mi caso es totalmente excepcional, porque he ido haciendo volteretas arriba y abajo.
¿Cómo fue este paso de la educación al periodismo? ¿Qué hizo clic?
Yo creo que fueron las ganas. Recuerdo que un día fui a la biblioteca de mi pueblo y empecé a mirar revistas y a enviar mails a directores de revistas. Tenía 20 años. Hice una entrevista a Espinàs, para una revista que se llama Què llegeixes? y entonces me apunté a un taller que hacía Eva Piquer en Catorze, que yo leía mucho, porque tenía este punto próximo y no elitista sobre el mundo de la cultura.
"Cuando intentaba comenzar la novela me hacía de censora"
Me apunté al taller, que eran cuatro tardes. Apenas acababa de hacer una sustitución de maestra, no tenía trabajo y ella me propuso publicar uno de los textos que había hecho. Yo aluciné y pensé que se había equivocado de persona.
Ese sentimiento de reconocimiento...
Con el siguiente también me lo dijo. A partir de aquí, de una forma mágica empecé a publicar textos y a hacer entrevistas en Catorze. Se convirtió en un trabajo. El primer texto se decía Vint-i-cinc, porque cumplía 25 años, por lo tanto, hace 7 que estoy trabajando de periodista.
¿Qué aprendizajes te has llevado del mundo de la educación al campo del periodismo?
Es muy parecido. Cuando haces de maestra a primaria tienes que enseñar, tienes que transmitir un saber de una forma muy sencilla a los niños, tienes que hacer que lo entiendan. Cuando ejerces de periodista también, tienes que coger un tema y hacer que aquello se entienda, tienes que comunicar de una forma sencilla y atractiva. Me dirigía a 25 niños, ahora me dirijo a personas que no sé quién son, pero hago lo mismo.
El proceso de explicar.
Sí, y de hacerlo atractivo. Lo que hago sobre todo en Catorze son arrebatos de curiosidad. Puedo entrevistar a un pastor o a un astrónomo. Lo hago por temas, a veces empiezo a pensar en el cerebro y en un neurólogo, o un psiquiatra, o, yo qué sé, Antònia Vicens, Enric Casasses... Para mí es una ventana muy grande alimentar la curiosidad y, como me gusta, es más fácil llegar a los otros.
¿Cómo fue el salto a la novela? ¿Lo sentiste como un abismo o fue un proceso natural?
Hacía mucho tiempo que lo quería hacer y que me lo negaba. He hecho muchos textos cortos para Catorze. Es muy curioso, cuando intentaba empezar me hacía de policía, de censora. Para mí escribir ha sido vencer una lucha contra mí misma porque me daba miedo, de tan grande que lo veía.
Lo que tuve que hacer fue viajar a Escocia yo sola. Allí todos los prejuicios y juicios que tenía se disolvieron y pude escribir lo que me salía: "deja la cabeza que vaya donde quiera". No quería hacer nada autobiográfico, sino ver hasta dónde llegaba la imaginación si la dejaba campar libre.
¿Cuál es tu proceso de escritura?
Es muy importante saber que cada escritor tiene una manera de escribir, porque a veces se hacen cursos o talleres donde explican cómo tienes que hacer la escaleta o los personajes. Bien, esto le funciona a una persona, pero quizás no a la de al lado. Quizás uno necesita diez años para hacerlo y quizás el otro escribe a chorro porque es su manera de hacer arte. No hay un método, es imposible. Imponer un método es contrario al arte.
"Todos somos escritores. Y lectores, pocos"
Lo que es importante es saber cuál es el tuyo, porque incluso hay un tiempo que escribes y otro que estás seco y no te sale nada. Por ejemplo, yo me siento ahora que estoy en este tiempo. Se asemeja mucho a la naturaleza: hay un tiempo en que las plantas florecen y un tiempo de reposo. Mi método es estar atenta. Hay un momento en que te vienen ideas de todas partes. Miras una persona y te fijas en los ojos o en la forma de andar y lo coges y lo añades. Te fijas en la manera de hablar de dos desconocidos, todo te entra, y, en cambio, hay un tiempo en que esto no pasa.
Cuando estás en una época provechosa, ¿qué haces? ¿Lo apuntas en una libreta, lo guardas, grabas un audio?
Tengo una libreta pequeña de cuadros donde voy apuntando ideas. Algunas sirven, otras no, porque cuando te pones a escribir todo lo que habías pensado desaparece y parece que empieces de cero. Es un espacio inseguro. Con los que tienen claro todo lo que pasará no hay ningún tipo de riesgo. A veces incluso siento un poco de envidia y digo "qué claro que es este camino". A mi manera, escribes para descubrir y a veces sientes miedo porque no sabes dónde estás yendo. Tengo la teoría de que esto es parecido al carácter. Yo no necesito saber dónde viviré el año que viene.
El hecho de no tenerlo todo cuadriculado te permite jugar con la imaginación o ver cómo algo que tenías planteado acaba de otro modo.
Me interesa mucho la sorpresa. Si lo tienes todo controlado, igual que la vida, no dejas espacio para la sorpresa. En la vida y en la escritura se tiene que dejar margen al misterio.
¿Siempre has escrito en catalán? ¿Es una decisión consciente o es la forma más natural en la que te nace?
No lo he elegido. Lo hablo con toda la familia, es mi lengua, con los amigos, con todo el mundo. Diría que no hablo castellano con nadie. Si yo ahora probara de escribir en castellano, sería un esfuerzo doble o triple, porque no me sale de una manera natural. Es como escribir en inglés. Por lo tanto, sería una forma de arquitectura para mí.
En esta línea, ¿hay algún rasgo de la lengua familiar que te hayas llevado a la novela?
Sí. Pienso que el catalán de antes era mucho más rico que el de ahora. El catalán se ha ido empobreciendo porque tenemos el castellano al lado, porque nos comunicamos por WhatsApp y antes se hablaba mucho más. En este libro he incorporado palabras que escucho de mi abuela. Mis abuelos son de pueblos muy pequeños de Catalunya, de Vallclara y de Sallent. Hay palabras que ahora ya no se usan y que para mí son una forma de absoluta riqueza.
¿Cómo valorarías la escena literaria actual en Catalunya?
Hay una cosa que es evidente: se escribe más que se lee. Todos somos escritores. Y de lectores, poquitos. Pero creo que hay muchas voces y estilos diferentes. También hay editoriales que están cuidando autores pasados. Por ejemplo, Club Editor ha vuelto a sacar Jardí vora el mar. O traducciones de autores extranjeros al catalán. Pienso que se hace muy buena trabajo, pero que tenemos esta manía de cargárnoslo todo y de publicar mucho… Pero hay una parte buena, si no se publicara tanto, habría muchos libros que no tendríamos.
¿Qué quieres decir con "todos somos escritores"?
Puedes escribir un libro y autopublicarlo.
¿Pero es una cosa positiva?
Es complicado. Si yo he escrito un libro, ¿con qué derecho digo que los otros no lo pueden hacer? Solo digo que publicar un libro es fácil, otra cosa es que esté bien. Al final la forma de saber si un libro es bueno o no, es el tiempo. De las novedades leo muy pocas, leo libros de hace 100 años. Han aguantado todo este tiempo en esta industria que no para de publicar.
Hablando de libros, pero también de soledad, que es uno de los temas estrella de tu novela. Hay un artículo en 'Catorze' donde dices que no la ves "ni como un enemigo ni como una forma de coraje", sino "que es una necesidad, porque da espacio y tiempo a los pensamientos". ¿Crees que con el discurso actual de los cuidados y la autoestima, vivimos con más normalidad la soledad? ¿O todavía hay un estigma?
En este discurso a veces veo un vacío. Vivimos en una época en la que hay muchas teorías sobre las cosas, pero ¿cómo las ponemos en práctica? Para mí la libertad es cambiar el significado de las palabras. A veces dicen "estás sola". ¿Qué quiere decir esto? Que no tengo ninguna persona a mi lado. Pero es mentira, porque no me siento sola.
"Hay palabras que ya no se usan y que para mí son una forma de absoluta riqueza"
Te puedes sentir acompañado de muchas maneras: de un paisaje, del mar, de unos pájaros, de una canción, de unos desconocidos. Si solo dependieras de tener a alguien a tu lado, para mí esto es una forma de pobreza, me da pena. Igual que hay personas que les da pena que viva sola. ¡Pues yo estoy superbién! Se tiene que respetar que la felicidad es particular. Hay muchas maneras de entender y de vivir la libertad y la belleza. Dicen: "la belleza es este jardín que está ordenado". Quizás para mí la belleza es un jardín donde todo crece a su manera. Nos hacen ver todo de una determinada manera y tenemos que vigilar con esto.
En este mismo texto, decías que hay un momento en que subes a la montaña, un momento de soledad en que desconectas del móvil, de Twitter, Instagram, Facebook y WhatsApp. Dices: "porque me da rabia ver como de adicta estoy, y el tiempo que paso mirando tonterías y creyéndome chorradas". ¿Cómo llevas el tema de las redes sociales?
Lo volveré a hacer este año. Pienso que es una adicción, somos yonquis del móvil. Lo miro cada día, como cuando fumas. Estás mirando y piensas "¿qué estoy mirando?". El otro día me salió una chica que publicaba una foto de una ensalada que se había hecho hace un año. ¿Por qué lo miro? ¿A mí qué me importa? Así de absurdo es. Lo único que tenemos en la vida es tiempo, que no sabes cuánto dura.
¿Necesitas apagar el móvil para crear?
Cuando estuve en Escocia apagué el móvil y me vino la estúpida idea de que la gente me estaba llamando y de que había urgencias. Lo apagas y los sentidos se despiertan. De golpe, escuchaba mejor. Cosas que durante el día no veía, existían. Los sentidos funcionaban mucho mejor, porque el móvil los atrofia. Cuando éramos jóvenes, había cosas que hacíamos (yo, por ejemplo, iba a tocar la guitarra) porque estábamos aburridos. ¡Ahora si estás todo el día con el móvil no tienes tiempo a aburrirte!
Del aburrimiento nace la imaginación, ¿no?
Es muy importante. Cuando era maestra de primaria lo veía. Padres que quieren una agenda de empresario para los niños: fútbol, inglés… No tienen espacio para aburrirse. La creatividad nace del aburrimiento, es el espacio para hacer llevar la cabeza donde quieras. Recuerdo cuando era pequeña, somos seis hermanos y no me hacían ni caso, yo jugaba con una caja de puros de mi abuelo. La caja era la casa y los puros eran los niños. Es un juego que creé yo, nadie me dio instrucciones.
Ojalá pudiéramos apagar el móvil, desconectar y crear. Pero a veces es necesario, especialmente cuando entras en la industria editorial. ¿Cómo has vivido esto desde que ganaste el premio? ¿Sientes más presión?
Estoy muy tranquila. Al final una editorial es un negocio y lo que quieren es que el libro funcione. No me ha incomodado hacer entrevistas. Al contrario, como he hecho muchas, sé que es un trabajazo y solo siento gratitud. Igual que tener que pasear por Catalunya y hacer presentaciones en l'Escala, Olot, Solsona… Ha sido bonito. Es gente que te acoge, que te quiere. Un librero que ha dedicado tiempo a prepararlo, personas que salen de su casa para venir hacia ti. Estoy muy agradecida con todo lo que he vivido.
*Aquí pots llegir l'entrevista a Gemma Ventura en català.