Bob Pop: "Hay que tener muchísimo talento para escribir borracho y que te quede bien"
El periodista y escritor Roberto Enríquez reflexiona sobre los motivos que nos llevan al alcoholismo lúdico y social en el ensayo 'Como Las Grecas' (En Debate).
Madrid--Actualizado a
Escribía Suso de Toro que el alcoholismo es muy mala cosa, pero la borrachera es necesaria. La cita, parafraseada, quizás pertenece a Tic-tac, donde comentaba que el estado de embriaguez uniforma al obrero y al ejecutivo, en una suerte de igualitarismo etílico. Bob Pop lo dice de otro modo: "Emborracharse para mutar de estado y dejar de ser pobre. Solo borracho".
Roberto Enríquez (Madrid, 1971) ha escrito un libro sobre el arte y el desastre de beber —y sobre las salidas nocturnas como obra de arte—, donde trata de entender por qué bebemos tanto. De hecho, en el subtítulo de su breve ensayo Como Las Grecas (En Debate) se pregunta: ¿Por qué nos emborrachamos así? Para ofrecer una respuesta, bucea en un pasado de alta graduación e interroga a sus amigos entre copa y copa.
Insigne catedrático de la cultura pop pese a su insultante juventud, Bob Pop —nombre artístico del polifacético y entrañable periodista, escritor, locutor y guionista— investiga, acompañado por sus parejas, colegas, amantes y literatos de cabecera, "acerca de los motivos que nos llevan al alcoholismo lúdico y social". No a la dipsomanía de andar por casa, como advierte en el ensayo: "No hablo de alguien que bebe a solas" o "a escondidas".
"Porque eso ya es otro problema del que no me siento capacitado para escribir", deja claro en el libro, trufado de pasajes hilarantes, patéticos, brillantes, sinceros y sonrojantes, que trazan una autobiografía a calzón quitado que parte de su adolescencia. Por ello, nada mejor que precintar sus citas con unos signos de interrogación, aunque durante el empaquetado se nos ha olvidado alguna, que reproducimos al final de la entrevista.
"Nunca estamos más conectados que cuando bebemos en compañía".
Esa sensación comunitaria del alcohol nos hace sentir que estamos compartiendo algo, en el aquí y el ahora, que es irrepetible. Además, tiene que ver con la queja de los abstemios que se quejan de la presión social. Es verdad que los que bebemos ejercemos una presión social sobre los que no lo hacen durante un encuentro, porque si no beben nos rompen esa fraternidad que creemos haber creado, aunque sea ficticia. Yo siempre me imagino los estudios del alcohol como una nube protectora.
"Mi hermano pequeño se emborrachaba para fantasear [...] con que no estaba solo y alguien le hablaba en casa".
Fue una imagen que se me ocurrió hablando con él. Yo bebía para atreverme y que no me importara lo que pensaran los demás, mientras que mi hermano bebía desde adolescente para, cuando llegaba a casa y nadie le hacía caso, sentir que conversaba con alguien, aunque fuera con un espejo. Cuando nos preguntamos por las razones por las que bebemos, siempre se nos olvida que son muchas más de las que creemos. Para mucha gente, beber para ver doble es una contraindicación. Sin embargo, para otra es una bendición.
"De alguna forma, cuando bebes en grupo te inventas otra realidad".
Una realidad que es colectiva y que parece que conformamos entre todos. Me parece muy interesante cómo generamos esa ficción. Probablemente sea de las pocas cosas que todavía hacemos en comunidad y que hemos aprendido a disfrutar en comunidad dentro de un individualismo brutal.
Pese a que beber nos hace muy egoístas, creemos que estamos construyendo. Beber en grupo también provoca una sensación casi cinematográfica, como si alguien nos estuviera observando, grabando o coreografiando para establecer esa dinámica de grupo beodo.
"Beber nos ancla al presente [...], genera la sensación de que no hay futuro".
Si somos capaces de olvidarnos o de obviar la posibilidad de la resaca, que siempre va a estar ahí, cómo no vamos a ser capaces de olvidar todo lo demás que nos preocupa. Los miedos y las preocupaciones están relacionados con la expectativa y con el futuro. El alcohol, en cambio, nos ancla al momento, cuando solo importa el aquí y ahora.
Durante la presentación del libro en Barcelona, Belén Gopegui decía que mucha gente considera el alcohol un anestésico. Sin embargo, en muchos casos el alcohol potencia los sentidos. Al final, concluimos que el alcohol, además de anclarte en el presente, pone en marcha un mecanismo de control de ruido —del mundo de afuera—, de modo que no nos quita la sensibilidad, sino que nos enfoca en cosas muy precisas.
"Emborracharse para mutar de estado y dejar de ser pobre. Solo borracho".
La borrachera iguala en ese momento, pero luego nos encontramos con situaciones muy diferentes. Sin embargo, en ese momento la borrachera es casi democrática. Aunque en realidad no lo es, porque en función de tus condiciones materiales puedes permitirte cierto tipo de alcohol o sufres una resaca diferente, porque no es lo mismo la del champán que la del chinchón.
"Beber era la excusa para acercarnos mucho al amigo que nos gustaba".
Tanto yo como algunos amigos empezamos sobreactuando nuestras borracheras antes de llevarlas a cabo. Cuando descubrimos que el alcohol volvía a los machotes vulnerables y sensibles y nos permitía acercarnos físicamente sin recelos a los chicos que nos gustaban, aprendimos a simular unas curdas mayores de las que teníamos; y nos ayudaron a sentir cierto calor y no estar tan solos.
"Llegar borracho a la sauna me eximía de cualquier culpa. El alcohol como eximente o atenuante".
Tenía un novio en casa y yo llegaba a la sauna borracho, pero no era culpa mía, porque se me iba la mano con el alcohol. En el fondo, yo no bebía para ir a las saunas, sino para no tener la lucidez mental suficiente para plantearme que no tenía que volver con ese novio a mi casa o que debía echarlo. Durante muchos años preferí emborracharme para sentir que era el alcohol el que me llevaba a tugurios y a buscar sexo casual.
El alcohol tiene esa cosa de eximente y también de autoboicot, porque nos ayuda a no llevar a cabo acciones que solo pueden conducirnos a la frustración o a la melancolía.
¿Por qué el alcohol es una atenuante en casos de violación y una agravante en delitos de tráfico?
Es una reflexión interesante. Además, hay sentencias en la que se plantea que se ha intentado utilizar el alcohol como atenuante y se ha acabado convirtiendo en agravante, porque en realidad el alcohol no motivaba la comisión del delito, sino que se usaba como una forma de perder los controles autoimpuestos, con lo cual era una decisión propia de quien ejecutaba esa acción. Es decir, "no la voy solo a violar, sino que primero me emborracho y después la violo".
"Usamos tantas veces la bebida para permitirnos ser crueles que emborracharse constituye un acto de previolencia".
[En los casos de agresiones sexuales] ahí surge un problema: quien hace eso interpreta que cuando una mujer bebe está llevando a cabo un acto de preconsentimiento, porque considera que está ejecutando el mismo protocolo que él.
"Beber para quitarme la pena de no escuchar nunca te quiero".
Eso forma parte de una etapa de mi vida que afortunadamente ya pasó, porque ahora tengo la fortuna de escuchar mucho "te quiero". Pero bueno, supongo que nos ha pasado a todas en algún momento.
"Bebérselo todo hasta que nos llegue una vida de verdad, no un sucedáneo ni una simulación".
Ese beber mientras tanto... Durante mucho tiempo, tuve la sensación de hibernar en alcohol. Como lo que nos pasaba no parecía tan importante ni definitivo, tampoco hacía falta vivirlo sobrio. Luego uno se da cuenta de que estaba equivocado, porque nunca sabes si lo que te está pasando es importante o no.
En cambio, recuerdo unos años como de paréntesis, algo que tiene que ver con el alcohol, pero también con la edad. Conforme vamos cumpliendo años, nos vamos dando cuenta de que no existen los paréntesis. Como decía Gil de Biedma, "la vida iba en serio" todo el rato.
Sin embargo, en ciertos tiempos juveniles, incluso hasta los treinta —que para mí, vistos ahora, son juventud yeyé—, pensamos que hay años en los que puedes permitirte derrochar y malgastar un poco la vida. El alcohol ayuda mucho a eso, es decir, a mantener esa sensación de estar ahí aguardando, como si la vida fuera una sala de espera para la vida de verdad.
¿Y existe una vida de verdad?
A partir de un momento, te das cuenta de que toda la vida es de verdad. Hace bastantes años que tengo la sensación de que estoy viviendo la vida de verdad, donde cada momento es muy importante, me marca e incluso determina lo que va a suceder a continuación. La vida es de verdad sobre todo cuando cuentas la verdad y estableces relaciones de verdad. Es decir, nosotros también hacemos que la vida sea de verdad.
"Durante mucho tiempo viví para no estar en condiciones, para dispersar buenos augurios y evitar comprometerme. Para poner la venda antes que la herida".
Procrastinaba por el miedo a intentarlo o a fracasar. Siempre he tenido la sensación de que necesitaba un plan b en mi vida, de modo que —mientras hacía cosas que más o menos me satisfacían— en mi fantasía siempre había un plan b, que ahora mismo es la vida que tengo: escribir, hacer radio, trabajar en la tele...
Sin embargo, antes me planteaba: "Cuidado, porque si algún día se cumple el plan b, ¿cuál va a ser el plan c?". Y a partir de ahí no se me ocurrían más cosas... Bebía porque era la forma que tenía de poner la venda antes que la herida, y esa herida la desinfectaba con el alcohol que bebía.
"El alcohol es estéril. Las palabras del hombre dichas en la noche de la borrachera se desvanecen con ella tan pronto llega el día" (Marguerite Duras).
Su relación con el alcohol es espectacular. Marguerite Duras acuñó la frase que más me ha ayudado a escribir y a seguir escribiendo: "Escribir toda la vida enseña a escribir. No salva de nada". Una vez que digiero eso, me quito muchísima responsabilidad. Ella es muy buena quitándole peso a muchas cosas a las que les ponemos un peso innecesario.
"Hay machos letraheridos que piensan que beber como Hemingway, como Scott Fitzgerald o como Conrad los aproximará al enorme talento de sus maestros".
Exacto.
"Hay que escribir sobrio porque se trata de una tarea peligrosa".
Sí, señor, porque hay que tener muchísimo talento —que la mayoría no tenemos— para escribir borracho y que te quede bien. No hay nada más peligroso que un señor que se acerca y te dice: "Quien de verdad me gusta es Bukowski". Porque normalmente lo que le gusta de Bukowski no es lo literario, sino lo execrable del ser humano.
Sexo, alcohol y caída libre, por Bob Pop
"Bebemos hasta caer porque confiamos en tener a alguien que nos sostenga o porque sabemos que no hay nadie para sostenernos".
"Muchas veces, el alcohol es un sustituto del sexo, ¡qué coño el chocolate!"
"Beber también sirve para disponer de una buena póliza de seguro que os proteja el orgullo viril frente a una disfunción eréctil o gatillazo".
(Bob Pop, autor del ensayo Como Las Grecas)
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