Alana Portero: "No digo que el PSOE haya prendido la mecha de la transfobia, pero sí ha aportado parte del combustible"

Alana S. Portero, autora de la novela 'La mala costumbre' (Seix Barral)​​. © Jaime Llamas & Bárbara Lara

Madrid-Actualizado a

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San Blas, años ochenta. Paro y dos heroínas: el caballo y la bravura de las mujeres.

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Entonces, el PSOE recluta a líderes vecinales y, de una manera más o menos sutil, descabeza la lucha en los barrios, pero ganándose el voto de sus gentes.

¿Ha percibido una fagocitación política de la lucha social en tiempos más recientes?

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Una novela trans, pero también obrera. En este caso, no se atomizan las causas, pues usted también reivindica a la clase trabajadora.

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Tiene una pluma refinada y una voz poderosa, que resulta auténtica y verosímil, una de las virtudes de La mala costumbre.

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Había escrito poesía, pero ¿hay alguna novela previa guardada en el cajón?

La novela impactó en la Feria del Libro de Fráncfort y será traducida a once idiomas: ¿a qué atribuye el éxito?

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Da un salto de San Blas al centro y, concretamente, a su corazón, que sería Chueca. Describe un Madrid que el lector conoce, pero que con su trazo sencillo cobra otra forma, primero desde el descubrimiento y después desde la aceptación. Es decir, pese a los pesares, suscribe una declaración de amor a la ciudad.

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La protagonista sale de San Blas y deja atrás a sus padres. Una relación sin duda marcada por ellos, pero, sobre todo, por una sociedad impermeable a todo lo que no fuese hétero y macho. Y eso le provoca un sufrimiento que encoge el corazón.

Un amor mudo, ciego —porque a veces los padres no quieren ver—e incluso rudo, ya que no saben hacerlo de otra manera. ¿Eso ha cambiado? ¿También la aceptación de un hijo LGTBI+?

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De cría, ¿se sintió querida?

¿Y usted cuándo le puso nombre?

¿Cree que su novela debería ser leída en los centros educativos para que los jóvenes puedan entender a las personas trans?

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Precisamente, esta es una novela de aprendizaje, para la protagonista y para los lectores, que consigue eso: comprender a una niña que debe esconderse para sobrevivir, aunque ese encierro termine ahogándola.

De hecho, la novela podría interesarles a distintos tipos de lectores y lectoras, pues en el fondo es la vida a través de los ojos de una niña. Una visión terrible y fascinante a la vez.

El bus del galgo, todo un símbolo. En ese sentido, la novela está trufada de referencias a mitos y a personas LGTBI+, así como a iconos trans, que no dejan de ser otras diosas. ¿Los espejos son fundamentales?

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No es una novela autobiográfica, pero ¿cuánto ocupa o pesa la historia de su vida?

De hecho, durante el auge neonazi de los noventa, usted era muy joven.

¿Cómo explica la proliferación de neonazis en barrios obreros? ¿O precisamente por eso…?

¿Quién o qué es hoy la clase obrera? ¿El migrante, la empleada del hogar, el trabajador precario, la cuidadora...?

O un título, aunque no les dé de comer. Una educación, por cierto, que recibieron gracias a unos sacrificados padres que quizás ellos no les podrán dar a sus hijos.

No tuvo miedo a desnudarse en la novela, ¿pero temió que fuese interpretada como una autobiografía?

Precisamente, la exposición es uno de los fuertes de la novela.

¿Cómo ve la llegada de Vox a las instituciones?

¿Algunos tránsfobos y homófobos también llevan máscara?

Hay un episodio atroz que el lector puede presentir a medida que va pasando las páginas…

El centro de Madrid y el de otras ciudades parecen espacios amigables o seguros, pero ¿son en realidad un oasis o un espejismo? Sin ánimo de demonizar ni de tropezar en el prejuicio, ¿sería más realista una visión panorámica que alcanzase también los barrios y los pueblos?

¿Duelen más las hostias de los cabestros o las políticas tránsfobas?

¿Por qué han sido tan atacadas las políticas del Ministerio de Igualdad, incluso desde el Gobierno? ¿Ha fallado algo? ¿Quizás la comunicación?

A su juicio, una cuestión de egos.

​​A la postre, ha sido una disputa que ha fragmentado al movimiento feminista.

¿Lo achaca a una cuestión generacional?

¿Quiere decir que antes vivían más tranquilas?

La música es un flotador para la protagonista y usted invita a que la lectura sea acompañada con una lista de canciones en Spotify: un subidón festivo.

¿Y a usted la ha acompañado la música?

¿Y la literatura y las artes?

Tuvo que haber buceado a pulmón para encontrar ciertos pecios o tesoros, como Orlando, de Virginia Woolf, cuya representación teatral acaba de ser censurada por Vox en Valdemorillo.

Ha sido reconocida por el Ministerio de Igualdad con un premio Arcoíris "por la excelencia con la que da visibilidad a las mujeres trans en todo su trabajo y muy específicamente en su novela, La mala costumbre". Su discurso, dirigido "a ti, que me odias", ha impactado. Una oda a la resistencia.

La novela está colmada de referencias a mitos. Elija uno contemporáneo.

¡Cuántas maestras destinadas en pueblos tuvieron que vivir con sus tías, primas o cuidadoras!

Y la criada del cura.

¿Nueva novela a la vista? ¿Quién la protagonizará?

¿Con los pies en la tierra y ambientada en la época contemporánea?

Una referencia, en todo caso, reciente, porque tampoco hemos cambiado tanto desde los tiempos de Sócrates, cuando los jóvenes respondían a sus padres, tiranizaban a sus maestros y despreciaban la autoridad, que diría el filósofo.

De ahí a la latrinalia, esas pintadas en las paredes y las puertas de los baños de los bares, gasolineras y demás aseos públicos, que también remiten a tiempos pretéritos.

Henrique Mariño

Carballo, 1975. Periodista. Actualmente trabaja en el diario Público, donde escribe artículos, reportajes y entrevistas. Antes pasó por El Correo Gallego, Cadena COPE, Agencia EFE, La Voz de Galicia, El Mundo, Spain Gourmetour y ADN.es. También ha colaborado, entre otras publicaciones, con las revistas MAN, Números Rojos, DT, Táboa Redonda o Luzes.

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