Entrevista a Patricia de Lorenzo"Nuestras abuelas le cantaban al sexo, a la masturbación y al poliamor"
Madrid--Actualizado a
Patricia de Lorenzo (A Coruña, 1971) es una de las mejores actrices gallegas, pero siempre ha evitado dar el salto al audiovisual español. Lleva toda su vida siendo fiel a Chévere, la compañía santiaguesa que en 2014 recibió el Premio Nacional de Teatro por su espíritu crítico y su transgresión de géneros. Del 9 al 11 de junio representa en el Teatro del Barrio (Madrid) As fillas bravas, una obra protagonizada por tres señoras mayores —encarnadas por Mónica García, Arantza Villar y ella misma— que se empoderan a golpe de pandereta. Bajo una pátina de humor, toda una feminista declaración de intenciones: nuestras abuelas eran como reflejan las coplas populares que las actrices interpretan en escena, cuyas letras sugieren con sutileza lo que quizás no se imaginen sus nietas.
Detrás de la canción popular, un canto transgresor e insumiso.
Fillas bravas, además de hijas bravas, significa hijas de soltera, una forma peyorativa de referirse a ellas. Las protagonistas son tres señoras mayores del rural gallego que entran en escena para dar un recital y explicar lo que dicen sus coplas. Terminan estableciendo un diálogo con el público, que ve rasgos familiares en los personajes. Cuando termina el espectáculo, alguien siempre nos comenta: "Mi tía es igualita a ti". Porque sus discursos y sus caracteres son muy especiales e identificables por todos, tanto en Galicia como fuera.
Cuando abordamos el proyecto, descubrimos una realidad desconocida: las coplas tenían un significado aparente bajo el que se ocultaba otro. A través de esas piezas tradicionales, hoy podemos saber cómo eran las relaciones amorosas en aquel tiempo, cómo vivía la sexualidad la mujer del rural y otros muchos aspectos, porque hablaban sobre el sexo, la regla, la masturbación, el poliamor o la regla.
Y, de la misma manera que sucede con las letras de las coplas, bajo el humor de la obra teatral subyace la reivindicación.
As fillas bravas no es una parodia, sino un homenaje. Todos crecimos con Los Morancos y con Martes y Trece travestidos de señora, pero esto es otra cosa. Sí, hay transformación, porque gracias al trabajo de caracterización conseguimos aparentar muchos más años. Pero la mirada y el acento está en otro sitio.
Las mujeres mayores que asisten a la obra ven en nosotras a sus heroínas. Nunca habían sido protagonistas de nada y ahora, en el teatro, están arrasando. Los personajes hablan de las dificultades que tuvieron las mujeres del rural y de lo que aportaron para criar a sus hijos, para controlar la producción agroganadera o para conservar la lengua gallega, porque su labor fue fundamental a través de las coplas y la cultura oral. Por eso, As fillas bravas es un reconocimiento.
La mujer del campo aprovechaba ciertos espacios para manifestar su rebeldía. Y, sin duda, la música siempre ha sido uno de los mejores canales de expresión. Parece que la melodía era el salvoconducto de esas ansias de emancipación. O sea, que tal vez no podía decirse en voz alta, pero sí cantarse.
Exactamente. Y ellas lo sabían. Le dieron a las coplas una forma aparentemente no muy clara, pero diciendo una cosa se estaban refiriendo a otra. Y había un código tácito en el que todo el mundo sabía de lo que se trataba. Si hablaban de castañas o de uvas, lógicamente estaban hablando de sexo.
La simbología de las plantas, las flores, los frutos…
Por eso, aunque no lo parecían, eran canciones picantes. Hay muchas de muiñadas (reuniones de jóvenes en molinos con bailes, cantos y chácharas), porque en el molino pasaba lo que pasaba… Las coplas eran aprendidas de generación en generación y pasaban de madres a hijas. En su recuperación, agradecemos la colaboración de Mercedes Peón, quien nos dio una buena guía matriarcal, pues a lo largo de la historia no toda herencia ha sido de hombres a hombres; y de Carme Hermida, experta en coplas tradicionales, quien nos hizo una selección por temáticas que nos facilitó mucho el trabajo.
"La mujer que ama a dos hombres / no es tonta que es entendida / si se le apaga una vela / le queda otra encendida".
Las coplas dan pistas de cómo eran las cosas en su tiempo, porque nuestras abuelas respondían a lo que cantaban. No podemos ser ingenuas y pensar que las generaciones pasadas no disfrutaban... Sin embargo, eso nunca tuvo protagonismo, por eso nosotras decidimos llevarlo al escenario. Además de un homenaje con discurso, hablamos de teatro feminista con perspectiva de género.
Quizás la sociedad urbana tenga una percepción equivocada de la realidad cotidiana de aquellas mujeres rurales. Es decir, muchas veces tanto ellas como sus relaciones eran más naturales o modernas, por decirlo de algún modo, que en las más pacatas y represivas capitales de provincia, ¿no cree?
Totalmente de acuerdo. La hipocresía ha llevado a pensar que el rural era más atrasado. Hoy sufrimos una desconexión. Desconocemos el ayer y no sabemos de dónde venimos. Todo ha ido muy rápido, por lo que pretendemos que la gente del futuro conozca nuestro origen.
¿Fue más estigmatizada la madre soltera rural o urbana?
En el campo era un estigma. Muchas mujeres fueron señaladas y la vergüenza era terrible. De hecho, uno de los personajes reconoce que es la hija del cura, algo que hoy curiosamente escandaliza a la gente más joven. Pero entonces la vida era así. Y también recordamos que hay coplas que hablan de violaciones y de violencia machista.
Una obra de un formato menor que otras producciones de Chévere, pero que parece destinada a seguir siendo representada por todo el Estado.
Cuando produjimos el espectáculo, no nos planteamos si era grande o pequeño, aunque su éxito nos ha llevado a estrenar una segunda parte en Galicia, As fillas bravas e o mito de Casandra, que aborda el cambio climático. Nuestra motivación para llevar a cabo la obra que ahora presentamos en el Teatro del Barrio fue la necesidad de contar todo lo que comentaba antes. Y, para ello, solo necesitábamos en escena a tres mujeres con sus panderetas. El guion funciona tan bien que prescindimos de una escenografía compleja.
El peso está en el discurso y en cómo se plasma ese relato, lo que confiere más importancia al trabajo actoral, pues se trata de una propuesta muy desnuda y teatral. Luego, claro, las tres actrices teníamos que parecer unas señoras mayores, por lo que también fue fundamental la caracterización. Como sobre el escenario aparentamos más años, cuando el público nos ve tras finalizar el espectáculo, alucina con la transformación.
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