Madrid
Actualizado:Ignacio Tanco nació en Urnieta (Gipuzkoa) sabiendo que su futuro se hallaba más allá de la atmósfera terrestre. Con la mirada fija en galaxias, cuerpos celestes, satélites y todo aquello que narran las novelas de ciencia ficción, el vasco ha vivido por todo el globo persiguiendo su vocación. Hoy es coordinador del equipo de operaciones en la Agencia Espacial Europea (ESA), promotora de la misión Juice, una investigación orientada a explorar Júpiter y tres de sus lunas. ¿El objetivo? Conocer si se dan las condiciones necesarias para hallar vida joviana.
¿Siempre supiste a qué te querías dedicar?
Sí, la verdad es que cuando al final de la educación secundaria llegó el momento de elegir, yo tenía clarísimo que lo que más me tiraba era el espacio. Sabía que iba a ser una carrera técnica, que sería algún tipo de ingeniería, pero desde el principio yo me encontraba siempre muy atraído por temas de exploración espacial y demás, así que para mí era casi una vocación. Así que estudié Aerospace, o sea, ingeniería aeroespacial en Park, en Estados Unidos, y luego hice un máster en diseño de sistemas espaciales también en Estados Unidos.
¿Te inculcaron ese interés por el espacio a nivel familiar o surgió de manera autónoma?
Es una buena pregunta la verdad. Yo te diría que de alguna manera yo siempre he tenido la vocación. Si tuviese que decir algo que hizo mi familia, aunque no lo hizo de una manera consciente, es que mi padre era un forofo de la literatura de ciencia ficción. Entonces, desde pequeño yo veía por casa muchos libros de Arthur C. Clarke, de Asimov y de distintos autores de la época dorada de la ciencia ficción. También era la época en la que se sacaron los grandes clásicos de ciencia ficción como La guerra de las galaxias, E.T. y todo esto. Yo recuerdo que me impresionaba mucho ese universo y a lo mejor contribuyó a ponerme en esta dirección, pero, como te decía, creo que desde siempre he tenido una vocación.
¿Y cómo llegaste de España a Estados Unidos?
Al terminar los estudios en secundaria en España conseguí una beca para estudiar en Estados Unidos. Me gradué allí en el 96 y no tuve ningún problema, porque en aquel entonces el mercado también estaba muy activo y encontré trabajo incluso antes de graduarme. Llegó una persona de la compañía de Iridium, y dijo a toda la clase que todos los que quisiéramos trabajo estábamos contratados. Iridium fue la primera constelación de telecomunicaciones, que sigue operativa hoy en día.
Llegó Motorola y dijo a la clase que todos los que quisiéramos trabajo estábamos contratados
¿Cómo fue la vuelta de Estados Unidos a Europa?
Lo que pasó es que Iridium fue construida por Motorola y, aunque fue un gran éxito técnico, muy avanzado para su tiempo, comercialmente fue un fracaso, por lo que quebró en el 2000. A raíz de la quiebra, fue adquirida por el Gobierno de los Estados Unidos, lo que supuso que todos los que no éramos americanos y no teníamos un permiso para operar con sistemas secretos, nos teníamos que largar.
Fue un periodo un poco caótico. Yo aterricé desde Estados Unidos en Italia y mi pareja, que hoy en día ya es mi mujer, aterrizó en Alemania. En el 2001 intentamos volver a trabajar juntos. Ella estaba trabajando en la agencia espacial, por lo que me recomendó que buscase allí y efectivamente encontré empleo como ingeniero de operaciones en la sonda Rosetta. En el 2001, por tanto, me mudé a Alemania y aquí sigo.
Y ya sobre la misión espacial Juice, que es la que está ahora mismo en marcha, ¿cuál es el objetivo de la investigación?
Juice es un acrónimo que traducido del inglés viene a decir "la exploración de las lunas jovianas" y el objetivo de la misión es realizar un recorrido por las lunas heladas de Júpiter, que son las tres lunas que descubrió Galileo a principios del siglo XVII. Estas tres lunas son lugares de un altísimo interés científico, porque son los únicos sitios que conocemos en el sistema solar en los que puede haber océanos de agua en estado líquido en condiciones que, en teoría, podrían permitir la presencia de vida como la conocemos en la Tierra, o de manera similar.
Juice es la primera misión que va explícitamente a explorar esta cuestión en las tres lunas: Europa, Ganímedes y Calisto. Al final de la misión, la sonda entrará en órbita en torno a Ganímedes y bajará para hacer una exploración muy detallada de la superficie y de su estructura interna. Esperamos poder llegar a resolver el misterio de si se dan las condiciones para que haya procesos que pudiesen dar lugar a vida.
¿Se podría dar aunque sean satélites helados?
Lo que podemos ver a través de telescopios desde la Tierra es que la superficie está compuesta de una mezcla de roca y hielo. De hecho, en el caso de Europa parece que únicamente sea hielo, apenas hay cráteres y eso nos indica que algo ha tenido que borrarlos, porque ha tenido que sufrir impactos como los que hay en cualquier otra luna del sistema solar. En este caso, las superficies son muy jóvenes, es decir, parece ser que debajo del hielo hay algo que sigue saliendo, algún tipo de proceso por el cual se renueva el hielo en la superficie.
Eso sería una indicación de que puede haber océanos debajo de este hielo y, si los hay y son suficientemente profundos para llegar hasta la capa de roca que debería haber debajo, entonces significaría que existen sales en disolución. Si estas sales contienen los elementos químicos fundamentales en nuestro planeta para los procesos de vida, entonces se podrían dar las condiciones por las cuales, de igual manera que en la Tierra en su día, empezó la vida.
¿Y cuánto tiempo se necesitará para comprobarlo?
Ahora acabamos de lanzar el Ariane 5, que lleva la sonda. La llamada fase de crucero son casi ocho años. Esta fase es el tiempo que tardamos en llegar hasta Júpiter. En ese periodo lo que hacemos es visitar varios planetas del Sistema Solar: necesitamos a la Tierra y Venus, más por necesidad que por interés científico.
Esta fase de crucero se da porque la velocidad que nos da el cohete no es suficiente para alcanzar a Júpiter. Júpiter está lejos del Sol y necesitamos acelerar el satélite para llegar hasta él. Eso lo hacemos a través de una serie de maniobras de asistencia gravitacional en las cuales nos acercamos a los planetas y usamos la fuerza de gravedad del planeta para acelerar y ganar energía.
Esto nos va a llevar unos cuantos años. Esos ocho primeros años los pasamos básicamente acelerando el satélite a través de esas maniobras. Llegaremos a Júpiter en el 2031 y será solamente entonces cuando empiece la fase de ciencia. Haremos primero una maniobra de inserción orbital en torno a Júpiter, pero no dejaremos que su gravedad nos capture. Haremos un tour por Ganímedes, Europa y Calisto durante aproximadamente tres años y medio. Haremos 34 maniobras de acercamiento a las lunas para estudiarlas y, finalmente, haremos otra maniobra orbital en el 2034 para entrar en órbita alrededor de Ganímedes y estudiar su superficie de cerca.
Llegaremos a Júpiter en el año 2031 y será solamente entonces cuando empiece la fase de la ciencia
Lo que nos quede de combustible lo usaremos para mantener esa órbita hasta el final de misión. No sabemos cuánto tiempo podremos mantenerla porque dependerá mucho de cuánto hayamos gastado por el camino, pero en principio será como mínimo un año o un año y medio. Esperamos que sea posible extenderlo más allá.
¿Cuál es el papel que ejerces en toda esta misión?
El papel que yo he jugado hasta ahora es el de líder del equipo de operaciones. En el equipo de los ingenieros operamos el satélite y yo me encargo de gestionar dicho equipo. Planeamos todas las operaciones que van a ser ejecutadas en el satélite, preparamos los planes, nos encargamos de subir los comandos al satélite y luego monitorizamos la ejecución de estas operaciones. También descargamos la telemetría y nos aseguramos de que los sistemas de tierra están funcionando para que los científicos puedan acceder a los datos que llegan de la sonda. También nos coordinamos con los científicos. Básicamente, es un rol de gestión y de coordinación entre ingeniería y el lado científico.
¿Cómo fue la preparación para la misión?
Pues los últimos cuatro años los hemos pasado organizando el equipo, entrenándolo, y desarrollando todos los procesos y procedimientos que usamos para operar el satélite. El satélite es muy complejo y tenemos que aprender a usar todo el sistema durante el periodo previo al lanzamiento. El período culmina con lo que llamamos la campaña de simulación, que la acabamos de terminar justo en abril.
¿Y en qué consiste la campaña?
Es una serie de simulaciones en las cuales el equipo actúa como si estuviésemos en vuelo y hay un oficial de simulación que durante la campaña introduce fallos en distintos escenarios, cosas que podrían ir mal, y nosotros tenemos que responder a ello. Es un periodo muy duro, porque son simulaciones muy complicadas. Te ponen en situaciones al límite, pero es muy buen entrenamiento porque, aunque la realidad siempre nos sorprende, nos prepara para lo que pueda pasar.
¿Me podrías contar alguna anécdota sobre estas simulaciones?
Bueno, es un periodo de mucho estrés, pero tienes la relajación de que sabes que no está el satélite en riesgo. Aun así, te ponen realmente contra las cuerdas y no solamente con fallos técnicos o cosas que nunca te has parado a pensar. El oficial de simulación tiene un trabajo que es muy curioso, porque es a la vez ingeniero y psicólogo. Tiene que anticipar las reacciones del equipo, tiene que saber dónde están sus puntos débiles y tiene que saber empujar al equipo a situaciones para las cuales él sospecha que no están preparados.
Por poner un ejemplo, durante una de las simulaciones, a mí me sonó el teléfono mientras estábamos todos en la sala de control. Era el oficial de simulación, que me dijo que tenía que levantarme y salir ya de la habitación sin dar explicaciones a nadie. Era para obligar al equipo a hacer frente a una situación que venía después de un problema técnico sin que yo, el coordinador, estuviese ahí. Era simular que yo me ponía enfermo. Son cosas que nos sirven para aprender lecciones. De esta manera, en el lanzamiento ya estábamos listos para lo que pudiera pasar.
¿Cómo te sentiste después del lanzamiento?
Fue enormemente gratificante. Sobre todo sentimos un enorme alivio. Yo tengo dos hijos y es, salvando las distancias, casi como que te nazca un hijo, porque es a la vez una gran alegría, pero también un enorme alivio. Piensas que ya ha pasado lo peor y a partir de ahí más o menos ya sabes que tienes control sobre lo que va a suceder.
El cohete Ariane 5 se lanzó el 24 de abril. ¿Por qué se eligió esta fecha?
Por las trayectorias planetarias, que funcionan casi como el mecanismo de un reloj. Para llegar a Júpiter, conoces el final y el inicio, que es cuando el cohete alcanza la máxima velocidad. Nosotros sabíamos que podíamos obtener unos tres kilómetros por segundo de velocidad máxima y a partir de ahí empezamos a calcular.
Teníamos una ventana de lanzamiento que era muy reducida. Podíamos lanzarlo durante aproximadamente dos semanas ahora en abril y otras dos semanas luego en agosto de este año. Si lanzábamos en cualquiera de esas dos oportunidades, podríamos llegar en 2031 a Júpiter. Si hubiésemos esperado más o si lo hubiésemos intentado lanzar antes no hubiese sido posible llegar. Juice no podría haber acelerado para llegar a Júpiter y habríamos acabado dando vueltas en algún sitio del Sistema Solar.
Al principio me decías que lo que haces es para ti una vocación. ¿Te imaginas haciendo otra cosa en un futuro?
No, no me imagino haciendo otro trabajo. Realmente no tendría dificultades, otra cosa podría hacer porque en el fondo el trabajo de operaciones para misiones planetarias es un trabajo de ingeniería, pero me es difícil imaginarme haciendo otra cosa, porque me encanta lo que hago, es un trabajo del cual extraigo una enorme satisfacción. Para mí también es muy gratificante el ver que existe un interés por parte de la sociedad, que vosotros los periodistas os interesáis cuando lanzamos las misiones o cuando logramos algún hito. Hay interés por parte de la sociedad de informarse de esto y eso me hace feliz.
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