Este artículo se publicó hace 16 años.
La ciencia sin pizarra
300 colegios participan en la iniciativa ‘El CSIC en la escuela’
El salón de actos de la Fundación BBVA nunca se había visto en otra parecida. Mochilas, gorras de béisbol, carteras, risas, parloteo, ojos como platos y toda la algarabía contenida que sólo puede encontrarse en un grupo de casi 50 niños de entre 3 y 12 años como el que lo tomó por asalto el pasado día 7. Pero no estaban de visita turística; supervisados por profesores y tutores, por una vez, la lección la daban ellos. Lecciones de ciencia aplicada impartidas por unos investigadores que apenas levantaban un metro del suelo.
El acto era, según la Fundación BBVA, un “congreso científico infantil”, donde se mostraban los resultados del programa El CSIC en la escuela, desarrollado para fomentar la enseñanza de la ciencia en las primeras etapas de la formación sustituyendo la enseñanza teórica por el trabajo de campo. Si se quiere aprender ciencia, un laboratorio siempre será mejor que una pizarra. Es una idea a la que se han apuntado más de 300 colegios en ocho comunidades autónomas.
Prismas e imanes
Terminados los discursos institucionales, empezó lo mejor, cuando niños y profesores de tres colegios madrileños –Fontarrón, Jorge Guillén y Rosalía de Castro– tomaron el escenario. Imanes y prismas se convirtieron en herramientas con los que demostrar las propiedades del magnetismo y de la luz. Pocas bromas y mucha concentración de cada equipo por conseguir un buen resultado de cada experimento. “Los niños son los mayores científicos, desde que nacen. Están experimentando siempre”, declara Rosa Martínez, directora del colegio Fontarrón y profesora de matemáticas.
Como los demás profesores, Martínez sólo tiene alabanzas para esta iniciativa, que ha supuesto un cambio de chip no sólo en los niños, sino en buena parte de sus profesores. “Nuestra formación docente en la parte de ciencias, de física, era muy deficiente”, una deficiencia que se ha paliado a través del trabajo conjunto con investigadores del CSIC para buscar formas de transmitir el conocimiento. “Y los maestros se entusiasman cuando ven que se puede enseñar ciencia presentándola como un juego divertido”, según declaró el vicepresidente del CSIC, José Manuel Fernández de Labastida.
“Antes hacía lo que podía, buscaba experimentos en libros y cosas así, pero hasta que llegué al CSIC no pude comenzar a enlazar teoría con práctica”, declara Gustavo Trébol, profesor de 5º de primaria del colegio Rosalía de Castro, donde enseña Lengua, Matemáticas y Conocimiento del Medio. Lleva cinco años trabajando con el CSIC y califica la diferencia de “abismal”. “Antes en las clases tenía que decirles: esto es así debido a esto. Ahora, en cambio, primero observamos lo que ocurre fuera, en el mundo exterior, y luego les explico: ¿os acordáis de lo que hemos visto? Pues es debido a esto…”
La insaciable capacidad de absorción de los niños les está llevando, según sus responsables, a estar continuamente buscando nuevas cosas que hacer. “Piensan mejor, son más reflexivos y saben trabajar en equipo”, declara Martínez. “También son muy habladores y participativos, y esto puede molestar en el instituto, cuando se encuentran con profesores que siguen usando una práctica docente muy teórica. Pero para nosotros es muy positivo”.
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