Este artículo se publicó hace 13 años.
Apple aborda un futuro incierto sin su creador más brillante
Isabel Piquer
El fundador de Apple, Steve Jobs, murió el miércoles en Palo Alto (California), a la edad de 56 años, víctima del cáncer de páncreas que padecía desde 2004. Con su muerte desaparece uno de los grandes innovadores estadounidenses, a menudo comparado con Henry Ford o Thomas Edison, y cuya influencia cambió los hábitos de consumo no sólo en la informática, sino también en la música y la animación. Su desaparición abre un nuevo capítulo para Apple, una compañía profundamente identificada con la personalidad de su fundador.
Apple y Steve Wozniak, con quien Jobs fundó la compañía en 1976 en un garaje cuando Jobs tenía 21 años, anunciaron su muerte. Jobs llevaba siete años luchando contra un cáncer que al principio parecía curable. Se sometió a un trasplante de hígado, pero no fue suficiente. En sus presentaciones aparecía cada vez más frágil y delgado, hasta que el pasado agosto cedió las riendas de la compañía a Timothy Cook. "Siempre dije que si llegaba el día en que no podía asumir mis funciones y las expectativas como presidente de Apple, sería el primero en decirlo", dijo Jobs entonces en una carta, "y ese momento ha llegado".
Jobs simbolizaba el espíritu independiente de un país que antes se enorgullecía de fabricar lo que consumía. Encarnaba muchos papeles: iconoclasta, heredero de la cultura antisistema de los setenta, hombre hecho a sí mismo que no terminó la universidad, brillante empresario, genio iracundo que después de haber sido despedido de su propia compañía consiguió un brillante regreso, y creador de fenómenos culturales y productos que nadie pensaba necesitar antes de ser indispensables.
Jobs no era ingeniero ni programador, pero sabía motivar a la gente. "Hacía lo que cualquier jefe debería hacer. Contratar e inspirar a gente brillante, pensar a largo plazo, y no sólo en los resultados trimestrales, hacer grandes apuestas y tomar grandes riesgos", escribía el columnista informático de The Wall Street Journal Walter Mossberg, que le trató personalmente durante más de dos décadas. "Insistía en la alta calidad de sus productos para agradar a los consumidores. Vivía en la intersección entre la tecnología y las artes aplicadas. Y sabía vender como nadie", añadía.
Esta combinación de talentos le permitió situar a Apple en la vanguardia informática y musical a partir de su regreso a la compañía en 1997, después de un exilio forzoso de casi doce años. En ese tiempo, además, hizo crecer a Pixar, una entonces pequeña compañía de animación que compró al cineasta George Lucas en 1986. Esta iniciativa, en la que invirtió mucho dinero, le convirtió en multimillonario tras el éxito de Toy Story en 1995.
Aunque su muerte no fue una sorpresa, EEUU se volcó ayer en recuerdos y homenajes. Colegas, competidores y grandes personalidades se sumaron a millones de fans en las redes sociales. "Hemos perdido a un visionario. El tributo más grande del éxito de Steve es el hecho de que muchos en el mundo se enteraron de su muerte gracias al aparato que inventó", dijo el presidente de EEUU, Barack Obama.
¿Qué pasará ahora con Apple? Jobs en persona, pese a su salud cada vez más frágil, presentó los mayores éxitos de estos últimos años, especialmente el iPhone y el iPad. Su muerte acontece justo un día después de que la compañía presentara su nuevo iPhone, 4S, un móvil que no ha sido tan innovador como se esperaba y ha creado cierta inquietud entre los inversores.
Apple sin JobsEl espíritu creativo de Jobs estaba tan estrechamente vinculado a la trayectoria de Apple que su muerte despierta interrogantes sobre la capacidad de la compañía para seguir innovando. De hecho, las acciones de Apple cayeron un 2% (para luego recuperarse) en la apertura de los mercados, aunque muchos de los inversores creen que la empresa tiene personas con suficiente talento para continuar su legado.
Jobs era muy discreto sobre su vida privada pero en el famoso discurso que pronunció en Stanford en 2005 al inicio del año recordó un momento fundamental, cuando fue adoptado por una familia de clase media de San Francisco. "Mi madre biológica era una estudiante joven y soltera y decidió darme en adopción. Pensaba que debía ser adoptarme una pareja que hubiera hecho estudios y todo estaba listo para que me acogieran un abogado y su mujer, excepto que en el último momento decidieron que querían una niña". Así acabó en el hogar de Paul, un operario, y de su mujer, Clara. También allí habló de la muerte. "Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo no quiere morir para llegar ahí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Es el agente de cambio. Allana el camino para lo nuevo deshaciéndose de lo viejo. Ahora vosotros sois lo nuevo", dijo al dirigirse a los estudiantes, "pero pronto seréis lo viejo y os quitarán de en medio. Siento ser dramático, pero es lo que hay".
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