Este artículo se publicó hace 16 años.
Trajes sofisticados y momentos históricos en la "movida" de los Grimaldi
Ernesto de Hannover, marido de la Princesa Carolina de Mónaco, tirando de la tanga cosida con imperdibles del artista Paco Clavel o el regreso del cineasta Pedro Almodóvar al escenario, como cantante, fueron algunos de los momentos más memorables del tradicional Baile de la Rosa, celebrado anoche en Mónaco.
En su inevitable "glamour", la gala tuvo como protagonista indiscutible al modisto alemán Karl Lagerfeld, que volvió a sentarse en la mesa presidencial junto a su musa y anfitriona, Carolina de Mónaco, que prometía ser la estrella con un vestido, de la firma Chanel, diseñado por él, y que la aseguró la foto más cotizada de la velada.
El Chanel que lució Carolina en el Baile de la Rosa era tan fascinante como indescriptible.
Un tupido cuello de barca, enlazado con un corpiño con transparencias, seguido de una minifalda casi esférica, llena de plumas, que desembocaba en un delicado tul. Todo ello negro, rematado por una chaqueta con volantes y por un pequeño bolso, de color rosa, conformado por las flores que dan nombre al baile.
Con melena informal, pero elegancia de casta, es la "mejor heredera que ha tenido (la actriz estadounidense y Princesa de Mónaco, fallecida en 1982 y madre de Carolina) Grace Kelly", según Pedro Almodóvar.
El oscarizado director, que vestía un traje del modisto italiano Giorgio Armani, junto con unas gafas de sol de la también firma italiana Prada, predicó con el ejemplo para Carlota, la hija de la anfitriona.
Carlota Casighari, la segunda hija de Carolina que tuvo con su segundo marido fallecido en 1990 Stefano Casghari, también eligió a Lagerfeld para su traje, amplio y negro, reprimido en la parte de arriba por una chaqueta medieval, con hombreras y abotonado hasta el cuello, de la que se desprendió una vez llegado el baile.
Frente al predominio del negro, la actriz española Bibiana Fernández apostó por un vestido clásico, palabra de honor de color rojo, de la firma francesa Dior, mientras que la cantante coruñesa (noroeste español) Luz Casal optó por un desmontable traje de corpiño blanco y abultada falda negra, del madrileño Juanjo Oliva.
Finalmente, la actriz española Rossy de Palma, siempre excéntrica en su vestuario, añadió a su vestido, de tres cuartos, negro, un mantón de plumas multicolores diseñadas por la belga Diana Von Furstenberg.
Pero no fue la única en dar la nota, el tercer hijo de Carolina de Mónaco, Pierre Casiraghi, a pesar de ceñirse el esmoquin, dejó que su pajarita se torciera y se calzó unas alpargatas de terciopelo con el dibujo de un pequeño diablo.
Él, que se marcó luego unos pasos de baile guiado por Mario Vaquerizo, -manager y marido de la cantante y actriz hispano mexicana Olvido García "Alaska"-, dio el primer aviso de que la fusión de la Casa Real de Mónaco con la subcultura de la "movida" engendraría grandes momentos.
Sin embargo, el principal artífice de la gala fue el Príncipe alemán Ernesto de Hannover, llano y divertido, que disfrutó desde el primer momento de la velada gracias al valdepeñero (Valdepeñas, sur español) Paco Clavel, que decidió no escatimar en "cutre lux", a pesar del rango de su público.
Llegado el momento del baile, se acercó al showman y le tiró de la tanga que tenía cosida con imperdibles en la camiseta, entre otros muchos artefactos que han creado su descacharrante estilo, llamado en la Movida guarripop.
Y es que a la hora de bailar, los Grimaldi rompieron toda barrera con el público asistente y se contonearon con familiaridad, mientras Karl Lagerfeld hacía fotos a, entre otros, Rossy de Palma.
Pero, sobre todo, el Baile de la Rosa supuso el regreso del director castellano-manchego (centro español) Pedro Almodóvar, -ganador de dos Oscar de Hollywood en 2000 y 2003 por "Todo sobre mi madre" (1999) y "Hable con ella" (2002), respectivamente-, a los escenarios como cantante.
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