Se cierra el telón y José Luis López Vázquez, el gran actor del cine español de la segunda mitad del siglo XX ya no está entre nosotros. Murió ayer a los 87 años en su casa de Madrid tras una larga enfermedad. Para sus compañeros de oficio, se va el maestro, el que les enseñó que la comedia nace de las tripas de la tragedia. Para los directores, el actor versátil, prolífico, verdadero, que encarnó al ciudadano medio con sus miedos, sus defectos, sus miserias y su sentido del humor. Para los espectadores, se va el rostro de películas que son el abc del cine nacional: El verdugo (1963), La prima Angélica (1973), La trilogía nacional, de Luis García Berlanga, o aquella fascinante pieza televisiva de Antonio Mercero, La cabina (1972) por nombrar sólo algunos entre los más de dos centenares de títulos de cine y televisión que interpretó a lo largo de 60 años de carrera.
Álex de la Iglesia, presidente de la Academia de Cine y admirador del trabajo del actor, dijo ayer que se iba 'una de las patas de la mesa del gran cine español, junto a Pepe Isbert y Fernando Fernán Gómez'. Concha Velasco, compañera de López Vázquez en Martes y trece (1962), puntualizó: 'Era un ejemplo de entrega, disciplina y amor a la profesión. Hemos perdido a uno de los más grandes, si no el más grande de los actores de cine y teatro'. Un intérprete que no se fue a Hollywood porque no hablaba inglés, pero que trabajó con George Cukor en Viajes con mi tía (1972) y cuya transgresora interpretación en Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1972) sirvió de inspiración a Dustin Hoffman para Tootsie (Sidney Pollack, 1982).
'Era un actor de los que se formaron haciendo de todo, de esos que hizo de lo peor y lo mejor del cine español, y miembro de una generación de esas que ya no existen', dijo ayer al recoger el premio Herralde de novela Manuel Gutiérrez Aragón, que debutó en el cine dirigiéndolo en Habla mudita (1973).
'Hemos perdido a uno de los más grandes, si no el más grande'
De pequeño, José Luis López Vázquez quería ser pintor. Lo de actor se lo dejaba a otro, dada su facha tan contraria a la de galán. A interpretar llegó casi por casualidad, después de haber empezado a estudiar escenografía y cartelismo bajo la dirección de José Caballero. Sobre las tablas primero fue figurante, hasta que Luis Escobar le llamó en 1946 para cubrir una vacante en el María Guerrero, teatro donde se instalará la capilla ardiente y donde participó en obras como Las maletas del más allá, con la que empezó a ganar relevancia como actor.
Compaginó la actuación con colaboraciones como dibujante, cartelista, ayudante de dirección o decorador en películas de José López Rubio o Pío Ballesteros, hasta que Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga le ofrecieron un papel en Esa pareja feliz (1951), película que inauguraría una de las colaboraciones esenciales del cine español. El tándem Berlanga/López Vázquez haría una decena de películas que retrataron aquella España deprimida, trágica, pero audaz del franquismo. Fue, además, el rostro que tantas veces imaginó Rafael Azcona en sus guiones.
La de los sesenta fue la década de la consagración de su genialidad cómica y de su identificación hoy clásica con el español medio. Son los años de El cochecito (Marco Ferreri,
1960), Plácido (Luis García Berlanga, 1961) o Atraco a las tres (José María Forqué, 1962) y del arranque de una colaboración antológica con la actriz Gracita Morales en películas como Operación embajada (1963, Fernando Palacios) o Sor Citroën (Pedro Lazaga, 1967).
López Vázquez lo comentaba en una ocasión: 'Puede ser que mi aspecto facilite que los espectadores se identifiquen conmigo. Pero es lo que constaba en el guión. Yo nunca he sido así: nunca he tenido nada que ver con ese personaje que iba detrás de las señoras como un loco. Simplemente, sabía hacerlo'. Sabía ser parte del landismo, del cine del destape y de todo lo que se hiciera en el cine español de los sesenta a los ochenta.
En 1967, Carlos Saura le daría el primer papel puramente dramático de su carrera en la excepcional Peppermint Frappé, filme que inauguraría una ristra de interpretaciones graves (recuerden El bosque del Lobo, de Pedro Olea, por ejemplo) que acabaría en su última interpretación de 2004, a la orden de Antonio Mercero en ¿Y tú quién eres?
El cambio de registro sirvió para dejar claro que ese hombre calvo, de ojos saltones y figura desgarbada era capaz de hacer comedia y lo que le echaran: 'He hecho mucho humor porque es lo que me gusta. Pero nunca me he sentido encasillado, aunque estarlo no me parece un defecto. Encasillado estaba Chaplin, los hermanos Marx, Woody Allen', decía.
Versátil, intuitivo, era capaz, como recordó ayer Pepe Viyuela, 'de encarnar a personajes con una comicidad hilarante y hacer que un segundo después la secuencia se convirtiera en algo absolutamente trágico'.
'Nunca me he sentido encasillado, aunque estarlo no me parece un defecto'
Esta noche Viyuela volverá a subir al escenario del Teatro Marquina de Madrid para encarnar a Rodolfo, aquel personaje tragicómico de El pisito que López Vázquez interpretó en el cine en 1958, bajo la dirección de Marco Ferreri. 'Será una noche desgarradora. Siempre tuve la sensación de que José Luis me estaba mirando. Su sombra ha estado siempre presente en este montaje, y esa sombra es ahora un hueco muy grande que da vértigo', decía ayer, emocionado, Viyuela. 'López Vázquez es parte de la memoria colectiva de este país', remarcó.
Es más, para los que se dedican al oficio de llenar de carne las frases de un guión, López Vázquez impartía lecciones en cada película y en cada secuencia. Javier Gutiérrez (Gente de mala calidad, 2008) reconocía ayer a este periódico que para preparar su papel en la obra de Animalario, Argelino, servidor de dos amos, vio unos cuantas veces Patrimonio nacional. 'Ha sido un referente en muchos papeles que he preparado. No desaprovechaba ni la más mínima frase ni el más mínimo gesto', aseguraba ayer.
Para Gonzalo de Castro que, como López Vázquez ha combinado televisión, teatro y cine, fue un actor que durante años 'ha entretenido el hambre de mucha gente'. 'Como cómico, es una escuela de generosidad y de registros, porque nos enseñó a todos a hacer comedia. Él hizo todos los tipos y estereotipos', decía de Castro, 'y representa una forma de hacer las cosas, con frescura'. Sin que se note que es difícil, que parezca que cualquiera puede hacerlo.
Guillermo Toledo se enteraba a mitad de tarde de la muerte del actor de Todos a la cárcel (1993): 'Estoy impresionado', decía, 'para mí ha sido un referente. Demostró que la comedia es un vehículo maravilloso para el aprendizaje de un actor, porque para que exista la comedia tiene que haber un drama de fondo, una tragedia'.
Toledo lo comparó con Jack Lemmon, con Alfredo Landa, con actores que han demostrado que la comedia no les ha restado lo profundo y lo grave, sino al revés. 'Era un histriónico, pero con mucha naturalidad, y un actor arriesgado que se atrevió con todo, era un valiente', dijo, recordando Mi querida señorita. 'Le recordaré viéndola', confesaba.
'Él fue muy superior a todos los demás que practicaron ese género'
Fernando Guillén quiso dejar claro que López Vázquez no es el destape, ni siquiera es el landismo: 'No conviene mezclar a López Vázquez, aunque colaboró en muchas películas de este tipo, con ese cine español que se ha dado en llamar landismo. 'Él fue muy superior a todos los demás que practicaron ese género y lo demostró con Berlanga o Marco Ferreri'.
Viyuela recuerda una secuencia fascinante de El pisito. Rodolfo (José Luis López Vázquez) y Petrita (Mary Carrillo) bailan abrazados, en el centro de un corrillo. 'Ahí nos dan una lección de interpretación tremenda. Están transmitiendo a la vez tragedia y comedia, es una escena amarguísima pero con mucho humor', dice Viyuela.
Para Pilar Bardem, su versatilidad era total: 'Tan pronto era capaz de hacer del típico gracioso como de firmar aquellos trabajos complejos y fascinantes junto a Carlos Saura'. Ahora bien, por encima de todo, dijo, 'le recordaremos como un hombre entrañable'.
Currante
López Vázquez representa muy bien la figura del actor currante de la época, el que su curtió las manos en las tablas del teatro y como figurante. Con 200 películas a sus espaldas y bajo las órdenes de Berlanga (‘Novio a la vista’), Bardem (‘Esa pareja feliz’) o Saura (‘Peppermint Frappé’), ayer fue Concha Velasco la encargada de recordar que fue un ejemplo de “entrega, disciplina y amor a la profesión”.
Internacional
Icono patrio, López Vázquez trabajó también con directores extranjeros, como Marco Ferreri (‘El pisito’, ‘El cochecito’) o George Cukor, con quien rodó en Hollywood ‘Viajes con mi tía’. La crítica internacional también se rindió ante él: ‘El bosque del lobo’ (1971) le valió el Premio de la Crítica a mejor actor en el Festival de Chicago. ‘Mi querida señorita’ (1972) fue candidata al Oscar al mejor filme extranjero y ‘La cabina’ cosechó un Emmy.
Personal
López Vázquez se casó con la actriz Ana María Ventura, con quien trabajó en ‘Un día perdido’ (1954) y ‘Un marido de ida y vuelta’ (1957). Debido a la inexistencia del divorcio, se separó y tuvo dos hijos con Catherine Magerus, José Luis y Virginia (fallecida en 1994). En 1985 se casó con la periodista Flor Aguilar, con quien tuvo a las gemelas Camino y Cayetana. Se divorció en 1992.
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