Este artículo se publicó hace 15 años.
"No todos pueden llamar magistrales a sus lecciones"
El presidente de laConferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), analiza el presente de la universidad, agitada por el proceso de Bolonia, que ha dejado al descubierto muchos males endémicos de la institución
El mensaje del máximo representante de los rectores suena en principio sosegado, aunque cargado de profundas reivindicaciones que son escuchadas en todos los niveles de la Educación Superior. Las recientes medidas anunciadas por el Gobierno para aumentar el gasto universitario son una muestra de su influencia. Ángel Gabilondo (San Sebastián, 1949), presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) y rector de la Universidad Autónoma de Madrid, analiza el presente de la universidad, agitada por el proceso de Bolonia, que ha dejado al descubierto muchos males endémicos de la institución.
Reclamó 100 millones en becas para que el plan Bolonia fuera creíble. ¿Colman sus exigencias los 130 millones ofrecidos por el Gobierno a las universidades?
Hay que valorar la voluntad de respuesta que se ha dado en medio de una crisis económica. El esfuerzo es serio. Por ejemplo, el tema de las becas es decisivo. El incremento hasta llegar a un 5% me parece un guiño imprescindible. Pero el esfuerzo para adaptar el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) no sólo deber ser del Gobierno, debe ser de toda la sociedad.
"No podemos aspirar a que todo el mundo que estudie en España haga un máster»
También de la universidad, que ha aumentado en un 30% su profesorado mientras el número de alumnos ha bajado un 6%. ¿Significa esto que sobran profesores?
No creo que sobren. Si medimos únicamente su actividad docente, nos equivocamos. Basta ver lo que ha crecido la investigación en nuestro país. A veces se olvidan ejemplos como que España ocupa el puesto 10 de la producción de matemáticas en Europa. De España procede el 3,3% de la producción científica de Europa, que es mucho. Un estudio de la Universidad del País Vasco dice que la inversión en universidad es muy rentable socialmente. Soy muy partidario de esos estudios.
Otros estudios dicen que las patentes que salen de la universidad son insuficientes...
Es cierto que en ese aspecto estamos lejos de lo deseable. Por eso hay que valorar la transferencia del conocimiento. La universidad no sólo sirve para patentar algo, hay que exigir que genere bienestar.
¿Es compatible el espíritu de Bolonia, la evaluación continua, el trabajo en equipo... con el gran número de catedráticos que sólo acuden a la facultad a dar una clase magistral?
Supongo que harán alguna otra cosa más. Hay formas mixtas de actividad docente. Las clases magistrales deben seguir existiendo. Un alumno no puede estar todo el día recibiendo cinco o seis lecciones magistrales, sabemos que así no se aprende, pero sería un disparate renunciar a la lección magistral. Lo que no sé es si todo el mundo está capacitado para llamar magistral a las lecciones que da.
El EEES busca una especialización de las universidades para que compitan entre ellas. ¿Es eso posible si cada comunidad autónoma lucha por ofrecer todos los títulos posibles a sus alumnos?
Algunas comunidades tienen una sola universidad. Pretender que ese centro tenga todos los títulos es mucho pretender. Hay que crear redes entre las universidades. La solidaridad entre ellas debe estar por encima de la división autonómica.
Será difícil la especialización si cada Gobierno regional lucha por que los alumnos no vayan a otro lugar a estudiar...
Si cada comunidad autónoma hace un sistema para que sus alumnos no salgan de la región es que estamos un poco despistados. Insisto en que la primera movilidad que hay que lograr es la de dentro de España. A ver si nos va a pasar algo ridículo: que sea más fácil salir de España que moverse por aquí. Hay que tener una visión global.
¿Están dispuestos los rectores a sacrificar parte de su oferta académica para ser más competitivos en los títulos que finalmente ofrezcan?
La tendencia natural de cada universidad es ir hacia titulaciones que tengan menos carga práctica, menos laboratorio... Pero habiendo 77 universidades en España, cada una debería buscar sus señas de identidad. Buscar tener todos los títulos no se puede hacer ni por calidad ni por medios. No es aconsejable desde ningún punto de vista.
"Me inquietan tanto los fundamentalistas en contra de Bolonia como los que lo son a favor"Al fin y al cabo la universidad es un servicio social ¿Deben adaptarse a las necesidades de cada comunidad autónoma?
Hay que tener la responsabilidad social para ver las necesidades. No hablo de las del mercado, sino las sociales. Vivir pendientes de las demandas del mercado no es adecuado, pero ignorar las demandas sociales, tampoco. Hay estudios con mucha rentabilidad social, como los de cultura clásica o lenguas árabes, que no son muy rentables económicamente, pero tiene que haber estos estudios en España.
¿Es un tópico que Bolonia pretende la mercantilización de los títulos universitarios?
Las protestas hay que debatirlas con argumentos. No hay que entrar en la descalificación. Me parecen igual de inquietantes los fundamentalismos contra Bolonia que los fundamentalistas a favor.
Un ejemplo: ¿qué gana el Banco Santander asociándose con la universidad que usted dirige?
Habría que preguntárselo a ellos. Desde luego, por lo que oigo, no les va mal. Deben de tener mecanismos para rentabilizar los esfuerzos. A nosotros nos financia el grupo Santander las becas en Latinoamérica y quiero dejar claro que no intervienen ni interfieren en ninguna de nuestras decisiones. Ni sobre planes de estudio ni sobre nuestras becas de investigación. Hoy por hoy, hacer un esfuerzo en la universidad es una inversión.
La ministra de Ciencia, Cristina Garmendia, dijo que en España se ha perdido el tiempo con la implantación de Bolonia. ¿De quién es la culpa?
Todos somos culpables. Hubo vaivenes políticos, se desvió el camino, se corrigió... Lo que es cierto es que los decretos para desarrollar los nuevos grados no fueron aprobados hasta 2007, eso es la verdad. Y también que la universidad española tampoco es la más flexible del mundo.
¿Cómo valora el cambio de competencia de la política universitaria de la cartera de Educación a la de Ciencia?
Debe haber una coordinación entre ambos. Es positivo que se vincule la universidad a la investigación, a la ciencia... pero no hay que dar la espalda a las ciencias humanas, sociales y jurídicas.
Los nuevos posgrados han suscitado inquietud. ¿Qué papel debe tener el máster?
Este tema se ha entendido al revés. Los máster no son un invento del EEES. Había muchos antes y además a unos precios superiores a los de ahora. La universidad pública ha dicho ahora que quiere ofrecer másters oficiales a precios públicos. Competir con calidad. Lo que sí es indispensable es que los grados capaciten para una actividad profesional. Y aquellos posgrados que sean necesarios para ejercer cualquier profesión deben tener un precio más cercano al del grado que al del máster. No podemos aspirar a que todo el mundo que estudie en España haga un máster. Eso sería un disparate que el país no puede permitirse y que devaluaría el grado.
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