Entrevista a Manuel Milián"El título de rey hay que merecerlo"
Londres-
Manuel Milián Mestre, a sus 77 años, mira al pasado, a la Transición que hilvanó con otro Manuel (Fraga), al espíritu del 78, al nacimiento del Partido Popular y a su empeño en construir puentes entre Catalunya y Madrid. Manolo pertenece a esa derecha de tradición liberal y católica que no siempre se siente cómoda bajo las estrechas siglas de un partido. La llegada de José María Aznar al PP dinamitó los puentes que él había levantado con cuidado y discreción. Exdiputado e histórico del PP redacta con precisa memoria su próximo libro Las paradojas de la amistad. Cuestiona la monarquía cuando toca hacerlo: la formación de Juan Carlos I de Abu Dabi.
España se distinguió en el siglo XX por instaurar la monarquía en Europa, y se distingue ahora por tener un rey autoexiliado. ¿Cree que hay que corregir el error histórico o mantener la institución, presuntamente, corrupta?
Juan Carlos I trajo la democracia en España. Conozco sus equilibrios personales. Tuvo que ser muy exquisito con los antifranquistas (Jordi Pujol, entre otros), y no resultó fácil su tarea en la sombra. Cuando tuvo el poder, se puso manos a la obra, aun con las resistencias de los sectores militares. De ahí que la izquierda se confesase Juancarlista, como Santiago Carrillo. Lo sucedido después puede ser considerado desde diversas ópticas. A mí nada que huela a corrupción me place ni me parece aceptable. El hombre público debe ser intachable; de lo contrario, pierde legitimidad y autoridad. Y, si se pierde el respeto, se menoscaba la legitimidad. El título de rey hay que merecerlo.
El Gobierno del PSOE intenta introducir controles de los que no han funcionado en la monarquía para perpetuarla. ¿Dónde empieza y acaba la familia y la institución? ¿Es posible democratizar una institución basada en la biología o la herencia familiar?
Familia e institución son inseparables por su propia naturaleza. En una concepción democrática, habría que preguntarse si cabe ese derecho hereditario en función de la transmisión. A mí me parece arcaico el concepto de sucesión por la genética; corresponde más a épocas con derechos feudales. Ahora bien, las peculiares circunstancias de la restauración en 1975 explican un anacronismo como este, en función, de la necesidad y de la superación de una larga dictadura. En otras circunstancias no hubiera sido comprensible.
¿Cree que con cuatro niveles de poder (local, diputaciones, autonomías y central), la jefatura del Estado debería ser de mínimos, al estilo de Alemania, Grecia o Austria, vinculada al Parlamento, que es el representante del pueblo?
La complejidad de nuestro sistema autonómico semifederal tal vez aconseja una garantía de continuidad en la Jefatura del Estado. Nuestra historia nos enseña que el funcionamiento de las repúblicas pecó de la neutralidad y el equilibrio requeridos a un sistema democrático. España es un mosaico, no una unidad. En consecuencia, para respetar tales diversidades, la neutralidad de la Jefatura del Estado debería ser una condición sine qua non.
Felipe VI casi no pisa parte de su reino (Catalunya y Euskadi) porque no lo reciben; su antecesor es un presunto corrupto, y su cuñado, corrupto convicto. ¿Cuánto tiempo puede durar esta situación?
Si mala es la corrupción de los gobernantes elegidos, peor es la de una institución hereditaria. Tengo muy claro que la política, y las instituciones, se garantizan a sí mismas a partir del comportamiento ético. Sin dignidad no cabe la autoritas. Si uno no se respeta a sí mismo, ¿cómo puede exigir el respeto de los demás?
Usted forma parte de la derecha civilizada, que no se desmarca de la salvaje y bravucona respecto a la monarquía. ¿Cree que la apropiación que hace la derecha de la monarquía beneficia a alguien? ¿No hay nadie en toda la derecha española engañado por 40 años de falsa campechanía?
La derecha conservadora y liberal debe ser la primera interesada en hacer respetar el principio ético. Una cosa es aplicar ópticas diferenciadas y otra, harto distinta, derruir los fundamentos de la convivencia social en orden a un principio sagrado: el bien común y el respeto al sistema de valores de una democracia. Discrepé abiertamente de las formas que adoptó el PP de Aznar, al igual que ahora discrepo de las arbitrariedades extraconstitucionales del Gobierno de Sánchez-Iglesias. La ley ha de ser igual para todos: para gobernantes y gobernados.
¿Quién sería el presidente adecuado de la Tercera República española: Miguel Herrero de Miñón, Miguel Roca, Elena Salgado o qué otros?
Herrero de Miñón sería un prototipo de buen presidente, pero veo personas de acreditada neutralidad y polivalencia como el notario Juan José López Burniol, el exembajador ante el Vaticano Paco Vázquez (ambos socialistas), o una nómina de catedráticos, abogados o economistas ilustres que podrían encarnar ese papel. Ni hombres de partido ni podemitas, porque son sectarios. Y para una función de Estado se requieren hombres de concordia y ecuanimidad probada.
La alternancia territorial, con un jefe de Estado surgido de un parlamento autónomo y aprobado por las Cortes, ¿podría ser un elemento unificador del Estado a través de la jefatura?
Fue un error multiplicar las autonomías para soslayar el problema vasco/catalán, y sigue siendo un error mantener diferencias jurídico-institucionales entre ellas. Primero, habría que armonizarlas; en segundo lugar, institucionalizarlas en el Senado. Y, en tercer lugar, debería ser la Cámara la que eligiera a un presidente para que fuera en verdad representante de la concordia y del consenso de todas las partes.
La Constitución de 1978 se muestra ineficaz para la actual coyuntura política, incluida la abdicación de 2014. ¿Vive España ciclos de 40 años? ¿Ha llegado el momento de reformar la Constitución?
En nuestra tradición constitucional, la del 78, es un ejemplo de perennidad porque fue consensuada por los partidos. Ahora bien, donde quepa mejorarla, que se mejore. Yo, por ejemplo, comulgo con la idea de Herrero de Miñón de añadir una adenda que distinga las nacionalidades de las regiones autónomas. Creo que algún problema se pudiera haber evitado.
Entre los modelos de repúblicas, la griega aparece como buena, bonita y barata. ¿Hay que mirar a la antigua Grecia para el modelo de Estado moderno?
Yo me guío más por la italiana. Hemos visto el peso institucional y de arbitraje de presidencias desposeídas de poder político –que no institucional–. Probablemente un peso superior al de nuestro monarca en la configuración de los gobiernos.
¿Hay algunos Miguel Maura o Niceto Alcalá Zamora hoy, conservadores que dejaron de apoyar a Alfonso XIII porque abusó como su nieto Juan Carlos?
No sé si hoy se dan los Maura, pero son bastantes los desilusionados por la escasa ejemplaridad del rey Juan Carlos, a pesar de sus méritos. La autoritas se la tiene que ganar la persona; no se la otorga la institución. Y en ello pecó el rey emérito. A mis años, uno almacena bastante memoria. Mi familia era carlista; en casa de mis abuelos yo escuchaba exabruptos contra Isabel II como "me cago en la puta reina". Aquello se metió en mis meninges, no entendía a qué reina se referían porque aquí solo reinaba Franco.
Se cuestiona la legitimidad de la monarquía porque la escogió Franco. ¿Un referéndum es la única forma de legitimarse?
Franco restauró la monarquía para cuando él no estuviera. Ya eso parece sospechoso. Ahora bien, en el referéndum constitucional estaba señalada la forma de Estado. Y se aprobó por aplastante mayoría [88% síes, 8% noes, 4% inválidos, con 67% de participación]. Por lo tanto, si hubiera que ponerlo de nuevo en referéndum, entiendo que supondría una reforma constitucional.
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