Este artículo se publicó hace 15 años.
Sigue la tensión en Tíbet en el aniversario del exilio del Dalai Lama
Pekín denuncia un ataque con bomba en la zona tibetana de Sichuan
Andrea Rodés
La tensión en las regiones tibetanas volvió a dispararse este martes, coincidiendo con el 50 aniversario del exilio forzado del Dalai Lama a India. Presuntos "terroristas" atacaron con bomba un cuartel de policía recién inaugurado en la región tibetana de Ganze, en la provincia de Sichuan, fronteriza con Tíbet, según informó la agencia oficial del gobierno chino, Xinhua. En el incidente, calificado de "poco grave" por las autoridades locales, no hubo muertos ni heridos, según Xinhua.
La región de Ganze mantiene una fuerte identidad tibetana y el año pasado albergó algunas de las protestas más violentas tras las revueltas que estallaron en Lhasa, la capital de Tíbet, el 14 de marzo. Pero verificar lo que ocurre en Tíbet y en las regiones tibetanas es muy complicado, teniendo en cuenta que los periodistas extranjeros tienen bloqueado el acceso y la zona se halla sometida a una brutal represión militar. Ni la agencia Xinhua ni la televisión pública CCTV habían emitido imágenes del edificio atacado a primera hora de la tarde.
El gobierno chino mantiene el mayor despliegue de patrullas militares en las regiones tibetanas desde el terremoto de Sichuan, con el fin de reprimir cualquier intento de revueltas en fechas tan sensibles como el 50 aniversario del exilio del Dalai Lama. El líder religioso huyó a India el 17 de marzo de 1959, una semana después del levantamiento tibetano contra la ocupación china, frustrado por las tropas de Mao. El gobierno mantiene controles policiales en todas las carreteras y la población tibetana teme a hablar por miedo a represalias.
Ni la agencia Xinhua ni la televisión pública han emitido imágenes del edificio atacadoEn China, contando la Región Autónoma de Tíbet, viven alrededor de 9 millones de tibetanos. A pesar de las inversiones millonarias del gobierno chino para desarrollar la región, la mayoría lamentan ser víctimas de la represión religiosa y de la desigualdad de oportunidades para beneficiarse del desarrollo económico en comparación con los ciudadanos de etnia Han, a la que pertenece el 90% de la población china.
La semana pasada, el presidente chino, Hu Jintao, llamó a crear una "gran Muralla" de estabilidad en Tíbet y el resto de las regiones tibetanas, donde se han producido varios incidentes aislados en los últimos meses, incluido el intento de autoinmolación de un monje tibetano en un monasterio de Sichuan y las amenazas de boicot a las celebraciones del Año Nuevo Tibetano, según las organizaciones protibetanas en el exilio.
La represión policial sobre Tíbet se endureció a partir del 14 de marzo del año pasado, cuando los incidentes en Lhasa provocaron una lluvia de críticas sobre el gobierno chino, cuatro meses antes de los JJOO de Pekín. Las revueltas pacíficas iniciadas por monjes budistas para conmemorar el 49 aniversario del levantamiento tibetano culminaron con incendios y ataques violentos por parte de tibetanos radicales contra viviendas y negocios de ciudadanos chinos en Lhasa. En los enfrentamientos posteriores entre tibetanos y las fuerzas paramilitares chinas murieron 19 ciudadanos chinos, uno de ellos policía, según Pekín, y más de 200 tibetanos, según el gobierno tibetano exiliado en Dharamsala.
Mientras las fuerzas paramilitares chinas continúan patrullando en Tíbet, Pekín aprobó ayer un nuevo plan para convertir la remota ciudad de Lhasa en una "moderna metrópolis en 2020", según el diario China Daily. El nuevo plan urbanístico incluye inversiones en el desarrollo económico y medioambiental de la ciudad, y medidas para tratar de reducir la población de la ciudad del medio millón de habitantes actual a los 450.000.
Según el Dalai Lama y el gobierno chino en el exilio, la ocupación china ha puesto en peligro de extinción la cultura tradicional tibetana. Sin embargo, el Dalai también ha destacado la necesidad de cooperar con Pekín para poder modernizar Tíbet. Como toda sociedad en vías de desarrollo, gran parte de la población tibetana corriente disfruta de las ventajas que ha traído las inversiones millonarias de Pekín, desde los centros comerciales a las escuelas públicas para que estudien sus hijos. El problema es que la modernización venga acompañada de discriminación religiosa y cultural: en las escuelas, por ejemplo, el lenguaje tibetano está discriminado en favor del mandarín, idioma necesario para poder acceder a estudios superiores o para encontrar un trabajo, y los alumnos son sometidos a un programa educativo patriótico, controlado por Pekín.
Mientras, en el resto de China, la cultura tibetana sigue despertando una gran fascinación, impulsada por la idea de Tíbet como un "paraíso perdido", una tierra de pureza, el "Shangri-la".
"El budismo tibetano muestra muchas verdades del Universo", opina Li Wei, propietario de una tienda de tangkas tibetanas en Pekín. Su treintena de clientes chinos no sólo acuden a su tienda para comprar estas telas de alegre colorido que los lamas utilizan para decorar monasterios y altares. Cada domingo se reúnen para tomar té con mantequilla de yak y reflexionar sobre su fe en el budismo tibetano. "Cada vez hay más chinos interesados en mirar atrás, en reflexionar sobre el pasado, y el budismo tibetano es una buena vía", dice Li, que ha decidido adaptar la espiritualidad del budismo tibetano a las tradiciones religiosas de su país. "Yo soy empresario, budista y taoísta", dice Li.
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