Este artículo se publicó hace 9 años.
Siete claves para interpretar los resultados electorales en Catalunya
¿Votarán los catalanes pensando únicamente en la independencia? ¿Resurgirá el deseo de permanecer en España ante la conciencia de que se está llegando al final del camino separatista? ¿Serán muchos los que opten por una tercera vía?
Carlos Enrique Bayo
-Actualizado a
"En Catalunya, su independencia se vive como algo casi inevitable", afirmaba recientemente a este diario el reputado sociólogo y politólogo Ricardo Romero de Tejada Collado. Y eso no depende de si los electores son o no favorables a la secesión, pues más de dos terceras partes de los catalanes están convencidos de que acabará produciéndose. Más aún, incluso en el resto de España los encuestados han pasado de darle una probabilidad –a largo plazo– de sólo el 36% a estimar que las posibilidades son del 50%, como cara o cruz.
Así que, ¿votarán los catalanes pensando únicamente en la independencia? ¿Resurgirá el deseo de permanecer en España ante la conciencia de que se está llegando al final del camino separatista? ¿Serán muchos los que opten por una tercera vía? En definitiva, ¿cuáles son las claves para interpretar los resultados de este 27S?
Esta es una pequeña guía sobre lo que hay que tener en cuenta a medida que se vayan conociendo los datos de participación y los resultados electorales, en un panorama político con siete fuerzas en liza y en el que la indudable superioridad de la candidatura independentista formada por los dos grandes partidos (Junts Pel Sí, integrada por Convergència y Esquerra) hace difícil de valorar el complejo reparto de votos y escaños que saldrá de estos comicios.
Las tres formaciones partidarias de una secesión unilateral –la CDC de Artur Mas, ERC de Oriol Junqueras y la CUP, con Antonio Baños– sólo reunían antes del verano (según las encuestas) el 45% de los votos, por lo que se quedaban a un escaño de los 68 que constituyen la mayoría absoluta del Parlament de Catalunya. Pero en la recta final de la campaña, la suma de Junts pel Sí (CDC+ERC) y la CUP ya rozaba la mitad de los votos válidos y, a causa de la enorme ventaja del primero sobre todos los demás partidos, sus diputados (sumados) superaban holgadamente la mayoría absoluta en casi todos los sondeos.
Por tanto, hay que estar atentos a dos mayorías: la de votos y la de escaños. Si la suma de Junts pel Sí y la CUP llega a los 73 o 74 diputados, se pondrá en marcha sin ninguna duda la Hoja de Ruta de siete pasos anunciada el pasado 4 de septiembre por CDC, ERC, Òmnium Cultural, Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Associació de Municipis per la Independència. Mejor dicho, los portavoces de Junts pel Sí han asegurado que la activarán incluso si los partidarios de la secesión unilateral sólo obtienen una ajustadísima mayoría absoluta de 68 parlamentarios.
Pero en este caso entraría en juego la CUP, pues ha insistido en que no consideraría suficiente para declarar la independencia menos del 50% de los votos válidos. Por lo que posiblemente tendrían que conseguir el apoyo de algunos de los diputados de la otra candidatura soberanista, Catalunya Sí Que Es Pot (Podem+ICV/EUiA+Equo), que incluye a algunas personalidades claramente separatistas, para dar sin vacilaciones el primer paso de la Hoja de Ruta (puesto que la representación parlamentaria secesionista sería ya muy mayoritaria).
En el caso de que la suma de los votos de Junts pel Sí y de la CUP superase el 50% de los votos válidos, no cabe duda de que el Parlament aprobaría esa Declaración Unilateral de Independencia, aunque Mas y Junqueras ya han dicho que no sería inmediata, sino que abrirían una negociación con el Estado español que podría prolongarse algunos meses.
Ciertamente, la elevadísima participación prevista ha reforzado el campo españolista, puesto que se calcula que la mitad de los 464.000 votantes nuevos este 27S, en relación con 2012, apoyarán a Ciudadanos o al PP. No obstante ese crecimiento sin precedentes del bloque antinacionalista –casi el 31% en número de votos en sólo tres años– no puede rivalizar con el auge soberanista: los partidarios del derecho a decidir (es decir, de celebrar un referéndum nacional catalán) también se nutren de los nuevos electores procedentes de la abstención, así como de los jóvenes que acaban de cumplir la mayoría de edad, de forma que suman en torno al 72,5% de los votantes (pues incluyen no sólo a Cat Sí Que Es Pot sino también a UDC y a la mayor parte de los del PSC).
Esa realidad, queda patente en las extrapolaciones demoscópicas elaboradas por el gabinete de Jaime Miquel y Asociados, que indican que la mayoría absoluta independentista en escaños se mantendría incluso si la participación electoral se aproximase al 80% del censo, algo sin precedentes y casi impensable. En consecuencia, una altísima participación no lograría inclinar la balanza en el Parlament, aunque quizá limitaría el porcentaje del voto favorable a una declaración unilateral.
No hay que olvidar que el promedio histórico de participación en las elecciones autonómicas catalanas es del 69,6%, pero esta vez se estima que superará el 72% y puede que alcance un 75%, lo que demuestra la importancia de esta cita con las urnas.
Como adelantó Romero de Tejada: "La campaña electoral tenderá a radicalizarse y ello implicará una elección entre blanco o negro, entre sí o no a la independencia. Ante esto, los que defiendan fórmulas grises, terceras vías, tienen mucho que perder". Esa predicción se ha cumplido, según las encuestas, ya que la candidatura del Podemos catalán en confluencia con otras fuerzas de izquierda (Iniciativa per Catalunya-Verds y Esquerra Unida i Alternativa) contaba antes del verano con una perspectiva de obtener hasta 23 escaños, mientras que al final de la campaña los sondeos ya sólo le vaticinaban 15.
Igualmente, con su inconcreta propuesta federalista, el PSC va camino de perder uno de cada seis de sus votantes y casi un tercio de sus escaños; mientras que Unió puede convertirse en extraparlamentaria tras escindirse de CiU por no aceptar la posibilidad de una declaración unilateral de independencia.
Habrá que estar, pues, atentos a si UDC logra entrar en el Parlament (algo que tiene muy difícil) y también al número de escaños que obtengan el PSC y Cat Sí Que Es Pot, pues Pablo Iglesias ha tratado de impulsar un acuerdo con los socialistas y la CUP para impedir que Mas vuelva a ser president. Sólo si estas tres fuerzas obtuvieran un resultado mucho mejor que el que se pronostica cabría hablar del éxito de una tercera vía.
Los portavoces de la Candidatura d'Unitat Popular se han quedado roncos de proclamar que no darán apoyo activo a Mas como president de la Generalitat, pero no cabe duda de que tampoco votarán en contra de Junts pel Sí porque comparten el objetivo independentista. Así que lo más probable es que se abstengan y eso permita poner en marcha el "segundo paso" de la Hoja de Ruta: una Declaración solemne, en la que la CUP votará afirmativamente (igual que, posiblemente, algunos diputados de otras listas partidarias del derecho a decidir) y que por tanto obtendrá mayoría absoluta parlamentaria... aunque vuelva a ser impugnada por el Constitucional a instancias del PP y de Ciudadanos.
Sin embargo, los dirigentes de la CUP no hacen sólo bandera del separatismo, sino también del anticapitalismo, de forma que pueden empezar a chocar con Convergència –y con Esquerra– en cuanto se pretenda avanzar en los siguientes pasos de la Hoja de Ruta: desde la formación de un "Govern de concentración nacional", hasta la redacción de una Ley de Transitoriedad Jurídica, algo parecido a una Constitución provisional.
Además, el plazo inicial fijado para culminar esa Hoja de Ruta (18 meses) está siendo ya corregido –pese a que los promotores querrían acortarlo– a un impreciso "cuando los dirigentes políticos consideren que se dan las condiciones mínimas" para la viabilidad de un Estado catalán. Por tanto, que Junts pel Sí y la CUP sumen mayoría absoluta no tiene por qué suponer un inmediato acelerón hacia la independencia.
Según los estudios demoscópicos, los que tienen entre 50 y 65 años son los que menos se manifiestan a favor de la independencia, y esa franja de edad es la que tiene un componente migratorio más elevado. En cambio, la inmensa mayoría de los jóvenes ha nacido en Catalunya y hoy son mayoritarios los que tienen también padres catalanes, de forma que se identifican con su lengua y su nación, y reaccionan más visceralmente que sus mayores cuando las sienten atacadas o menospreciadas.
Ahora bien, los sondeos también muestran que los jóvenes están más polarizados en ambos extremos y, o bien se identifican apasionadamente con el independentismo o están en contra también pasionalmente. Así ocurre, pues, que según las transferencias de voto analizadas por JM&A sobre la base de la megaencuesta del CIS, las listas que atraen más votantes recién estrenados (los que cumplieron 18 años después de las elecciones de 2012) no sólo son Junts pel Sí y la CUP, sino también Ciudadanos (pero el PP ha perdido todo atractivo para la juventud).
La tercera vía del PSC no seduce a los jóvenes, pero en cambio se ven atraídos en gran número hacia CatSíQueEsPot –que defiende el derecho a decidir soberanista pero no la secesión– quizá porque el magnetismo de Podemos compensa la falta de atractivo juvenil de ICV, cuya sangría nutre a la CUP con el mayor número de votantes que recibe esa candidatura en su fulgurante crecimiento.
El fenómeno de Ciudadanos es innegable: no sólo va a superar ampliamente a PPC y PSC en Catalunya, sino que quedará en segundo puesto con casi el doble de votos que los dos grandes, según los sondeos previos. Por supuesto, su despegue se debe al hundimiento del Partido Popular de Catalunya, empeñado en negar la realidad diferencial catalana, pero también corresponde a una fuga de votos de partidos tan catalanistas como CiU o PSC, que le cederán en torno a los 50.000 votantes cada uno para que se convierta en la verdadera oposición al soberanismo.
No obstante, aun en el caso de que supere los 600.000 votos –como todo parece indicar– Ciudadanos no podrá más que capitanear a una cuarta parte de los votantes, claramente opuestos a la opción soberanista. Hasta C's llegarán refuerzos electorales desde todos los segmentos del espectro político: 50.000 de CiU (los de Unió que no confían en que la UDC pueda frenar a su exsocio), otros tantos del PSC (convencidos de que un partido de obediencia centralista es incapaz de dar una alternativa), el doble desde el PPC... y muchos más (hasta 150.000) de electores que se abstenían o votaban a pequeños partidos extraparlamentarios antes de que estuviera en juego el futuro de Catalunya.
El problema para el partido de Albert Rivera (tampoco cabeza de lista, igual que ninguna de las otras candidaturas presenta en primer lugar a su líder más conocido) es que el frente antisoberanista es muy minoritario en Catalunya. Aparte de que representa a una nueva derecha por la que muchos de los que se oponen a la independencia votarán una sola vez y sólo porque no ven otra posibilidad.
Aunque la suma de los sufragios que obtengan Junts pel Sí y la CUP no alcance (por muy poco) el 50% de los votos válidos, y la mayoría absoluta que reúnan en escaños quede lejos de la mayoría cualificada (dos tercios del Parlament) que dispone el Estatut de Catalunya para una reforma constituyente, no se puede limitar a esas dos listas el análisis de la voluntad soberanista del electorado catalán. Aparte del hecho innegable de que los que se movilizan masivamente en favor de sus ideales son los que se sienten ofendidos por las imposiciones centralistas del PP, mientras que la supuesta "mayoría silenciosa" españolista permanece callada hasta cuando es preguntada por los encuestadores.
Lo que cae por su propio peso es que casi tres cuartas partes de los votantes de Catalunya (más de la mitad del censo electoral) reclaman una consulta popular en las urnas sobre el futuro de su relación con España. Negarles esa posibilidad, así como exacerbar el nacionalismo españolista anticatalán para obtener réditos populistas en algunos lugares de España, sólo contribuye a multiplicar la convicción de los catalanistas de que están oprimidos por un Estado que a ellos les niega sus derechos, de forma que cualquier victoria en las urnas la interpretan como un paso más hacia la liberación.
De nada sirve, frente a la conciencia de la ciudadanía, acudir a argumentos sobre la legalidad vigente, puesto que todos los movimientos de liberación en el mundo entero partieron de la rebelión frente a las leyes imperantes. Todos los soberanistas acudirán de inmediato a ejemplos como el de que las mujeres en Europa no hubieran logrado el derecho de voto sin la revuelta de las sufragistas –o los negros en EEUU no hubieran acabado con la segregación racial sin la rebeldía de Rosa Parks–.
Pese al último gesto de hablar en catalán –por fin en público– a 48 horas de la cita con las urnas, los únicos que perderán toda legitimidad serán los que impulsaron campañas de boicot contra Catalunya, los que consiguieron que un tribunal anulase lo refrendado por dos parlamentos y un referéndum, y los que han exacerbado el fervor independentista catalán, que ha pasado de menos del 20% de apoyo en 2010 (según el propio CEO de la Generalitat) a rondar el 50% en estas elecciones.
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