Este artículo se publicó hace 15 años.
Rafael Rojas reivindica las ideas políticas de los autores cubanos en el exilio
La publicación selectiva en Cuba de autores nunca antes editados en la isla, como Guillermo Cabrera Infante o Reinaldo Arenas, no puede verse como un reconocimiento pleno de la literatura cubana en el exilio, según el escritor Rafael Rojas, porque se dejan de lado las ideas políticas de esos autores.
El escritor cubano exiliado en México ha presentado hoy en Casa América en Barcelona su libro "El estante vacío. Literatura y política en Cuba" (Anagrama), en el que analiza las relaciones entre la literatura y la política en la Cuba revolucionaria y postsoviética.
Para Rojas, la reciente tendencia a publicar algunos libros de autores anteriormente censurados es "una especie de bendición que da el Estado Cubano al escritor como parte del patrimonio literario de la isla", pero que deja de lado la idea de que ese patrimonio "no está desvinculado de la biografía política de cada uno de sus autores".
El autor ha señalado que el reconocimiento por vía de la edición estatal "está marcado por un proceso de manipulación y de escamoteo de la identidad opositora de muchos intelectuales exiliados".
En esa línea, Rafael Rojas propone la apertura del mercado a los libros del exilio "y a una buena parte de la literatura teórica actual", a través de mecanismos más bien sutiles como la persuasión por parte de las editoriales, capaces de negociar la no exclusión de autores exiliados al llegar a acuerdos con el gobierno cubano.
El principal obstáculo para esta apertura radica, ha dicho Rojas, en que el control del mercado editorial está por completo en manos del Estado, que ha establecido un exitoso sistema de supervivencia basado en el posicionamiento de los opositores políticos como "sujetos antinacionales".
Si bien existe una circulación de literatura crítica dentro de la isla a través del mercado clandestino, no existen datos sobre su alcance, mientras que la producción editorial estatal llega a 8 o 9 millones de lectores, una cifra altísima si se tiene en cuenta que la población de Cuba ronda los 11 millones de habitantes.
Ese control está determinado, agrega Rojas, por la ideología del Estado Cubano ("martiana y marxista-leninista", según la Constitución), que en el ámbito del proceso editor "no siempre ha sido igual de rígida ni ha limitado la circulación de ideas con la misma severidad".
Así, mientras en la Cuba revolucionaria de los 60 o 70 no se publicaba a quien se iba de la isla, en años más recientes "lo determinante para asegurar la circulación" es el respaldo al sistema político insular, escribe Rojas en su libro.
El autor también se ha referido a las diferencias entre el mercado editorial en Cuba antes y después de la era soviética, y ha dicho que el gobierno de Fidel Castro reaccionó rápidamente a la publicación de textos en los que se criticaba al socialismo soviético a finales de los 80. "El pasado soviético de la isla se ha convertido en un tabú de la esfera pública cubana", apunta.
Rojas ha planteado una reflexión sobre la relación directa entre los libros que lee una comunidad y sus características sociales, y ha afirmado, con ejemplos, que "no necesariamente las buenas lecturas conducen a una constitución social virtuosa".
Tras exponer que el caso cubano favorece esa reflexión por haberse limitado el acceso a la literatura, el autor ha indicado que el resultado de esa "ilustración socialista" ha sido "un tipo de ciudadanía que espera siempre el abastecimiento del Estado, pero muy poco preparada para ejercer derechos civiles y políticos".
El caso de Cuba, ha concluido Rojas, donde la ciudadanía "ha sido educada para colocar el valor de la justicia y de la soberanía por encima del de la libertad", demuestra "cuán costosa" puede ser una política editorial completamente supeditada al Estado.
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