Este artículo se publicó hace 13 años.
Un pueblo pequeño y pobre abre el primer refugio para ancianos en Camboya
Un pequeño y pobre pueblo de Camboya se ha convertido en el primer refugio del país para la gente anciana que sobrevive gracias a la caridad ante el desamparo oficial.
Cham Bak, en la provincia oriental de Prey Veng, es un poblado polvoriento de pequeñas casas tradicionales donde sus mil habitantes se sustentan de la agricultura y la cría de animales.
Entre las construcciones de madera, destaca un alargado edificio de ladrillo cuyas paredes dan cobijo a cinco camboyanos de entre 66 y 84 años de edad que hasta hace escasas semanas vivían en la indigencia.
"El centro nos pertenece a todos y todos trabajamos en él, pero sólo los ancianos desamparados pueden quedarse aquí", asegura Kim Vuthy, un joven de 29 años que fue el principal impulsor del bautizado como "pueblo de la jubilación".
La mayor parte de la tercera edad en Camboya no recibe ningún tipo de pensión y, sin ingresos, se ve obligada a trabajar principalmente en el campo o a mendigar.
El refugio ha cambiado la vida de Pin Yon, de 84 años, y de su esposa, Som In, de 82.
Hasta no hace mucho, Pin Yon acudía todos los días encorvado sobre el bastón y con pasos lentos a labrar un pequeño pedazo de tierra, donde cultivaba vegetales.
Su mujer se encargaba de vender en el mercado la cosecha y una medicina especial que elaboraba con la corteza de determinados árboles, pero el dinero que sacaban apenas les daba para alimentarse y la falta de proteínas repercutía en su salud.
"Casi siempre estaba enfermo y no podía trabajar, pero ahora me siento con más fuerzas" asegura Pin Yon con una sonrisa a la que no le queda ni un solo diente.
Aunque sus hijas vivían cerca, la ayuda que recibían era escasa y el esquelético cuerpo de Pin Yon tenía que cargar con el peso de la economía familiar.
La cultura camboyana establece que los hijos se ocupen de los padres cuando éstos son mayores y no pueden trabajar, pero la crisis económica ha llevado a muchos jóvenes a buscar ocupación en las grandes ciudades o en otros países, dejando a sus padres solos.
Otros ancianos no tienen familia porque la perdieron durante el brutal régimen comunista de los Jemer Rojo, en el que perecieron cerca de 2 millones de camboyanos entre 1975 y 1979.
Nun Ni, de 80 años, nunca llegó a casarse y apenas se habla con sus hermanas, a pesar de vivir en la misma localidad, una aldea cercana a Cham Bak.
A su avanzada edad vivía en un pequeño cobertizo que uno de sus vecinos había puesto a su disposición de forma temporal y mendigaba para obtener la comida.
"No todos los días conseguía suficiente dinero para comer, así que hacía pequeños trabajos para otras familias", cuenta Nun Ni mientras come un pedazo de pan que le ha llevado uno de los vecinos.
Ray es uno de los aldeanos de Cham Bak que dedica sus ratos libres a poner tornillos donde hace falta o a laborar en el pequeño huerto que hay delante del centro de retiro.
"Me daba pena verlos mendigando, pero yo no tengo dinero, sólo puedo aportar mi trabajo físico", afirma este menudo hombre de 46 años, que encadena un cigarrillo tras otro.
"A mí también me gustaría que alguien se ocupara de mí cuando sea mayor si mis hijos no pueden", continúa el camboyano.
Ray no es el único que dedica su tiempo libre al refugio y muchos son los vecinos que acuden casi cada día para cocinar, servir la comida o limpiar las instalaciones.
Los beneficios extraídos de los campos asociados al centro se reparten entre todos, lo que ayuda a aliviar la pobreza de la comunidad.
"Los ancianos piden muy poco y con menos de un dólar diario viven bien. ¿Cómo no vamos a ayudarlos?", concluye Kim Vuthy.
Por Laura Villadiego.
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