Este artículo se publicó hace 16 años.
El Príncipe de Gales vuelve a cargar contra la arquitectura que afea las ciudades
El príncipe Carlos de Inglaterra, cuyos gustos en arquitectura y otras materias califican algunos de desfasados, ha vuelto a tomarla con aquellos arquitectos que en su opinión afean el horizonte londinense con edificios "high tech" cada vez más altos, agresivos y disparatados.
El heredero del trono, que es además un latifundista apasionado por la agricultura biológica, aprovechó anoche su intervención en una conferencia de urbanistas y arquitectos tradicionalistas para cargar contra la erección de ese tipo de torres que hacen aparecer como enanos a monumentos históricos como la Torre de Londres o la catedral de San Pablo.
El príncipe de Gales precisó que no tenía nada en contra de que se levanten esos edificios en determinados barrios de la capital, como la antigua zona de los muelles del Támesis, en el este, donde podrían competir libremente en altura con los de Manhattan.
Sin embargo, agregó, ese tipo de construcciones desfiguran la estética de los barrios históricos de ciudades como Londres, Edimburgo o Bath, que se distinguen por una armónica arquitectura georgiana, cada vez más amenazada por esos horrores.
Carlos de Inglaterra advirtió de que el plan del Gobierno de construir 3,25 millones de nuevos hogares de aquí al año 2016 aumentará la presión a favor de la construcción de edificios de apartamentos cada vez más altos y puso como ejemplo el caso de Berlín, cuyas autoridades han tenido que imponer restricciones últimamente a la altura de los edificios para evitar más abusos.
La nueva diatriba del príncipe contra la arquitectura moderna ha recordado a muchos el discurso que pronunció en 1984 cuando calificó una proyectada ampliación de la National Gallery londinense, en plena plaza de Trafalgar, como un "monstruoso forúnculo" y dijo que parecía "un parque de bomberos".
"No es extraño -dijo entonces el primogénito de Isabel II- que muchos de nosotros empecemos a creer que los arquitectos diseñan sus trabajos únicamente para recibir la aprobación de sus propios compañeros sin tener en cuenta lo que piensan sus ocupantes o los vecinos de la ciudad".
La pasada noche mostró una diapositiva de una torre altísima diseñada por el arquitecto uruguayo Rafael Viñoly en las proximidades de la Torre de Londres y dijo que era el ejemplo de un edificio capaz de "profanar" un monumento que es patrimonio de la humanidad.
Con ese tipo de discursos, que hacen sonreír a más de uno, el heredero choca frontalmente con Richard Rogers, el famoso arquitecto (con Renzo Piano) del centro Pompidou, de París, y la cuarta terminal del aeropuerto madrileño de Barajas.
Rogers, miembro de la Cámara de los Lores a propuesta del Partido Laborista, es el principal asesor del alcalde de Londres, Ken Livingstone, para temas de arquitectura.
Ese arquitecto, que tiene los premios más famosos de la profesión, el Pritzker y el Stirling, diseñó una de las torres más singulares del Londres moderno, la sede de la aseguradora "Lloyds", muy próximo al "Gherkin", el edificio en forma de pepino de su colega Norman Foster.
Rogers, que al igual que Foster no para de construir rascacielos en todos los continentes, se ha pronunciado en numerosas ocasiones a favor de la construcción de torres en la capital británica, que se había caracterizado siempre por sus edificios de baja altura.
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