Este artículo se publicó hace 15 años.
Pedro Almodóvar afirma que el cine es su vida
En vísperas del estreno de "Los abrazos rotos", Pedro Almodóvar se muestra "con nervios e incertidumbre" por la reacción del público ante este "drama romántico con historias de amor cruzadas", protagonizado por Penélope Cruz, Blanca Portillo, Lluis Homar y José Luis Gómez, en el que rinde un homenaje al cine.
Pregunta.- ¿Cómo nace la película?
Respuesta.- De unas notas que empecé a tomar en una época en la que tenía muchas jaquecas, pero sin la pretensión de convertirlas en guión, sino que, simplemente, era yo mismo como mi propia Sherezade y me contaba historias para entretenerme.
Hacía tiempo, que me interesaba mucho la idea de escribir un papel protagonista para un director discapacitado, porque me llamó mucho la atención cómo Antonioni, que se vio condenado a la incomunicación después de una parálisis, hizo, aun así, dos películas.
P.- ¿Qué tiene de Almodóvar ese director invidente?
R.- A todos mis personajes les queda algo de mi y, a éste, la necesidad de terminar la película como sea. Con "Pepi, Luci, Bom" (1979), llegué a pedir 15.000 pesetas para poder poner "fin".
Mi peor pesadilla es una película inconclusa. No entiendo cómo no se murió de ansiedad Orson Welles teniendo siete sin terminar.
P.- ¿El título?
R.- Tenía otros, como "Doble identidad", que en inglés suena muy bien, "Double identity", y se parece a "Double Indemnity"(1944), de Wilder, pero hubiera creado confusión.
P.- ¿Drama, cine negro...?
R.- Básicamente es un drama duro y romántico con grandes historias de amor cruzadas.
P.- ¿Cómo es Lluis Homar?
R.- Un actor disciplinadísimo, como un deportista. Ha estado siete meses trabajando con un entrenador, porque quería que fuera un hombre, a pesar de su minusvalía, muy vivo y con ganas de ligar.
También ha ensayado la ceguera, incluso llegó a venir andando y en metro, con su bastón, desde casa a las oficinas. Expresa muy bien la ternura y esa especie de ironía que tiene cualquier impedido.
P.- ¿Y José Luis Gómez?
R.-Viene del teatro, está muy acostumbrado a construir sus personajes y yo hago mucho trabajo de mesa con los actores. Interviene en escenas muy rotundas, que no admiten otra forma de hacerlo excepto como está en el guión. Tenía en él plena confianza.
P.- Repites con Blanca Portillo tras "Volver"...
R.- Es un mecanismo perfecto para un director. Tiene una técnica perfecta. Se arriesga mucho, no tiene ninguna sensación de vergüenza o ridículo.
La necesitaba para el papel de Judit porque es una mujer que en el silencio construye una familia sin que nadie se entere. En ella se unen un sentido de culpa total y una generosidad absoluta.
Hay un monólogo que sólo podría hacer Blanca. Me gusta mucho cuando los actores se despojan de todo y llega el momento en que tienen que hablar y desvelar todo lo que han ocultado a lo largo de la película, y ella eso lo hace redondo.
P.- ¿Penélope, imparable?
R.- Su personaje está muy lejos de lo que es ella. No tiene referencias para interpretar a esta mujer. Tiene su belleza, pero no ha tenido que sucumbir, ni le han puesto las trampas en las que Lena cae. La he convertido en una mujer mayor, muy baqueteada por la vida, que por fin encuentra una gran oportunidad.
Es muy generosa y me ha dejado hurgar en su parte más íntima para sacar todo el dolor. Creo que le ha resultado muy difícil y que lo ha hecho exclusivamente por la fe ciega que tiene en mí, lo que me da la responsabilidad de no hacerle daño.
P.- ¿Hasta dónde va a llegar?
R.- Todo va a depender de los guiones que elija y de los directores que encuentre. Es una actriz extraordinaria pero, al contrario que Blanca, trabaja a través del corazón, de las vísceras y eso es muy duro, aunque también muy grato si encuentra el personaje y el director adecuados. Es una mujer con mucho olfato, muy lista. Espero que escoja bien.
P.- ¿Cuál es tu relación con el cine?
R.- No es que sea mi segunda vida, es mi vida. Vivo ya no sólo para experimentar y por el hecho de estar vivo, sino que todo lo que vivo tiene que ver de algún modo con el cine que voy a hacer o con las narraciones que voy a escribir, y en "Los abrazos rotos" le hago un homenaje de forma natural. Es una declaración de amor a mi profesión.
P.- ¿Cómo llevas la popularidad?
R.- Cuando salgo a la calle, la gente tiene una relación muy directa conmigo, me tratan de una forma muy familiar y eso es bueno. Lo que es muy pesado es lo de hacerte fotos con todo el mundo. Odio el móvil con cámara, porque todo el mundo cree que al encontrarte tiene todo el derecho a hacerte una foto. La popularidad te convierte en un bicho raro, en una especie de mono de feria que miran, pero hay que convivir con ello.
P.- ¿Cómo vives un estreno?
R.- Con nervios y con incertidumbre, algo que nunca va a desaparecer. No tengo ni idea de los resultados, el público es un misterio.
P.- ¿Y esos dolores de cabeza?
R.- Se han pasado. Habían ido creciendo y en los últimos tres años se habían convertido en un problema serio. Llevo dos en manos de neurólogos y ahora estoy en una época de bonanza, que espero que continúe.
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