Este artículo se publicó hace 14 años.
"El pecado de Garzón es querer llegar a la verdad"
Juan Guzmán. Juez chileno. El magistrado que procesó a Pinochet analiza el proceso del Tribunal Supremo contra Garzón
El juez Guzmán, alto y de porte británico, se lamenta de que en Chile "los jóvenes ya no saben qué pasó". Invitado por el Departament de Interior de Catalunya a un coloquio sobre la revisión jurídica de las dictaduras, asegura que "siempre hay algo en común en los acontecimientos horribles" y expresa su esperanza en que "en el siglo XXI seamos menos bárbaros que en el XX". Pero su optimismo no es grande: "A veces, sólo a veces, se consigue justicia".
Usted denuncia que sufrió "persecución" por parte de la Justicia durante el proceso a Pinochet. ¿Cómo valora el proceso que está viviendo Garzón?
Es como en la Inquisición: quien difiere del grupo dominante conservador debe morir. Varela no debió iniciar este proceso por prevaricación, todos sabemos que ese no es el caso. Garzón no está aplicando la Ley de Amnistía de 1977, sino la ley penal internacional que establece que las amnistías no proceden con respecto a los crímenes de lesa humanidad. Ya investigó violaciones de derechos humanos en Chile o Argentina, y una de las mayores funciones del procedimiento penal es la investigación acerca del paradero de las víctimas de desapariciones forzadas. Es una labor humanitaria, no sólo jurisdiccional. El pecado de Garzón es querer romper la impunidad y llegar a la verdad, que es lo que debe hacer un juez.
¿Le recuerda a lo que usted vivió?
A mí me iban a echar aplicando el estatuto administrativo. Me aplicaron dos sanciones, una verbal y una por escrito, las dos por hechos falsos. A la siguiente, salía de la judicatura. Fueron más sutiles que aquí pero el resultado era el mismo: sacarme del camino. Lo dejé antes de que continuaran acosándome los miembros de la Corte Suprema.
En España el artículo 23.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial abre la vía a la justicia universal pero no se está aplicando.
Es absurdo y prueba que los jueces que pretenden hacer justicia de situaciones como una guerra civil o una dictadura están expuesto a presiones muy grandes. Es increíble que en una sociedad moderna como la española, que llegó tan arriba en esta cuestión, no se aplique la justicia universal. Y que se alteren tanto los hechos como para decir que hay una prevaricación es triste. Dos agrupaciones fascistoides llevaron esto a la justicia y un juez que posiblemente envidia la trayectoria de Garzón mordió el anzuelo. Varela ha sido utilizado y le va a costar mucho salir de esto.
Usted es conocido por el proceso a Pinochet, a quien no llegó a juzgar. ¿Hasta qué punto siente que ganó esa batalla?
Hice lo que pude. Fue una batalla que di durante ocho años. Consistió en lograr el desafuero de Pinochet y procesarle en tres ocasiones, en tomarle declaración y significó exponer al mundo los crímenes cometidos bajo su dictadura. Más no pude porque eran tribunales superiores los que dejaban sin efecto mis resoluciones. La opinión pública nacional e internacional sabe muy bien que no me equivoqué.
¿Qué recuerda de sus horas de conversación con él?
Tenía la conciencia muy tranquila, se declaraba un ángel y decía que gracias a él se erradicó el comunismo de Chile. Hubo un cambio radical entre la primera y la segunda vez que le interrogué. En el año 2000, Pinochet estaba convencido de que no le iba a procesar. Me trató atentamente, me invitó a café. En 2004, ya procesado, se enojó porque la computadora tardaba en imprimir la declaración y antes de firmarla la leyó entera porque, según dijo al funcionario en referencia a mí, "este gallo [tipo] me cambia las cosas".
Aplicó el concepto de secuestro permanente. ¿Se podría aplicar en España?
El secuestro se comete desde que se priva de la libertad a alguien hasta que se le devuelve la libertad o aparecen sus restos. Los secuestros permanentes eluden la aministía porque el delito se sigue perpetrando hacia el futuro después de la fecha de la amnistía. Ese fue mi planteamiento y perfectamente lo podría haber aplicado Garzón.
¿Qué respondía a quienes le acusaban de no dejar cicatrizar el pasado?
Nada, porque las cosas no se dicen en la cara, se dicen por detrás. ¿Qué pienso yo? Para que cicatricen las heridas primero tienen que sanar. ¿Y cómo se va a sanar la herida de una desaparición forzada de una persona? Encontrándola, o entregando a los familiares sus restos para que les den santa sepultura y terminara su agonía. El ser humano necesita que haya justicia en el sentido más amplio y esta se obtiene precisamente utilizando medios legales.
¿Es eso imprescindible para culminar una transición política?
Sí, cuando es tan cercana a los hechos como en Chile o España, hay que cerrar las heridas a través de la justicia.
¿Por qué defiende usted la creatividad del jurista?
Si se mira su sentido estricto, la ley cae en el pasado. Hay que aplicar la ley en forma progresiva, no quedarse en la ley de 1890, sino hacerla aplicable al siglo XX y al XXI, eso es la interpretación progresiva, que no progresista. Además, el juez debe utilizar los elementos de interpretación que le da la ley. Los jueces que quieren estar con la época y el momento histórico deben pasar por ahí. En eso Garzón ha sido un maestro.
¿Es inevitable la politización de la justicia?
Las instituciones son cada vez más justas, pero lamentablemente el hombre sigue siendo un animal político y hace que muchas veces prevalezca la política a la justicia. Es por eso que ocurre lo del juez Garzón y por lo que muchos jueces en el mundo se ven inhibidos de llevar hacia adelante la acción legal.
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