Este artículo se publicó hace 15 años.
Obama le pide a los demócratas resolver sus diferencias y agilizar la reforma de salud
El presidente de EE.UU., Barack Obama, se desplazó hoy al Capitolio para instar a los demócratas a que superen sus diferencias sobre la "histórica" reforma de salud, en unos momentos en que las disputas partidistas ponen en peligro su aprobación antes de fin de año.
En una inusitada visita dominical al Senado, y quizá porque es un tema sobre el que ha invertido gran capital político, Obama se reunió por unos 45 minutos con la bancada demócrata para analizar las formas de resolver las disputas en torno al plan de reforma.
Acompañado del vicepresidente, Joseph Biden, Obama no hizo declaraciones a la prensa al salir de la reunión a puerta cerrada, en el segundo día de un fin de semana repleto de agrias disputas en el pleno del Senado.
Pero el mensaje de urgencia fue claro: las repercusiones de una derrota serían graves porque se trata de "la legislación social más significativa en décadas, así es que no la pierdan", según indicó el senador independiente Joe Lieberman.
Un portavoz de la Casa Blanca, Bill Burton, dijo a los periodistas que Obama "agradeció a los líderes del Senado por su ardua labor hasta ahora y los alentó a que continúen avanzando hacia esta histórica oportunidad" de reformar el sistema de salud.
Esa reforma -la primera en casi 70 años-, dará "estabilidad y seguridad a los estadounidenses que ya tienen seguro médico, haría más accesible la cobertura médica a quienes no lo tienen y reduciría los costos de salud para las familias, pequeños negocios y el Gobierno", dijo Burton.
Sólo que la mayoría de los republicanos, y algunos demócratas moderados, mantienen un frente unido en contra de la versión que comenzó a debatir el Senado el lunes pasado, porque consideran que es muy costosa, abultará más el déficit y es otra injerencia del Gobierno.
La "opción pública", que permite la participación voluntaria de los estados en un "intercambio de seguros" subsidiado y administrado por el Gobierno, y la financiación del aborto en ciertas circunstancias, son los asuntos más espinosos en el debate.
Tras la reunión con Obama, el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, rechazó las críticas republicanas sobre la presunta falta de transparencia en el proceso y pidió su colaboración.
"Diez, cuarenta años más tarde, el pueblo mirará hacia atrás sobre lo que hizo el país" para quienes carecen de cobertura médica, advirtió Reid, y acusó a los republicanos de ser "destructivos" y de vivir "en un universo paralelo".
Pero los senadores Mary Landrieu y Ben Nelson, dos de los demócratas moderados y clave en el voto final, dejaron entrever que la reunión de Obama no logró convencerlos ni disipar sus dudas.
El plan reformista, sujeto a numerosas modificaciones, prevé dar cobertura a unos 31 millones de estadounidenses adicionales, reducir los costos de salud, y prohibir que las aseguradoras denieguen cobertura, o cobren más, por condiciones médicas preexistentes.
Los republicanos continuaron atacando hoy la reforma, que abarca 2.074 páginas y tiene un costo de 848.000 millones de dólares en un plazo de diez años.
El líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, señaló que el hecho de que la reunión con Obama fue sólo con demócratas demuestra lo unipartidista del proceso.
La meta de Reid es someter a votación la reforma antes del receso navideño, algo que no está claro porque no tiene los 60 votos necesarios, del total de 100, para impedir tácticas dilatorias de sus detractores.
Bajo las reglas parlamentarias, desde la minoría, los republicanos pueden bloquear una moción para limitar el debate y proceder al voto definitivo que, en ese caso, sólo requiere una mayoría simple.
Los más optimistas creen que, tarde o temprano, los demócratas conseguirán los 60 votos, mientras que los más recelosos temen que los detractores se saldrán con la suya y sepultarán la reforma.
Para convertirse en ley, la versión del Senado tiene que armonizarse con la que aprobó la Cámara de Representantes el mes pasado.
Sin esperar la acción del Congreso, estados como Iowa, Massachusetts, Maine, Minnesota, Vermont y Carolina del Norte, han adoptado sus propias reformas en los últimos años.
La senadora demócrata Dianne Feinstein reconoció hoy que una derrota de la reforma traería graves repercusiones para la reelección en 2010 de muchos demócratas, ya preocupados por el impacto de la crisis económica, el déficit, y la creciente oposición a la guerra en Afganistán.
Sería igual de devastadora para Obama, que llegó al poder gracias en parte a su promesa de reformar el sistema de salud.
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