Este artículo se publicó hace 15 años.
La mitad de los niños que nacen hoy en los países ricos vivirán cien años
Más de la mitad de los niños nacidos en el siglo XXI en los países desarrollados superará la barrera de los 100 años si la evolución de la esperanza de vida continúa aumentando en la misma proporción que hasta ahora.
En un estudio publicado por la revista científica "The Lancet", el equipo dirigido por el profesor Kaare Christensen, del Centro de Investigación Danés del Envejecimiento, afirma que los nacidos a partir de 2000 no sólo vivirán más, sino que tendrán menos problemas físicos.
Durante el siglo XX, la esperanza de vida en los países ricos aumentó en tres décadas, de ahí que, de continuar esta tendencia, próximamente la mayor parte de la población viva más de 100 años, ya que no existen signos de ralentización desde 1840.
Además, cada vez hay más pruebas que sugieren que la proporción de personas mayores víctimas de alguna incapacidad que afecte a las tareas básicas de la vida cotidiana -vestirse, bañarse, hacer la comida o poder moverse en algún medio de transporte- es menor que antaño, por lo que se espera que siga cayendo.
El buen estado de los mayores una vez alcanzan cierta edad varía entre unos países y otros, incluso entre regiones cuyas tasas de esperanza de vida han evolucionado de forma similar.
En Europa, los datos muestran que la proporción de varones mayores de 65 años en buen estado de salud ha ido aumentando durante los últimos años en países como Austria, Bélgica, Italia, Finlandia y Alemania, y en Bélgica, Italia y Suecia en el caso de las mujeres.
En España, sin embargo, esta tasa se ha estancado, tanto en hombres como en mujeres, mientras que en países como Portugal u Holanda se ha reducido la cantidad de personas de más de 65 años que alcanzan esta edad sin ningún tipo de discapacidad.
La posibilidad de vivir más años y encontrarse en mejor estado de salud -pese a la contradicción que esto puede suponer a primera vista- se explica por la aparición de avances como los diagnósticos tempranos de algunas enfermedades, la mayor efectividad de los tratamientos y la menor prevalencia de algunas discapacidades que afectan a las facultades imprescindibles para el día a día.
Los autores del estudio cuestionan la creencia habitual de que las personas mayores de 85 años siguen vivas gracias a un enorme coste económico derivado de la ayuda médica que reciben, y subrayan que la longevidad excepcional no tiene porqué estar relacionada con un nivel de discapacidad elevado.
Los científicos aportan también "pruebas preliminares", según las cuales ampliar la vida laboral -una opción que se antoja más que probable en un futuro cercano para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones- puede ser beneficioso para la salud si se acorta el número de horas trabajadas por semana.
"Si las personas de sesenta años o incluso las de setenta y pocos trabajaran más tiempo de lo que lo hacen actualmente, la mayoría de gente podría trabajar menos horas por semana. Hay evidencias que indican que con una menor carga semanal pero con una vida laboral más larga se podría aumentar la esperanza de vida y mejorar la salud de la población", explican.
Sin embargo, los propios investigadores admiten que esta "redistribución del empleo" no sería suficiente, por sí sola, para afrontar todos los retos que están por venir y las implicaciones económicas que se derivan del envejecimiento mundial.
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