Este artículo se publicó hace 15 años.
Menorca, las aguas más transparentes del Mediterráneo
La isla del viento reúne un puñado de playas de ensueño que rozan los límites de la perfección: largas extensiones de arena fina, calas de color turquesa respaldadas por verdes pinares y un fondo marino extraordinario.
La más oriental de las Islas Baleares, alejada de la marea turística de Mallorca e Ibiza, es un paraíso para los amantes de la naturaleza virginal. Declarada Reserva de la Biosfera, la constelación de calas que la adornan son el mejor escaparate de su mediterraneidad, a pesar de que sólo representan una pequeña muestra de las casi trescientas que posee el archipiélago balear.
A la belleza de sus pueblos y de sus dos principales ciudades -Ciudadela y Mahón-, sus excepcionales espacios naturales, su cultura talayótica, sus elegantes centros de veraneo, sus puertos deportivos y sus exclusivos hoteles y agroturismos, Menorca une además un privilegiado clima y, sobre todo, un conjunto de ensenadas que hacen de ella un destino indiscutible de vacaciones en el Mediterráneo occidental.
A 16 kilómetros de Ciudadela, en el sur de la isla, se encuentra Macarella, la cala más famosa y renombrada de Menorca. Tanto se ha corrido la voz que para evitar meterse en un atasco, especialmente en agosto, se aconseja acceder a ella a pie desde cala Galdana, a lo largo de un llano paseo de media hora. Una vez en ella, se descubre su secreto: la combinación de arena blanca, aguas translúcidas y tranquilas y barrancos salpicados de pinos.
No se entiende ir a Macarella sin pasar a pie, o a nado, hasta su hermana pequeña, Macarelleta. La belleza de esta calita de apenas 20 metros de longitud es un prodigio de perfección, con las encinas y los pinos inclinados sobre sus aguas de color turquesa.
Al norte de la isla, La Vall de Algaiarens es una de las playas más pintorescas. A resguardo de las corrientes, su fina arena se funde con pintorescos pinares y un roquedo separa los dos abanicos de arena, escoltados por una sucesión de rosadas dunas. Tras la loma se halla la playa de La Vall, junto a la desembocadura de un barranco donde se observan especies vegetales endémicas y ejemplares de milano negro y águila pescadora.
Si hay un lugar que mejor resume toda la belleza del norte de la isla de Menorca es el tramo de costa que agrupa las playas de Cavalleria y Ferragut. Al valor de su arena oscura suma el valor añadido de las arcillas con las que se embadurnan los bañistas. Tras recorrer las playas se hace recomendable seguir a pie por la costa levemente acantilada que configura un tramo del Camí de Cavalls que circunda toda la isla, y lleva, en 20 minutos y siguiendo los mojones de madera, a cala Mica, uno de los contados refugios de surfistas en las Baleares.
Entre Son Saura y Son Bou surge el tramo de la costa de Menorca mejor preservado del litoral español y con las calas más bellas. Hasta aquí llega un turismo apacible en busca de tranquilidad que sabe apreciar la portentosa luz, las olas domesticadas y los bosquetes mediterráneos de este entorno. A unos 8 kilómetros de Ciudadela, Son Saura es una playa abierta al mar, pero abrigada al oleaje y también al fuerte viento de tramontana. La playa oriental, con un arroyo de agua fresca, es más bulliciosa, pero para ver la verdadera naturaleza que la protege lo mejor es contemplarla durante un paseo en barca desde las calas En Bosc o Galdana. Otra opción recomendable es la de ir andando, en un agradabilísimo paseo, hasta la playa de Es Talaier.
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