Este artículo se publicó hace 14 años.
La larga historia del frágil jarrón socialista
Un veterano dirigente ugetista hace memoria de los desencuentros entre el partido y el sindicato
"El momento más duro de las relaciones entre el PSOE y la UGT fue en 1985, cuando Nicolás Redondo y Antón Saracíbar tuvieron que votar en contra de la Ley de las Pensiones del Gobierno de Felipe González. Aquello fue tremendo". Así lo recuerda un veterano dirigente ugetista, que hace memoria de los desencuentros entre el partido y el sindicato.
De entonces para acá, ha pasado mucha agua bajo el puente de ambas organizaciones y, en ocasiones, la corriente ha sido turbulenta. La renuncia al escaño de los propios Redondo y Saracíbar en 1987, por ejemplo, provocó un lío fenomenal entre dos organizaciones consideradas hermanas y que tenían numerosos vínculos emocionales y estructurales. La huelga general de 1988, que sorprendentemente paralizó el país en plena expansión económica, o la negativa del sindicato a recomendar el voto al PSOE en las elecciones de 1993, fueron también mojones de discordia que sirvieron para diferenciar los papeles de ambos en la vida pública.
Como decía el secretario general de UGT, Cándido Méndez, en una reciente entrevista en Público, con el tiempo han aprendido a estar cada uno en su lugar. "Tenemos una función institucional y, si el PSOE gobierna, nosotros podemos no coincidir y por eso en la huelga general que hemos convocado para el 29 de septiembre nos situamos frente al Gobierno sin titubeos". Méndez cree, de hecho, que desde hace mucho tiempo se ha producido una normalización de las relaciones, que se atienen a elementos objetivos, en contraste con lo que ocurría a finales de los años ochenta. "Los elementos subjetivos, los arrebatos emocionales, que alguno se produjo en la huelga de 1988, han quedado atrás".
Pero esta normalización o institucionalización de las relaciones entre el PSOE y la UGT no significa que el reciente enfrentamiento entre ambas organizaciones no haya sido doloroso. Tras las agrias disputas mantenidas durante la larga etapa de gobierno de Felipe González, que llegó a ser tachado de "reaccionario" por el líder de la UGT, Nicolás Redondo, el partido y el sindicato habían conseguido recomponer las relaciones. Fuentes de la UGT recuerdan que la etapa de Aznar al frente del Gobierno, entre 1996 y 2004, hizo de pegamento y sirvió para reconstruir, pieza a pieza, el jarrón socialista. Con la llegada de Zapatero al Gobierno, la sintonía tomó cuerpo y Cándido Méndez, que tenía excelentes relaciones personales con ministros clave, como Pedro Solbes, se incorporó a la esfera de influencia en las decisiones gubernamentales. En algún momento, se llegó a hablar incluso de idilio entre el sindicato y el Ejecutivo.
Pero el jarrón se ha vuelto a romper. En una fecha imprecisa de este mismo año, pero que no está lejos del 29 de enero (cuando el Ejecutivo anunció un ajuste del gasto de 50.000 millones y cambios en el sistema de pensiones), UGT se percató de que el Gobierno había "cambiado de carril", como suele decir Méndez. ¿Será tan duro como el enfrentamiento de 1985? Veremos. Pero ninguna de las dos organizaciones quiere repetir aquella experiencia traumática que está grabada en su inconsciente colectivo. Y los carnets pueden ayudar: Zapatero sigue teniendo el de UGT y Méndez lleva 40 años como militante del PSOE.
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