Este artículo se publicó hace 12 años.
Cuando informar es cuestión de vida o muerte
Rosa Isela tuvo que huir de México por informar sobre los asesinatos y desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez
Alejandro Torrús
México es el segundo país más peligroso del mundo para ejercer la profesión periodística. Sólo en el año 2011 once periodistas fueron asesinados y dos desaparecieron, según el último informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF). Rosa Isela Pérez, periodista que cubrió durante casi una década las desapariciones y asesinatos cometidos contra las mujeres en Ciudad Juárez, consiguió salir del país con asilo político y vivir para contarlo. "No podía seguir en un país en el que no sabía si mis hijos volverían del colegio", señala Rosa Isela a Público.
El largo viaje de Rosa Isela comenzó en 1999 cuando escribió sobre los primeros casos de feminicidios en Ciudad Juárez enfocando sus informaciones a "la lucha y a la exigencia de justicia" de las familias de las víctimas y terminó en 2010, en el exilio. Sólo en 2009 y el primer semestre de 2010 se registraron más de 280 mujeres muertas, según el Instituto Chihuahuense de la Mujer. "En mi experiencia no sé qué era peor, si encontrar los cuerpos de las mujeres desaparecidas tiradas en los espacios públicos, torturadas y con señas claras de violencia extrema, o si me resultaba más denigrante ver el trato de las autoridades a las madres y familiares de las víctimas", escribe Rosa Isela en su demanda de protección ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2009.
"Por ética profesional, ante mi comunidad, decidí no dejar el tema"Las amenazas comenzaron a llegar a Rosa Isela dos años más tarde, en 2001. En noviembre de ese año aparecieron ocho cuerpos de mujeres en un campo algodonero de Ciudad Juárez. Rosa Isela centró su labor periodística en la investigación de estos crímenes utilizando como principal fuente de información a las madres de las víctimas o de otras mujeres desaparecidas, entre otros motivos porque, según reconoce, las autoridades mexicanas "prohibían de manera práctica su publicación y difusión". "Ellas me informaban que les decían, que si hablaban conmigo y veían notas (artículos) publicadas con su información matarían a sus hijas desaparecidas", escribe Rosa Isela.
A raíz de este hecho, la investigación de la periodista y la sucesiva de publicación de artículos al respecto, Rosa Isela comienza a recibir amenazas de muerte vía telefónica y vía email. Además, Rosa Isela denunció que era perseguida "constantemente" por otros coches, la fotografiaban por agentes que reconocía de la procuraduría del Estado y que su propia madre llegó a recibir llamadas preguntando por información personal de ella. Tras estas amenazas, Rosa Isela acudió al director de su periódico (El norte de Ciudad Juárez) para denunciar de manera conjunta.
"No podía seguir en un país en el que no sabía si mis hijos volverían del colegio""¿Para qué vamos a poner una denuncia si sabemos que es la misma Policía los que te están amenazando?", le contestó su superior, según recuerda la periodista, que denuncia que poco a poco el periódico comenzó a "editar" sus informaciones y a eliminar toda información que pusiera en duda la labor o implicación de la Administración. El motivo: hasta 2006 el periódico estaba enfrentado con el Gobierno estatal y utilizaba las informaciones de el feminicidio de Ciudad Juárez. Con el cambio de Gobierno, la nueva administración se reunió "con los dueños del periódico y buscaron negociar la reducción o eliminación de las notas sobre violencia contra mujeres".
A la par, y según describe la periodista, las autoridades comenzaron a decir que las desapariciones o asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez "Por ética profesional, ante mi comunidad y propia, decidí no dejar el tema", señala Rosa Isela. De hecho, fruto de esa dedicación la organización Isis Internacional le había entregado el premio al mejor trabajo publicado en América Latina sobre violencia de género por sus reportajes.
Sin embargo, tres meses más tarde de dicha reunión, Rosa Isela fue despedida. "El responsable de Recursos Humanos me dijo que no sabía el por qué". La respuesta le llegó tiempo más tarde a través de un anónimo publicado en prensa. "En este anónimo se explicaba que el Gobierno había negociado con el periódico por mi cabeza. Y lo digo así porque así estaba escrito textualmente", apunta la periodista quien a raíz de su despido no pudo encontrar empleo en ningún otro medio o, incluso en la Universidad.
"Todos me decían que no querían una periodista que escribía sobre el mito o los inventos de las mujeres de Ciudad Juárez", explica. "¿Cómo se va a corregir esta lacra si se trata de invisibilizar el problema? Los medios deben asumir su responsabilidad de función social y señalar a los culpables de esta impunidad", concluye.
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