Este artículo se publicó hace 17 años.
Los hipocondríacos le salen caros a Sanidad
Las pruebas innecesarias suponen un 10% del gasto sanitario total
Dos ancianos se encuentran en la consulta del médico y uno le dice al otro: “Hace un mes que no te veo por aquí”. El otro le responde: “Es que he estado enfermo”. El chiste, que caricaturiza a los hipocondríacos cuando han tenido una dolencia física real, no tiene ninguna gracia para el sistema sanitario, que dedica un 10% del gasto total a radiografías, análisis, biopsias y una infinidad de pruebas innecesarias a personas que obsesivamente creen padecer enfermedades.
El coste no sólo es económico: aumentan las listas de espera. Lo afirma Javier García-Campayo, director de la Unidad de Trastornos Somatomorfos del Hospital Universitario Miguel Servet. “Hay mucha gente que llega con un dolor de cabeza y cree que tiene cáncer, y se le hace una prueba por si acaso”, asegura. “Y puede que salga alguna alteración –añade–porque incluso sanos la podemos tener, y estos pacientes se agarran a eso”.
400.000 afectados
El 10% de las consultas de atención primaria corresponden a estos pacientes: “Si la media de visita al médico es de 12 veces al año por persona, en el caso de los hipocondríacos la cifra se dispara”, explica García-Campayo. ¿Pero acuden más estas personas a la sanidad pública que a la privada? “Por igual”, asevera. Pero matiza, no obstante, que el ciudadano por lo general acude antes a la pública y, si no queda satisfecho, va a la privada.
Varios estudios realizados por expertos en pisquiatría calculan que más de 400.000 personas padecen esta enfermedad mental en España. “Son enfermos reales, tienen una dolencia psicológica”, dice el doctor García-Campayo, coautor del libro Usted no tiene nada. La somatización.
La Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental destaca el doble problema al que se enfrentan estas personas: “Primero, padecen una enfermedad, como el que se rompe un hueso; y segundo, el estigma que supone tener esta enfermedad”. Nada que ver con el enfermo imaginario de Molière.
Cuando el médico se equivoca
Juana Hidalgo, 27 años, ha pensado muchas veces que tiene cáncer y, sobre todo, que está a punto de darle ataques al corazón. Se asusta cuando le duele algo. “Me empezó a doler el brazo y a perder fuerza y creía que me iba a dar el ataque, así que fui a varios médicos”, cuenta. Resultó ser un problema de cervicales, que alivia a menudo su masajista.
No se considera hipocondríaca, pero admite que va al médico muchas más veces que la gente de su entorno. Juana se hace análisis cada seis meses o “incluso menos”. Y físicamente, parece no necesitarlos. Su aspecto es saludable. De hecho, reconoce, muy pocas veces ha estado resfriada.
En una ocasión fue el médico quien se equivocó. “Me salieron unas ronchas en la piel –explica– y el médico me dijo que eran herpes o picaduras de arañas”. Pero no se lo creyó. Se enfadó y le dijo que eso no podía ser. Juana, esa vez, tenía razón. Después de varias pruebas supo que nunca más se podría volver a sentar en sillas de enea. Es alérgica al material.
Pero el error en el caso de Juana no fue tan grave como el de Elena. “Desde febrero de 2006 empecé con un dolor de espalda horrible, no podía dormir ni acostarme en la cama y cuál fue mi sorpresa cuando el médico de cabecera de mi pueblo me dijo que lo que tenía que hacer era cambiarme el colchón y vería qué bien me iba a sentir. Como lo cuento, parece increíble que pasen estas cosas, pero son reales”, explica esta joven en la página web de la Asociación Síndromes de Ehlers-Danlos e Hiperlaxitud. Es la enfermedad que finalmente le diagnosticaron.
Otro día, el médico le dijo que dejara de “calentarse” la cabeza y que lo que debía hacer era quedarse embarazada. “Te sientes muy mal de ver que no te quejas por gusto y te toman por hipocondríaca”, añade.
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