Este artículo se publicó hace 16 años.
La gaviota del PP andaluz anida en la Costa del Sol
El PSOE resta importancia al avance de los conservadores en ciudades andaluzas como Málaga y Almería
Alfonso Guerra intenta presentarse en el PSOE andaluz como el niño que grita bien alto que el rey está desnudo; es decir, que el crecimiento del PP es preocupante o, según sus palabras, “mayor del que quisiéramos”. El aparato del partido en la región, por voz de Luis Pizarro, su número dos, responde que no, que el rey no sólo no está desnudo, sino que luce aún sus ropajes de gala, insignia de mayoría absoluta incluida, nada menos que 26 años después de estrenarse en el poder. “Es un análisis muy superficial. Son las cosas de Alfonso Guerra”, opina Pizarro.
Lo evidente es que la actitud crítica de Guerra, avalado por los resultados del PSOE en Sevilla, no convence al entorno de Manuel Chaves, líder de un partido poco dispuesto a mostrar preocupación por lo evidente: el PSOE mantiene su hegemonía en Andalucía, sí, pero el PP estira su área de influencia y se consolida allí donde ha colocado a alcaldes con tirón popular. Es el caso, por ejemplo, de Teófila Martínez en Cádiz, que ha contrarrestado, como número 1 de su lista, el efecto Rubalcaba que buscaba el PSOE.
En las autonómicas el PP fue el partido más votado en todas las capitales de provincia salvo en Sevilla, refrendando su condición de formación con más apoyo en las ocho capitales en las últimas municipales. El 9-M el PP fue, también, el partido más votado en todos los municipios de la Costa del Sol. La pregunta del PSOE, mayoría absoluta en mano, es la siguiente: ¿Hay margen para la autocrítica? Chaves ya respondió el día 10: “Volvería a firmar perder otro 2% en 2012”.
Una lenta penetración
El PSOE ha pasado de 61 a 56 diputados, nueve más que el PP, que le ha recortado la distancia en 15 con respecto a 2004. Los conservadores dominan por primera vez dos provincias: Almería y Málaga. En cada una de ellas, el PP gana dos escaños frente al PSOE, que pierde uno por provincia. Ese “más de lo que quisiéramos” al que aludió Guerra viene, en gran parte, motivado por este incipiente dominio del PP de la costa oriental, que podría extenderse también a Granada, donde ambos partidos empatan, gracias al escaño que el PP arranca al PSOE.
En el contexto de pique amable por ganar poder en Madrid entre las federaciones socialistas de Catalunya y Andalucía tras el 9-M, las palabras de Guerra han sonado inoportunas. Más aún cuando la trayectoria del antiguo vicepresidente no se distingue por su apoyo incondicional a Chaves, con el que mantiene una relación de extrema frialdad, cuando no de recelo político, desde el alejamiento entre Guerra y Felipe González. “Sin las cuatro letras no somos nada”, subrayó Guerra en un discurso ante Chaves, el 13 de marzo.
La sorprendente victoria del PP en Málaga en las autonómicas (ocho a siete) otorgó un enorme protagonismo a sus cabezas visibles. “Los resultados en Málaga hacen necesario reflexionar sobre cómo hacer las cosas en otras provincias”, dijo el 10 de marzo Esperanza Oña, número 1 por Málaga, alcaldesa de Fuengirola y a quien Javier Arenas podría dar la portavocía parlamentaria. Francisco de la Torre, alcalde de Málaga, fue quien sacó pecho al día siguiente.
Consultados por Público, responsables del PP en la Costa del Sol rechazan la idea de que el mérito del avance del PP sea suyo y subrayan su apoyo a Arenas pese a su tercera derrota. “Los rasgos de la población en la costa son otros. Nuestro mensaje llega mejor, pero el estilo es igual”, explica Joaquín Ramírez, presidente del PP en Málaga. ¿Y las palabras de Oña y De la Torre? “Orgullo por el trabajo bien hecho”. En el mismo sentido se expresa Ángeles Muñoz, alcaldesa de Marbella. “Todos participamos de un mismo logro”, dice, para después descargar una batería de críticas contra la Junta de Andalucía.
La situación de Málaga es similar a la de Almería. “Es que el mensaje del PP en la costa es que no hay reglas, que todo el mundo a hacerse rico”, lamenta Martín Soler, secretario provincial del PSOE. Frente a este discurso, ni Guerra lograría tan buenos resultados.
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