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‘Galettes’ y mantequilla salada en la Bretaña

Rennes. Héctor, traductor, recomienda una ruta por la gastronomía local

MARIOLA MORENO

Las llamas del gran incendio de 1720, atribuido a un carpintero borracho, arrasaron buena parte de la ciudad medieval, pero el viajero que recale en Rennes sabrá disfrutar del puñado de casas que se salvaron de la quema. Para conocer la capital de Bretaña, en la cornisa oeste de Francia, lo mejor es 'perderse caminando por el casco antiguo', recomienda Héctor López Conceiro,de 23 años, licenciado en Traducción e Interpretación y que residió un año en la ciudad. Antes, para llegar a Rennes, lo mejor es 'coger el TGV [el tren de alta velocidad francés] desde el aeropuerto Charles de Gaulle' de París, explica. 'El trayecto dura tres horas. Si se compran los billetes con antelación, el precio sale mucho más económico'.

Ya sea a pie, como recomienda Héctor, o en bicicleta (alquileres en www.levelostar.fr) orientarse en la ciudad bretona es fácil; el centro está dividido por el río La Vilaine, que desaparece unos metros antes de la llamada Place de la République, al norte de la cual se extiende la ciudad medieval. Precisamente ese es el punto de partida que este intérprete en ciernes propone para iniciar un recorrido gastronómico. La catedral de St. Pierre, la plaza del Ayuntamiento y la antigua sede del Parlamento de Bretaña son paradas obligadas antes de poner rumbo a la calle St. Georges, 'llena de restaurantes y creperías' donde degustar las especialidades locales.

Hay también mercados artesanales y zona de marcha en la Place de Sainte-Anne

'Recomiendo la galette tradicional, de jamón, huevo y queso, y acompañarla con sidra, que no es como la asturiana, sino que tiene gas, y que se bebe en la taza bretona típica: un tazón grande decorado con una línea roja. Como postre, la crêpe de caramelo con mantequilla salada', sugiere este viajero. Mientras en España las crêpes son 'dulces o saladas', los bretones, a la sazón los padres de estas tortitas, emplean diferentes tipos de harina para preparar unos y otros. Así, las galettes tienen como ingrediente principal 'la harina de trigo sarraceno (o trigo negro)', lo que confiere a la masa un aspecto más oscuro y 'la hace crujiente', a diferencia de la crêpe, de textura y color conocidos.

La mantequilla es otro de los secretos de la cocina francesa, 'por eso los croissants en Francia están tan buenos' ('imprescindible' la pastelería À la Fournée de Saint-Michel, en 23, rue St. Michel), apostilla Héctor, que recomienda encarecidamente probar la mantequilla en su variedad bretona 'salada o semisalada'. Si se prefieren los mercados, los sábados, en la Place des Lices, 'se pueden comprar ostras frescas o queso artesanal'.

Cuando cae la noche, lo mejor es salir a tomar algo en los alrededores de la Place de Sainte-Anne, 'lugar de encuentro de jóvenes y perroflautas', bromea Héctor, que recomienda acercarse a un bar 'típicamente bretón' llamado Ty Anna Tavern, donde hay música en directo. El recorrido continúa por la aledaña calle de Saint-Michel, conocida popularmente como rue de la soif [calle de la sed], plagada de terrazas. Al filo de la medianoche, la siguiente parada puede hacerse en el pub La Contrescarpe (5, Place du Champs Jacquet). Habrá que tener presente, eso sí, que 'es obligatorio consumir'. 'Sobre todo cuando hay poca gente, el camarero te puede echar, literalmente, del local', advierte Héctor. O bebes o te vas.

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