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El Futurismo cumple cien años
Obviar el pasado fue la tesis de partida del Futurismo, un movimiento de vanguardia que se generó durante la considerada última gran renovación de las Artes en Occidente, ocurrida a principios del siglo XX.
El París de principios del siglo XX, así como el del período de entreguerras, supuso un antes y un después en la concepción de las artes visuales y literarias, una "vuelta de tuerca" para los intelectuales de la época.
Y allí fue donde se publicó el primer "Manifiesto del Futurismo" el 20 de febrero de 1909 en el diario "Le Figaro", en el que el poeta italiano Filippo Tomasso Marinetti (1876-1944) sentó las bases del movimiento.
En los años posteriores, los artistas plásticos -incluso los arquitectos- difundieron otros manifiestos, entre ellos el firmado en 1910 por los pintores italianos Umberto Boccioni, Carlo Carrà, Luigi Russolo, Giacomo Balla y Gino Severini en la revista milanesa "Poesía" que fundó Marinetti en 1904.
Marinetti revolucionó la poesía al cambiar la disposición y plasticidad de los versos en las hojas de papel, en lo que denominó como "le parole in libertà" (las palabras en libertad), donde la concatenación de fonemas imprime un nivel de abstracción en el ritmo visual y sonoro versificado.
De ahí que la interpretación de sus poemas "Dune" y "Zang Tumb Tumb" (1914) sirvan de ejemplo para la "poesía performativa sonora" actual, en la que un poeta -habitualmente experimental, visual o concreto- recita versos fónicos que generan una ilusión y belleza basada en el sonido.
Las tesis sintéticas y sintácticas de Marinetti también contribuyeron de manera indirecta a una ruptura tipográfica en el campo editorial y publicitario: identificó las letras con los tipos gráficos y el papel con el lienzo para crear una poesía plástica.
El poeta bautizó como "destrucción de la sintaxis" esta "revolución tipográfica y variedad multicolor de las letras", con las que buscaba "redoblar la fuerza expresiva de las palabras".
Marinetti ejerció de mecenas de los pintores italianos futuristas, ya que el poeta, además de autoproclamarse la "cafeína de Europa", era empresario.
Su nueva manera de entender el tiempo y el mundo contagió a pintores coetáneos y compatriotas quienes, tras adherirse al manifiesto de 1910, honraron con sus pinceles la velocidad a través de la suma de planos para representar una acción en un lienzo.
Fuera de Italia y Francia, el futurismo dejó una fuerte impronta en la Rusia literaria y artística de principios del siglo XX, donde fue abanderado por los poetas Vladimir Maiakovski y Velimir Jlébnikov con su manifiesto "Bofetada al gusto público" (1912).
Jlébnikov fue, a su vez, el precursor de lo que en lengua rusa se denominó "zaum" (o poesía transmental), "acciones sonoras" en las que prima la belleza del significante en detrimento del significado.
A nivel pictórico, las exposiciones más relevantes de la época fueron: "Los Pintores Futuristas Italianos" (1912, París) y "La Última Exposición de Pintura Futurista" (1915, Petrogrado).
El francés Guillaume Apollinaire, ligado al cubismo y renovador también de la poesía de vanguardia con su obra "Caligramas" (1918), habló de "debilidad" de la pintura en una crítica de la muestra de 1912 publicada en "L'Intransigeant".
Pero hablar del futurismo y de Marinetti es también mencionar la sombra que planea sobre ellos, la de su relación con el régimen de Mussolini como la obra "Futurismo y fascismo" (1924) y también del entusiasmo del poeta por la guerra.
El fundador del Futurismo calificó la guerra de "higiene del mundo" y elevó sus sonidos cacofónicos a poesía en la antesala de la I Guerra Mundial: "tara-tatatata" "traak-traak" o "pic-pac-pum-tumb".
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