Este artículo se publicó hace 4 años.
Explotación laboral de migrantes en un lavadero de coches de Melilla: doce horas al día por 250 euros al mes
Tarek es uno de los empleados que la Policía encontró trabajando sin contrato en las instalaciones, cuyos dueños han sido detenidos: "Nos amenazaba con no pagarnos si parábamos para ir al baño"
Rosa Soto
Melilla-
Rodeado de espuma, mangueras y trapos, Tarek Abou (nombre ficticio) había perdido ya la cuenta de los coches que había limpiado y los que todavía tenía por delante. "Llegaba a limpiar hasta 30 automóviles al día, al llegar la noche no tenía fuerzas para nada", recuerda este joven egipcio a Público una semana después de ser liberado. Se encontraba limpiando un vehículo todoterreno cuando agentes de la Unidad Contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) de la Jefatura Superior de Policía de Melilla se personaron junto a miembros de la Inspección de Trabajo en el lavadero de coches en el que trabajaba jornadas de hasta 12 horas diarias por 10 euros al día, 250 euros mensuales, sin contrato.
Tarek es uno de los siete ciudadanos extranjeros que estaban empleados de forma irregular en estas instalaciones ubicadas en un polígono a las afueras de la ciudad autónoma de Melilla. Este joven egipcio, que no llega a la treintena, llevaba menos de un mes trabajando en este lavadero de coches junto a otros cuatro compatriotas, todos ellos solicitantes de asilo y uno de ellos menor de edad, del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), y dos ciudadanos marroquíes, acogidos en la plaza de toros de Melilla tras quedarse atrapados en la ciudad por el cierre de la frontera derivado de la crisis sanitaria de coronavirus.
"Acepté el trabajo porque no tenía otra cosa. Dejé atrás mi familia para encontrar un futuro mejor para todos y hasta ahora han sido ellos los que me han enviado dinero y no al revés, como debería ser", dice cabizbajo apoyado en un muro próximo al CETI. "No me imaginaba que me iba a estar así en España, pensaba que me ayudarían", añade. El atestado policial apunta que los responsables del lavadero de coches "se aprovechaban de la extrema situación de necesidad personal y económica de estas personas", por lo que "las jornadas laborales que les imponían eran de doce horas diarias, de lunes a sábado, con un descanso de 15 minutos para comer. Todo ello por unos 250 euros mensuales", según manifestaron Tarek y sus compañeros a los agentes de policía.
La rutina de Tarek durante las semanas que pasó trabajando en el lavadero de coches combinaba el ritmo frenético que le imponían sus superiores y las amenazas de impago o despido si no cumplía con las exigencias. "Desayunaba temprano en el CETI para estar en el polígono a primera hora de la mañana. Los gritos llegaban al mediodía, porque con 15 minutos de descanso no tenía tiempo de volver al CETI, comer y regresar al lavadero", describe mientras se ajusta la mascarilla debajo de su gorra: "Había días que me quedaba sin comer, por lo que trataba de irme antes para no perderme la cena, que en el CETI la sirven a las ocho de la tarde. Algún día me quedé sin cenar porque la cocina ya había cerrado cuando llegué".
Las amenazas también eran habituales cuando alguno de los empleados solicitaba ir al servicio: "Nos amenazaba con no pagarnos si parábamos para ir al baño". El informe policial recoge que "las víctimas habitaban y pernoctaban en el interior del lavadero en condiciones higiénico-sanitarias lamentables, sin la ventilación adecuada y sin lugar para el aseo personal, encerrándose en su interior al acabar la jornada laboral y abriendo a la mañana siguiente cuando alguno de los responsables del negocio llegaba a las instalaciones".
"Las víctimas habitaban y pernoctaban en el interior del lavadero en condiciones higiénico-sanitarias lamentables"
En su caso, Tarek afirma que siempre regresaba al CETI para pasar la noche allí, pero reconoce que había compañeros que permanecían en un minúsculo habitáculo porque les parecía que, a pesar de las condiciones, había menos riesgo de enfermar por coronavirus que en las masificadas instalaciones del CETI, al doble de su capacidad.
Una llamada anónima alertó a la Inspección de Trabajo de Melilla de la situación que vivía Tarek y sus compañeros. Este organismo ha abierto los expedientes sancionadores correspondientes a las infracciones detectadas en el ámbito de la legislación laboral. Por estos hechos detuvieron a los tres responsables del lavadero, todos ellos de nacionalidad española, acusados de varios delitos contra los derechos de los trabajadores, por dar empleo a ciudadanos extranjeros sin permiso de trabajo, en condiciones en las que ven restringidos todos sus derechos laborales en cuanto a jornada laboral, descansos, salario mínimo interprofesional, pagas extras, vacaciones, permisos y bajas médicas remuneradas.
Esta acción conjunta de la UCRIF y la Inspección de Trabajo se enmarca en el Convenio de Colaboración entre el Ministerio de Empleo y Seguridad Social y el Ministerio del Interior para la lucha contra el empleo irregular y el fraude a la Seguridad Social de 2013 y forma para de la operación Empact TSH Laboral 2020, desarrollada paralelamente a nivel de la Unión Europea entre septiembre y octubre. En este periodo se efectuaron doce inspecciones en locales comerciales de Melilla, entre los que se encuentran tres cafeterías, dos peluquerías, dos obras en construcción, una tetería, este lavadero de coches, una constructora, un local de aluminios y otro de bricolaje. En total se identificaron 45 personas, 26 de ellas extranjeras, nueve trabajadores en situación administrativa irregular y tres empleadores detenidos y otro imputado de nacionalidad española.
"Ahora mismo no tengo nada. Dejé El Cairo en busca de un futuro, pero estoy atrapado en Melilla, sin trabajo y sin posibilidad de salir hacia la península"
"Ahora mismo no tengo nada. Dejé El Cairo en busca de un futuro mejor, pero estoy atrapado en Melilla, sin trabajo y sin posibilidad de salir hacia la península porque llevan meses sin hacer traslados con la excusa del coronavirus", relata Tarek. Es el mayor de siete hermanos. En su ciudad era operario en una extensión agrícola, donde llevaba un tractor porque era el único que tenía conocimientos de mecánica, trabajo que combinaba con otro en un taller, pero insuficiente para ayudar a mantener a su familia. Agobiado por la situación económica de sus padres y sin expectativas de poder formar su propio hogar, decidió poner rumbo a Europa, "la tierra de los sueños rotos", hace un año, cuando llegó a Melilla y descubrió que nada era como le habían descrito.
"Pensé que la estancia en el CETI sería temporal, como su nombre indica, empecé a estudiar castellano con las ONG que dan clases en el centro, pero todo se paralizó con la pandemia y no sé cuándo podré retomar mi viaje hacia la península", explica. Tarek cogió los pocos ahorros que tenía su familia y puso rumbo hacia la frontera sur de Europa al considerar que era la vía menos peligrosa. De Egipto cruzó a Libia, donde pasó 10 meses trabajando en otros talleres, pero ganando muy poco. Después cruzó a Argelia, donde permaneció cerca de dos semanas, hasta que logró sortear el cierre fronterizo y pasar a Marruecos.
Ya en el país vecino consiguió hacerse con un pasaporte falso que le permitió entrar a la ciudad autónoma de Melilla, pero no contaba con las trabas administrativas y la llegada inesperada de la pandemia. Echando cuentas estima que ha invertido más de 5.000 euros en todo el viaje, sumando ahorros y préstamos de amigos y familiares que espera devolver en cuanto consiga un trabajo. "Es mucho dinero, pero es más barato que la cantidad que te reclaman para conseguir una visa". Para conseguir un visado temporal para entrar a España de forma regular por un periodo de 90 días hay que demostrar la capacidad de pagar 95 euros al día, esto es 8.550 euros, según se lee en la sección "Acreditación de Medios Económicos" de los requisitos de entrada de extranjeros al país en la web el Ministerio del Interior. Ahora, sus esperanzas están puestas en la reactivación de los traslados hacia la península y encontrar un trabajo que le permita vivir con dignidad y ayudar a los suyos.
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