Este artículo se publicó hace 15 años.
El Estu puede con Ricky
Udrih, con 23 puntos, confirma una vez más la maldición del campeón anterior.
Udrih se empeñó en convertir el manido axioma de la Copa desde 1988, el campeón del año anterior nunca repite, en un nuevo tabú para el Joventut. Su aportación (23 puntos) dejó sin sentido todo lo que hizo Ricky. Porque el baloncesto es diferente con Ricky que sin él. Para su equipo. Para su rival. Y para el resto del mundo. Ayer se volvió a demostrar. En cuanto aparece, el ataque de la Penya entra un estado catárquico. Mirar al aro ya no supone un ejercicio de autoafirmación entre el resto que tensiona cada circulación. En esa indefinición se encontraba el Joventut (21-17, min. 13) hasta que apareció su descaro.
Desde el perímetro hasta el interior de la zona de Estudiantes con fintas que convierten al balón en un elemento fantasma. En apenas cuatro minutos, reordenó las sensaciones del Joventut con un parcial de 3 a 12 (él anotó cinco puntos consecutivos) que devolvió a su equipo el guión del partido (24-29, min. 17). Después apareció la mancha (tercera personal). Un malentendido que él mismo fabricó sin necesidad y que le sirvió a Estudiantes para reivindicarse en cuanto desapareció Ricky. Entre Jasen y Udrih se apoderaron de la estadística (parcial de 8-0, 34-34) para confirmar por enésima vez que las miserias en liga no influyen cuando un título aparece sólo a tres partidos.
En cuanto aparece, el ataque de la Penya entra un estado catárquico
Con un ataque ordenado, sin alardes, tampoco el Estudiantes actual está para permitírselos, los de Casimiro creyeron en si mismos como no lo han hecho en lo que va de temporada. Udrih aportaba los puntos y Brewer y Granger la intensidad para despegarse de la Penya (43-36, min. 26), mientras Ricky no paraba de corregir desde el banquillo. Un triple de Lavina le devolvió a su sitio natural.
La determinación de su mano izquierda no sólo dirige los designios de su equipo. Parece que también los del mundo. Tras su rentré en el tercer cuarto, Estudiantes entró en un debate interno en el que, por momentos, aparecieron los miedos que le persiguen cada domingo. Sólo Udrih creyó en el milagro. Sólo Udrih entendió que la Demencia merece de vez en cuando darle sentido a su grito exacerbado: "Somos el primero equipo de Madrid".
Y eso que Ricky se empeñó en todo lo contrario. En el último cuarto, todas las acciones pasaron por él. Desquició en defensa a Brewer, robó balones, anotó cuando su equipo lo necesitó pero el Estudiantes miró a su pasado y supo que no podía fallar. Los toreros volvieron.
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