Este artículo se publicó hace 15 años.
"Estar vivo es sinónimo de hacer equilibrismo"
La artista de Malí habla de su singular repertorio, en el que mezcla géneros occidentales con sonidos africanos
Contesta desde la furgoneta que la lleva al aeropuerto de París, desde donde tomó ayer un vuelo a Sevilla para actuar, esta noche, en el Festival Territorios. Rokia Traoré (Mali, 1974) habla un inglés pausado, pero se hace entender... hasta que un pequeño alboroto interrumpe la conversación. La cantante se disculpa: "Perdona, es mi hijo pequeño, que ha visto un avión aterrizando y me lo estaba enseñando. Le fascinan los aviones". Igual le sale piloto. Porque a ella, de niña, le fascinaba Ella Fitzgerald y miren en lo que se ha convertido: en una de las voces más personales y emocionantes de la música africana. También fue fan de Dire Straits, "por mi hermano", y de muchos otros grupos occidentales.
Vivió mucho tiempo fuera de Malí, su país de origen, porque su padre fue diplomático. Por eso estamos ante una artista singular que cruza dos culturas opuestas, a veces enfrentadas y siempre relacionadas. El próspero occidente y la anclada África. "Mi música es como yo: africana y europea". Esa identificación radical con su música es su gran secreto, su más preciada riqueza. La muestra como nunca antes en Tchamantché, el disco que publicó el año pasado, donde se destapa como una blueswoman subsahariana capaz de ejecutar la pirueta más difícil, la de la originalidad.
Ha dicho que busca un sonido que nadie ha escuchado. ¿Lo encontró en Tchamantché?
Lo que intento es hacer las canciones que están en mí y que no encuentro en otros artistas. No tengo ningún interés en repetir lo que hacen otros. No es algo planeado, sino que me sale de una forma totalmente natural.
Todo un reto, la búsqueda de lo original.
En realidad, es una búsqueda de mí misma. Luego, el resultado puede sonar original o sonar a algo que ya se ha hecho antes.
¿A sus influencias?
Sí, pero mis influencias son muy amplias, no tienen límites. No tengo un estilo favorito. En cualquier cultura del mundo hay música con la que empaparse.
¿Cómo se busca a sí misma?
Pienso muy cuidadosamente lo que quiero hacer antes de comenzar con el proyecto, porque no puedes pensar y grabar al mismo tiempo. Tienes que saber exactamente lo que quieres. Luego, hay que saber escoger a los músicos, para que eso que has planeado salga correctamente. Una vez sabes lo que quieres y tienes a los músicos, el siguiente paso es trabajar y trabajar, que es la parte más dura.
¿Por qué?
Lo más difícil es convertir en música las ideas que tienes en la cabeza. Es complicado que los músicos comprendan a fondo tu idea de cómo debe sonar y que toquen cómo tú sientes que tienen que tocar.
¿Y cuál era la idea en Tchamantché?
Quería volver a tocar la guitarra, que fue mi primer instrumento. Llevaba años sin practicar, ya que me había volcado en instrumentos tradicionales. Tuve que aprender de cero el ngoni, la kora y el balafon, ya que eran instrumentos de Malí que desconocía, y me tuve que concentrar totalmente en eso.
¿Y por qué ahora?
Después de diez años, la necesitaba. Empecé a tocarla porque mis primeras influencias fueron el rock, el blues y el jazz clásico, y ahora quería dar más protagonismo a esos estilos. Son géneros muy próximos a mí. Dentro de ellos, me puedo encontrar a mí misma.
¿Temía desconcertar a su público?
No fue una decisión fácil, eso está claro. Me preocupaba que no se entendiera la nueva dirección de mi música. Pero mi mayor dolor de cabeza era que el intento fuera frustrado, que no lograra cambiar lo suficiente, que la idea que tenía en mi cabeza no se transformara en música en la realidad. Porque el cambio era total: instrumentos, sonido, composición e incluso en las letras.
Y una mayor sencillez.
Sí, como búsqueda de lo esencial. A veces, una melodía que no cambia en toda la canción es muy placentera y no necesita variaciones ni complicaciones. Esto es lo que más me gusta hacer ahora.
¿Porque su vida es más sencilla?
Sí. Hay algo innato en el ser humano, que es el buscar cosas nuevas continuamente. Objetivos, metas Y cuando se consiguen se buscan otros objetivos. Cada vez soy más consciente de que, en realidad, estamos repitiendo siempre las mismas cosas, que lo esencial es siempre muy parecido. Y creo que mi música se ha contagiado de esa sensación.
Tchamantché significa "el centro" como sinónimo de equilibrio. ¿Es posible encontrarlo?
La lucha de lo cotidiano es el equilibrio. Todo está moviéndose y cambiando continuamente. Y tú mismo estás cambiando también, para responder a la vida que te rodea. Son cambios que no se perciben en el día a día, pero está claro que no somos los mismos que hace diez años. Estar vivo es sinónimo de hacer equilibrismo, algo que nunca consigues totalmente.
En el disco toca el tema de la emigración. ¿Desde qué óptica?
Sí, ese asunto lo trato en la canción Tounka. Ni los mismos africanos creemos en nuestro continente. Por supuesto, comprendo a la gente que se va y no trato de demonizarlos: no puedes quedarte en un lugar donde no tienes ninguna perspectiva, sobre todo si eres joven. Es razonable y ha ocurrido a lo largo de toda la historia de la humanidad. Pero al mismo tiempo, tenemos que darnos cuenta que esa no es una solución para África, que tenemos que construir África nosotros mismos. Este continente es riquísimo: en cultura, en materias primas... Hay petróleo, diamantes, oro Salir de África no es una solución. Los africanos llevan saliendo de África desde los 60 y no hemos prosperado.
También está la responsabilidad de Occidente, ¿no?
Por supuesto. Yo no soy ninguna experta en política o economía, pero creo que para cambiar África hay que cambiar la forma en que pensamos África. Tanto los africanos como los europeos. Sobre todo estos últimos, que en su mayoría desconocen la colonización y sus terribles consecuencias. La gente no sabe lo que ocurrió allí. En África hay una especie de maldición cultural, un mal presentimiento que lo inunda todo, puedes sentirlo.
¿Tiene esperanza?
Sí, no puedo dejar de ser optimista. Creo que cuando no es tu continente o tu país, lo más fácil es pensar que no hay ninguna solución. Pero es distinto cuando tienes allí a tus familiares. El problema está en pensar que los males de África son sólo económicos, pero el problema principal es sociológico y cultural, y está directamente relacionado con la colonización y sus consecuencias.
¿Puede ayudar la música?
Sin duda. Ofrece una visión muy positiva de África. Ahora se escucha bastante música africana en Europa y los europeos pueden darse cuenta de que África existe, o al menos de que no todo lo que ocurre allí es malo.
¿Cuál es el último álbum que le ha emocionado?
Un viejo disco de Léo Ferré. Escuchándolo, he decidido grabar un disco de versiones de otros artistas antes de que se me publique mi próximo disco. Habrá canciones francesas, africanas y algunos clásicos del jazz.
¿Recuerda la primera vez que escuchó música?
No, pero sería algo de Ella Fitzgerald, porque le gustaba mucho a mi padre. También escuchaba a Dire Straits, por mi hermano.
Por cierto, en Zen habla del valor de no hacer nada.
Pues sí. Es muy necesario. A mí me pasa: no puedo parar. Estoy trabajando todo el tiempo. Quizás es mi vena occidental.
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