Este artículo se publicó hace 13 años.
Una escapada a Lisboa
Para quedarse con el mejor recuerdo de cómo es la capital portuguesa, comunicada con Renfe, aquí tienes un puñado de propuestas para disfrutarla.
Uno no se cansa de volver a Lisboa, porque cuanto más se conoce la capital, más se disfruta de su sabor añejo y húmedo. También de su mestizaje, del fado, del tranvía y el Tajo. Es cierto que había varias ciudades, la señorial del Barrio Alto y del Chiado y la más comercial, la de la Baixa.
1. Un tarde en el café Brasileira
Fernando Pessoa era un habitual de esta cafetería art decó fundada a principios del siglo XX en el Chiado como tienda de café, como muchos otros artistas y escritores que la tenían como lugar de encuentro. Hoy, sigue fiel a su espíritu de antaño, y es un lugar de cita obligada.
2. Cruzar el Vasco de Gama
Pasar en coche por este puente construido durante la expo de 1998 y que junto al Veinticinco de Abril unen Lisboa con la otra orilla es una experiencia espectacular, porque en su parte más baja se tiene la sensación de navegar sobre las aguas del estuario del Tajo.
3. Noche de fados
Uno de los clásicos de la noche portuguesa es cenar en una casa de fados mientras suenan los nostálgicos y melancólicos compases de la música portuguesa por excelencia. En Lisboa hay algunos con solera como Bacalhau del Molho y el Clube de Fado, aunque más genuinas son las de Alfama.
4. De la torre de Belém a los Jerónimos
Declarados Patrimonio Mundial de la Unesco son, sin duda, los monumentos más emblemáticos de Lisboa. La torre fue construida en el siglo XVI para defender la desembocadura del Tajo y el impresionante monasterio de los Jerónimos es la mejor muestra del estilo manuelino, además de simbolizar el esplendor de Portugal durante la época de los descubrimientos.
5. Los Pasteles de Belén
Ir a Lisboa y no comer Pasteles de Belén es un crimen. Uno no se puede resistir. El problema está en comer solo uno, porque una vez que se empieza apetece seguir y no parar. Son una especie famosa de pasteles de crema en los que la base es de hojaldre y el relleno de leche, nata, vainilla y .... no se sabe que más.
6. Un poco de todo para comprar
Todo se puede comprar en Lisboa, pero hay lugares y lugares, depende siempre de lo que se busque. Para comenzar por las tiendas más tradicionales, nada mejor que visitar la Baixa. Subiendo el Chiado se encuentra una oferta más glamurosa y diversificada; en la Avenida da Liberdade, las grandes marcas internacionales marcan presencia, y ya en el Barrio Alto, la oferta es sobre todo alternativa. Muy cerca, el Mercado da Ribeira, una verdadera obra de arte de la ciudad, donde las flores y los productos frescos despiertas todos los sentidos.
Para los que se saben Lisboa de memoria tienen además un motivo añadido para reincidir, ya que sus alrededores están sembrados de alicientes de primera magnitud tanto en el plano cultural como en el lúdico y, desde luego, en el gastronómico. Desde los aristocráticos centros playeros de Estoril y Cascais, animadísimos en verano con sus terrazas y sus tiendas; a la interminable Praia do Guincho, a la que se llega por una carretera costera salpicada de marisquerías en las que sucumbir a un centollo ante fabulosas vistas al Atlántico. Desde el encantador y casi intacto pueblito de Azenhas do Mar hasta el Palacio de Queluz e, inexcusable, la sublime densidad monumental de Sintra y la boscosa sierra que la rodea, declarada en su conjunto Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y cuajada de mansiones y palacios tan evocadores como el da Pena o el delirio onírico de Quinta da Regaleira.
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