Este artículo se publicó hace 15 años.
El difícil viaje a la mente de un agresor machista
Lograr la empatía con la víctima es una de las claves de estos programas
El fracaso fue tan rotundo que dio que pensar. Cuatro internos por violencia machista de la cárcel Modelo de Barcelona siguieron un programa de control de la violencia con un grupo de condenados por otros delitos. El éxito fue nulo.
"Concluimos que el maltratador era un perfil distinto y había que hacer una intervención especializada", relata el psicólogo José Núñez, uno de los primeros en utilizar el programa Marco que se aplicaba en prisión. En otros lugares de España llegaron a idéntica conclusión. Andrés Quinteros, otro especialista, recuerda que el problema de los primeros programas es que "no tenían perspectiva de género".
Al principio los maltratadores no tenían programas específicosPara elaborar el tratamiento, en Catalunya se fijaron en los programas que se impartían a particulares que lo solicitaban en instituciones pioneras como la Fundació Agi. Los programas son iguales se impartan en prisión, como medida penal alternativa, o a voluntarios, y tienen un coste aproximado de 900 euros. El objetivo es que el agresor asuma su responsabilidad. "Lo más habitual es que culpabilicen al juez o a su mujer", explica Núñez.
Los especialistas coinciden en que uno de los principales problemas con que se encuentran son las distorsiones del pensamiento que suelen presentar los maltratadores, que viven de forma normalizada situaciones de abuso de poder, tanto en su sexualidad como en sus relaciones familiares.
En busca de la empatía"Si otros les dicen que son agresores su mentalidad empieza a cambiar"Asimismo, también se trabaja la adaptación al cambio muchos maltratadores no asumen ser abandonados y las emociones, sobre todo, para controlar su ira. El objetivo primero es que los agresores sientan empatía con el sufrimiento de sus víctimas. Como explica Jorge Peña, director terapéutico de Proyecto Hombre en León, es en las sesiones de grupo, que se combinan con las individuales, cuando los agresores se suelen ver como tales: "Cuando otros iguales que él le dicen que es un agresor, su mentalidad empieza a cambiar y se reconoce como violento". A partir de ahí, el principal objetivo es como señala Quinteros que el agresor "pueda tener relaciones de pareja igualitarias y deje de considerar a la mujer como un ser inferior".
A pesar de los esfuerzos, la clave está en la actitud del agresor. "Aquí no vienen a escuchar, eso no sirve para nada", dice Rosa María Garriga, de la Fundació Agi. A la espera de los estudios que prueben su eficacia, Andrés Quinteros sitúa el éxito en torno al 35%. Sin embargo, no hay datos oficiales de esta eficacia: lo único que los expertos saben es lo difícil que es rehabilitar a un agresor.
Medidas en sustitución de penas de cárcel¿Están obligados los condenados por violencia de género a seguir una rehabilitación?
Sólo los que son condenados a penas de menos de dos años de cárcel y que, por lo tanto, no entran en prisión. La ley Integral contra la Violencia de Género introdujo esta medida como obligatoria. Para los que sí están internados, la asistencia a las terapias de rehabilitación es voluntaria. De los 7.000 agresores que en la actualidad están presos por delitos relacionados con la violencia de género, sólo un 4% acude a las terapias. En Catalunya, casi el 100% de los presos acuden a rehabilitación, aconsejados por sus abogados, como vía para conseguir beneficios penitenciarios.
¿Qué ocurre si los penados no acuden a las terapias?
Desde los programas se da aviso a Instituciones Penitenciarias, que lo comunica al juez. En otros casos, se informa directamente al juez o la Fiscalía. Si el penado insiste en no acudir a las terapias, el magistrado puede decretar su ingreso en prisión. Si en las programas se detecta un alta peligrosidad en el agresor –por ejemplo, si acude a la terapia con su pareja a pesar de que existe una orden de alejamiento de ella– también se informa al juez.
¿Existe reincidencia entre los maltratadores?
El 11% de los 70 agresores que el año pasado acabaron con la vida de sus parejas o ex parejas tenían antecedentes por violencia de género. En uno de cada cinco de estos casos, la condena se había producido por agredir a la misma víctima y en el 7%, por atentar contra otras mujeres. Estos datos han llevado al Ministerio de Igualdad a recordar la necesidad de incidir en los programas de rehabilitación.
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