Este artículo se publicó hace 15 años.
El dibujante Enki Bilal comparte "Tránsito" con seis escritores españoles
Una evocación "del mundo del viaje, del desplazamiento y del nomadismo" ha acercado el cómic a la literatura con "Tránsito", un fresco con el que el creador de cómics afincado en Francia Enki Bilal comparte ahora en Madrid su imaginación con la palabra de seis escritores españoles.
"Los políticos deberían aprender de los artistas para fabricar el mundo nuevo que nos espera", ha afirmado Bilal en una entrevista con Efe en la que explica que el espíritu de "Tránsito" es "mostrar que cada encuentro es una experiencia y que la vida es el efecto de la experiencia común".
Este proyecto, impulsado por la embajada francesa y por otras instituciones culturales del país, y que se expone estos días en la cuesta de Moyano -cerca de otro lugar de paso de la ciudad, la estación de Atocha-, consiste en un gran cubo que en una de sus caras muestra una sala de tránsito, concebida y trazada en 1990 por Enki Bilal.
En las otras caras del cubo aparecen escritos, en francés y en español, los relatos de Alicia Giménez, Andrés Ibáñez, Rodrigo Fresán, Andrés Barba, Espido Freire y José Carlos Somoza.
Estos autores han escrito, en primera persona, encuentros imaginarios con seis de los personajes que sobresalen del fresco -Dezafi, Hanna Dibde, Leo, Pedro, Shem y S- ubicados en aeropuertos, estaciones de tren o andenes de metro.
"Tránsito" es una muestra de que Enki Bilal, que se encuentra entre los autores más reconocidos de la historieta francesa -conocida como "BD" (Bande Dessinée)- es, además de artista, viajero y nómada.
Afincado en París desde los diez años, pero nacido en Yugoslavia (Belgrado, 1951), su obra es un reflejo de ese viaje que, aunque fue "violento" -dice- le dio "la riqueza de poder crecer entre dos culturas durante su infancia".
Pero además de un viaje, "Tránsito" también es una "transgresión", según su autor, porque da la vuelta al proceso de creación del cómic, que habitualmente parte del texto y desemboca en los dibujos.
Esta experiencia, que Bilal define como "emocionante" por la "energía" con la que se han escrito los relatos, se extenderá a otros países y a otros idiomas.
Desde que saltó al mundo del cómic en 1972 -cuando el diario francés "Pilote" publicó su primera historia- este polifacético artista expresa "sus visiones y sus miradas sobre el mundo".
"El mundo en el que vivo me apasiona, me asusta, me inquieta, me angustia y al mismo tiempo me da el deseo de dibujar", confiesa.
Impulsado por esa pasión por los encuentros, Bilal ha traspasado las fronteras del cómic, convencido de que todas pasiones artísticas "tienen que intercambiar sus facetas, porque hoy en día las conexiones son múltiples y uno no puede quedarse en una torre sin ver el resto del mundo".
Bilal -que, entre otras cosas, ha sido actor, cineasta, escenógrafo y coreógrafo- considera que, en el mundo de hoy, "no hay cineasta que no sea un apasionado de la literatura, de los cómics, de la música y del arte contemporáneo".
Pero, según Bilal, esa idea no quita que el cómic sea "un arte libre y muy exigente, que hoy en día se considera un arte en sí mismo".
"Ya está: se acabó el tiempo en el que se decía que el cómic estaba hecho para gente inculta que no sabía leer, o para los niños", asegura.
Aunque Bilal, que presidió el Salón Internacional de Angoulême en 1987, confiesa que le "molesta un poco esa relación de mercancía que se produce en los grandes salones y añade que últimamente prefiere encontrarse con sus lectores en pequeñas librerías.
Mònica Faro
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