Este artículo se publicó hace 14 años.
La cuenta atrás
El clima de fin de ciclo de Zapatero alimenta las luchas dentro del Gobierno
Gonzalo López Alba
La cuenta atrás ha comenzado. Alcanzado ya el ecuador de la legislatura el martes se cumplieron dos años de las elecciones generales, es el tiempo de las grandes decisiones y de echar el resto. "Cualquier tropiezo ahora nos puede dejar fuera de todo", advirtió a comienzos de este mes Pep Guardiola a la plantilla del campeón de la Liga de fútbol de la temporada pasada ante los primeros resultados adversos. Las palabras de quien antes de entrenar al Barça hizo pinitos como reportero presidencial valen también para la Liga política, donde el vigente campeón manifiesta igualmente síntomas de estancamiento en su juego. La competición ha entrado, en ambas ligas, en la fase en que los errores penalizan de forma irreversible.
José Luis Rodríguez Zapatero, que además de ser el entrenador del Gobierno es forofo del Barça y admirador de Guardiola, compareció el lunes en TVE como aquel que ha bajado de la nube en la que pareció haberse instalado tras su doblete frente a Mariano Rajoy. Su tardía aparición en el ágora televisivo ofrece un balance en blanco y negro. Lo mejor fue el hecho en sí mismo y lo bueno para el Gobierno que 3.700.000 españoles escucharon de su boca, por primera vez en un año, las explicaciones del presidente. Pero lo bueno encierra lo malo. Con un discurso que resultó acartonado en el contraste con la frescura que lo propulsó a la Moncloa, Zapatero no logró cambiar ninguna de las percepciones instaladas, salvo quizás la imagen de que el optimista presidencial se ha transfigurado a golpes de realidad en pesadumbre.
Hasta los ministros juzgan imprescindible un cambio de Gobierno tras el semestre europeo
Al presidente se le nota, al decir incluso de quienes participan en las sesiones a puerta cerrada del Consejo de Ministros, que "está tocado" por la crisis. No logra infundir confianza porque no logra transmitir la seguridad de que es el líder capaz de encontrar la salida. Los ciudadanos ya no quieren explicaciones sobre el origen de la crisis ni tardos actos de contrición y tampoco que los abrumen con números ni los consuelen con balances.
El susto que ha metido en el cuerpo social el terremoto económico, unido al temor a que se produzcan réplicas, ha sedimentado la conciencia colectiva de que durante años se estiró el brazo más allá del largo de la manga. Siendo así, sorprende que el discurso presidencial siga sin incorporar la filosofía de "sangre, sudor y lágrimas", más cuando consta que el perspicaz análisis histórico de John Lu-kacs (Edic. Turner) sobre los discursos con que Winston Churchill enfrentó la II Guerra Mundial circuló por influyentes despachos del complejo de la Moncloa en los días de la semana negra, cuando se tambaleó el crédito internacional de la economía española.
EstancadosLa aparición televisiva del presidente indica que ha asumido la necesidad de tener más presencia pública. Pero no basta con estar, entre otras razones porque al estancamiento político se añade el económico, o viceversa, y no hay relato que soporte tanto vaivén como ha dado el Gobierno. Por si fuera poco, la indefinición de Zapatero sobre su continuidad en 2012 refuerza el clima de fin de ciclo y alimenta las luchas internas por el poder.
Hasta los ministros reconocen que la situación "no se puede aguantar con este Gobierno" más allá del verano, cuando concluya a finales de junio el semestre de la presidencia rotatoria de la Unión Europea. Aunque el presidente lo descartara el lunes para no dar pábulo a conjeturas ni maniobras, en las filas socialistas se considera un "revulsivo imprescindible" para afrontar las elecciones municipales y autonómicas de 2011 y el tramo final de la legislatura. Pero el próximo puede ser el último Gobierno de Zapatero, por lo que su composición será analizada con lupa, desde fuera y desde dentro del PSOE.
La comparecencia del presidente en TVE no logró cambiar las percepciones instaladas
En el epicentro del huracán está la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, que se ha granjeado no pocas enemistades internas y concita las críticas por la descoordinación, aunque también es en buena medida víctima del método de Zapatero, cuyo concepto de la jerarquía sólo es piramidal en el vértice, mientras que a todos los demás les aplica un formato radial, con él como único eje. La comisión Zurbano ha dejado al descubierto el creciente aislamiento de De la Vega frente a la emergencia del triángulo formado por José Blanco, Elena Salgado y Alfredo Pérez Rubalcaba.
De momento, Zapatero no suelta de la mano a De la Vega, que sigue siendo uno de los tres miembros del Gabinete mejor valorados por la opinión pública, a pesar de llevar seis años sometida a la máxima exposición. Pero, siendo impensable en la coyuntura actual el nombramiento de un nuevo vicepresidente económico, es de general aceptación que sólo el relevo en la vicepresidencia política tendría el efecto de una sacudida del Gobierno. Si el elegido fuera Blanco, con la lógica de que es el número dos del PSOE, la lectura sería que Zapatero refuerza al vicesecretario general del partido para que gobierne la transición a la que abocaría su renuncia a un nuevo mandato. Si la elegida fuera Carme Chacón, se interpretaría como la designación de su delfín. De modo que no sería de extrañar, si finalmente hay cambio, que el puesto de Fernández de la Vega lo acabe ocupando Rubalcaba, pues no se conoce caso de abuelo que heredara a nieto.
Aún quedan dos años por delante y Mariano Rajoy no transmite más confianza que Zapatero. Pero de Sangre, sudor y lágrimas se extrae no sólo la conclusión de que es posible movilizar el esfuerzo colectivo de todo un pueblo prometiendo únicamente sacrificio, sino también la lección de que nunca se debe subestimar al adversario. Que se lo pregunten a Ronaldo y al Olympique de Lyon.
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