Este artículo se publicó hace 17 años.
Cuba celebra una década de la Navidad "oficial" con sobriedad y sin gran entusiasmo
Diez años después del regreso "oficial" de la Navidad a Cuba, los arbolitos y guirnaldas han dejado de ser noticia, pero la sobriedad continúa marcando una fecha que muchos cubanos sólo identifican sin gran entusiasmo con la cena de Nochebuena y un día más de descanso laboral.
La isla borró el día festivo de Navidad de su calendario en 1969, lo recuperó en diciembre de 1997, en vísperas de la visita del Papa Juan Pablo II, y tímidamente empezaron a aparecer símbolos visibles de la celebración en tiendas, centros turísticos, hoteles y casas particulares, además de los tradicionales en las iglesias.
Pero una década después, el consumo navideño es discreto, las calles no tienen luminosidad, adornos muy espaciados comparten vitrinas con pequeños carteles que anuncian otro aniversario de la revolución y la fecha sigue siendo un asunto particular de aquellos que nunca abandonaron la tradición o se han empecinado en retomarla en casa.
El centro de atención en la isla es la cena de Nochebuena, una costumbre muy familiar, con menú criollo (cerdo, pollo, pavo, yuca con mojo, arroz con frijóles) o cualquier comida que "marque la diferencia".
En la numerosa familia de Mariela Saavedra, por ejemplo, siempre ha existido un presupuesto para la cena de ese día.
Todos aportan lo que pueden "según esté la economía", pero este año no alcanzó para comprar carne de cerdo.
"Preferimos dejarlo para la fiesta de fin de año y nos decidimos por un arroz frito, aunque en realidad no tiene connotación lo que se va a comer sino que vamos a compartir juntos", apunta Mariela, de 41 años.
En la Plaza de Carlos III, uno de los centros comerciales más concurridos de La Habana, Anisley Torres, de 28 años, está en medio de una larguísima cola para comprar adornos y mejorar su arbolito de Navidad con otra guirnalda porque la suya se fundió.
Aunque las tiendas tienen cierta variedad en la oferta y algunas se esmeran en el decorado, este año las esperadas rebajas no llegaron y los precios de turrones y sidras, los atributos navideños más típicos para los cubanos en su mesa de Nochebuena, se mantienen "inalcanzables" para la mayoría de los bolsillos en la isla.
Los cubanos "se las arreglan", rastrean los precios por toda la ciudad y se pasan la información, mientras se entusiasman con los diseños de nuevos adornos y muñecos para el arbolito, compren o no compren al final.
En las oficinas de correo se venden postales en saludo al aniversario 49 del triunfo revolucionario y la llegada del nuevo año, pero no se ofertan postales de Navidad.
Según Mykel Guerra, taxista, todo se resume a que "la Navidad es una tradición o es una creencia, pero en este país esa tradición se perdió", y si bien es posible que los niños de hoy la recuperen, según dice, su generación "creció sin pensar en eso".
En su casa se planea una "comida rica" que puede ser cualquier cosa acompañada de vino y en los momentos más "generosos" algún turrón, pero no hay ilusión de postales, regalos, misa de gallo ni nacimientos al pie del árbol, "solo hacemos una fiesta porque sí", indica.
Para la mayoría de los ajenos al jubileo cristiano, se trata de un día para descansar, adelantar los quehaceres de la casa, visitarse, jugar dominó y fiestear.
Aunque el rastro navideño por la ciudad es pobre, hay sitios como el centro histórico de La Habana, la meca del turismo en la capital cubana, donde los ornamentos y luces típicas de esa fiesta resultan más atractivos y complacen a los vecinos de la zona.
Anisley explica que desde niña siempre disfrutó el nacimiento de la Catedral de La Habana, en plena Habana Vieja, y que en su casa siempre hubo "arbolito y niño Jesús en diciembre porque es un símbolo y nosotros siempre celebramos la Navidad, viniera el Papa o no viniera el Papa".
"Pero este año, yo no sé, no se siente el espíritu navideño, ni siquiera hay frío", agregó.
Cerca de la Catedral habanera, en uno de los bares de la zona, Leonel, un gastrónomo de 35 años, se considera un absoluto "apático" de la celebración navideña, aunque llegó a "integrarse" un poco en la tradición que mantenía viva la familia de su esposa.
"Tenemos un arbolito en la casa como casi todo el mundo. Lo regaló la suegra, pero mi esposa no lo puso este año, era mucho trabajo", cuenta riéndose.
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