Después del enésimo intento de acabar con el primer ministro británico, Gordon Brown, dentro de su propio partido, conservadores y liberal demócratas han aprovechado para seguir minando la imagen del 'premier' y han reclamado el adelanto de las elecciones.
Ayer, un grupo de diputados laboristas encabezados por dos ex miembros del Gobierno lanzaron un órdago a su líder. Mediante un comunicado exigieron la celebración de una votación secreta para decidir si Brown debe presentarse o no como cadidato a los comicios del próximo mes de mayo. Como en los intentos anteriores, el proceso no fructificó.
Y no sólo dejó la imagen de Brown por los suelos otra vez, sino que además dio muestras de lo poco que confían los ministros en el jefe de Gobierno. Los pesos pesados laboristas esperaron hasta siete horas para cerrar filas en torno a su líder. Lo que ha sido aprovechado una vez más por la oposición para cuestionar el liderazgo de Brown.
Esta mañana, en los micrófonos de radio del canal 4 de la BBC, el líder de la oposición, David Cameron, dijo que lo que más necesitaba el país en estos momentos es todo lo que le falta a Brown: liderazgo. 'Tenemos este gran agujero en los presupuestos, estamos en guerra en Afganistán, tenemos unos problemas sociales inmensos y encima nuestro Gobierno está completamente dividido', dijo.
'Si el primer ministro no tiene realmente el apoyo de sus compañeros más importantes, entonces la gente se preguntará: ¿Por qué alguien debería apoyarle? Pero sólo tienes que preguntarte: ¿Cuánto tiempo dedicaron ayer nuestros ministros a pensar sobre el déficit presupuestario, la educación, nuestros niños, la guerra en Afganistán y cuánto estuvieron pensando en sus propias carreras y en su propio futuro? No podemos seguir así. Tenemos que tener unas elecciones y un cambio de Gobierno'.
Por su parte el liberal demócrata, Nick Clegg, dijo anoche que en lugar de estar hablando de todos esos problemas que citaba Cameron, 'los laboristas prefieren estar hablando de sí mismos'.
A pesar de todo, Brown parece habituado a este tipo de revueltas entre los suyos. La pasada primavera, los laboristas certificaron la pérdida de confianza del electorado primero en las elecciones locales y después con las europeas.
Tras quedar relegados al tercer puesto en votos por detrás de conservadores y del partido independentista UKIP, los 350 diputados laboristas se encerraron en el Parlamento en junio con el propio Brown para decidir cuál era el siguiente paso.
Antes de los comicios, además, Brown se había enfrentado a la peor crisis de Gobierno en el último siglo. El primer ministro se vio incapaz de actuar con firmeza en el escándalo de las cuentas de gastos de los diputados y dimitieron hasta seis ministros por su falta de liderazgo.
La noche anterior a esa reunión, Barry Sheerman presentó a sus compañeros de partido una moción para acabar con el liderazgo de Brown y poder afrontar las elecciones generales con mayor margen de maniobra. Allí también se sugirió la posibilidad de hacer una votación secreta para ver si el primer ministro contaba o no con el apoyo necesario dentro de sus filas.
La coalición anti Brown fracasó y el 'premier' salió reforzado con lo que algunos de sus compañeros calificaron como 'el discurso de su vida'. Brown se hizo fuerte contra todo pronóstico y en las últimas encuestas los laboristas habían conseguido recortar la distancia con los conservadores.
A cinco meses de las elecciones y sin un candidato estable dentro del partido para sucederle, el nuevo intento de terminar con Brown no parece el más propicio. Tampoco lo parece que por mucho que cambie el primer ministro en estos meses vaya a ser suficiente como para ganar las elecciones.
La situación actual tiene dos incógnitas. Por una parte, hay que ver si los laboristas están dispuestos a aguantar hasta el final y, tras perder los comicios, iniciar una renovación natural dentro del partido.
Por otra, está por ver si seguirán los motines, con el desgaste de cara a la opinión pública que eso conlleva, y forzarán el cese de Brown. Si fuera este el caso, el nuevo candidato tendría muy poco tiempo para preparar las elecciones y, quién sabe, si no tendrá que enfrentarse a otra evaluación tras conocerse los resultados, alargando la agonía de su partido.
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