Entrevista a Bop Pop"El cinismo me parece una auténtica mierda"
Barcelona--Actualizado a
Sin los libros, Roberto Enríquez, más conocido como Bob Pop, no sería quién es. Muchas personas lo conocieron viendo sus intervenciones en Late Motiv. Una de las que se volvió más viral fue cuando explicó cómo era ser un niño gordo, con gafas y gay, y sobrellevar el acoso escolar; o cuando contó que sufrió una violación en el Parque del Retiro. Pero este escritor y agitador de ideas hace mucho tiempo que cuenta su vida en distintos formatos. Lo hace con una inteligencia provocadora que en ocasiones puede resultar incómoda. A él, ya no le da miedo mirarse al espejo y afrontar lo que hay, quizás por eso acostumbra a invitar a realizar el mismo ejercicio.
Con Maricón Perdido acaba de merecer un Ondas, y la serie ya ha conquistado a espectadores de muchos rincones del mundo. A pesar de convivir con la esclerosis múltiple, Roberto no para: hace radio, televisión, escribe, da charlas y también lleva su monólogo Días Ajenos por distintos teatros del territorio español. Estos días en Barcelona subirá al escenario del teatro Victoria con su "cabaret emocional", una buena oportunidad para disfrutar de su talento valiente y luminoso.
Su novela 'Mansos' llega a la tercera edición. Pero se publicó hace diez años en Caballo de Troya. ¿En esa novela ya está la semilla de lo que luego ha sido ¡Maricón Perdido'?
Cuando empiezo a escribir el guión de Maricón Perdido descubro que para explicar una parte del proceso de liberación del personaje era fundamental explicar Mansos. Y cuando surge la posibilidad de reeditar la novela con Alfaguara, estuve encantado y ya vamos por la tercera edición. Del texto no toqué nada, lo dejé tal cual. Además cuando lo releí me gustó mucho y me pareció que me seguía acogiendo y representando. Y como en la serie pude cambiarle el final, pues dejé el final que había en la novela y sentí el privilegio de haberme podido enmendar de mi propia ficción en otra ficción. La vida me daba esa posibilidad. Y sí, creo que con Mansos empiezo a contarme, y sobre todo Mansos representa el momento en el que empiezo a contarme sin que me importe lo que mi familia o lo que los demás piensen de mí. Cuando se publicó fue una liberación absoluta, decir ya puedo contarme y ya no tengo miedo de quién me vaya a leer.
Que no tiene miedo a contarse lo demostró hace unos días al recoger el premio Ondas. ¿Se quedó descansado recordando que Movistar lo echó porque les resultaba incómodo?
Sí (se ríe) de hecho me dejé el Ondas allí. Ahora ya lo tengo en casa. Pero cuando subí y lo recogí, me fui de allí, porque claro, en el cóctel luego, ¿cómo charlo amigablemente con los señores de Movistar? Estaba toda la plana mayor allí (se ríe). Pero sí, me quedé muy a gusto, me pareció que era el momento y el lugar de decir lo que dije.
¿Lo que ocurre con 'Late Motiv' y otros espacios televisivos es un ejemplo del estado de salud de la libertad de expresión en España?
No lo sé, porque siendo honesto hace dos años que no estoy allí con lo cual no sé lo que está pasando. Yo creo que más que tener que ver con la libertad de expresión tiene que ver con las diferencias que hay entre hacer contenido o material para la audiencia o hacerlo para un logo. Y que Movistar me dijera adiós muy buenas, es muy legítimo, es una empresa privada con una línea editorial muy propia.
¿Alguna vez le invitaron a modificar sus intervenciones o ciertos mensajes?
Mmmmeeee… alguna vez.
¿A la hora de hacer 'Maricón Perdido' tuvo total libertad o hubo cortapisas?
Libertad absoluta. No sólo tuve total libertad sino que además tuve el respaldo de Guille y de Jose, de TNT Warner Media y de El Terrat; ahí me sentí completamente libre, de hecho tenía hasta vértigo de esa libertad. Según iba mandando guiones y tenía reuniones por Zoom, porque era la época hardcore de la covid, siempre pensaba ahora van aparecer dos señores que me van a decir "hola somos los nuevos productores ejecutivos y todo lo que has hecho nos parece un horror", pero no, siguió adelante y me parece una maravilla.
En el proceso de tirar adelante la serie, en muchas ocasiones has agradecido el poder contar con Berto Romero.
"Si puedo hacer todo lo que hago ahora es porque me empapé de libros"
Sí, además cuando Berto empezó a escribir su serie tenía dudas sobre la exposición, sobre el contarse y yo le dije "quítate de tonterías, al final estás usando tu propio material para contar otra cosa". Y fue muy bonito porque cuando me tocó a mí hacerlo, yo le llegué a él con los mismos miedos y él me devolvió mi propia respuesta. Pero no hubiera concebido la serie sin Berto, es alguien muy listo, con muy buen olfato y muy buen criterio, a quien además quiero y respeto mucho. Y yo necesitaba contarle lo que tenía en la cabeza para que me dijera "pues sí, eso es una serie, o no, es un disparate".
Vamos que se siente cómodo en este género al que llama "cabaret emocional".
Primero hacía cabaret intelectual y ahora ha derivado en cabaret emocional. En realidad es ir con la verdad por delante. Además según voy avanzando me doy cuenta de que no hay ninguna historia particular, en realidad todas las historias de algún modo nos tocan de una manera directa o transversal. Las historias de otros y de otras al final nos mueven cosas. También tiene que ver con la experiencia lectora, es decir, hay gente que nos puede estar contando una historia decimonónica pero que de repente es nuestra historia. Así que me parecía que hacer cabaret con las emociones, con los sentimientos, era algo muy divertido y que tenía una base de verdad que le da una solidez muy interesante.
Y ese cabaret lo ha hecho en la serie, con la novela y también en el teatro con el monólogo 'Días Ajenos'. ¿Se siente cómodo encima de un escenario?
Me siento feliz. Los primeros minutos cuando se abre el telón hay un momento en el que siempre me veo allí desde fuera, y me veo sobre el escenario, allí sentado en mi butaca y veo al público y digo "pero qué maravilla es esta". Me lo paso muy bien en el escenario. A ver, estoy en una butaquita sentado, tampoco hago Billy Elliot pero me gusta mucho ese juego con el público. Además siento que en Días Ajenos hay un baile precioso donde, en este cabaret emocional y un poco intelectual que hablábamos, hay un momento que siento que el público se deja llevar muy bien, y hay momentos que el baile es más lento, hay momentos que el baile es más rápido y hay una sincronía preciosa con el público, de la risa y la emoción a lo serio. Es una pasada.
En todo lo que hace, me parece ver un denominador común, y es que la literatura, los libros, aparecen como un salvavidas.
En realidad no son sólo salvavidas, que lo fueron, sino que si puedo hacer todo lo que hago ahora es porque me empapé de libros. En este vaciado emocional y intelectual corro el riesgo de que rasque chapa y encuentre en el fondo de la olla el socarrat propio y me acabe repitiendo, y eso me da mucho miedo. Por eso tengo como la obsesión de irme alimentando constantemente, y siempre tengo la sensación y el síndrome del impostor no tanto porque no crea que tengo derecho a estar donde estoy, que es un poco entre la casualidad, la suerte, el oficio, el trabajo, todo, pero sí siento que muchas de las cosas de las que hablo están incendiadas por mucha gente mejor que yo a la que he leído. Y me siento muy agradecido por eso, y creo que al final lo que trato de hacer es contar todo lo que he ido aprendiendo de mis lecturas en otros formatos.
Cuando lee la frase "la ventana se convierte en espejo y, sea lo que sea aquello que amamos, en eso nos convertimos nosotros" de David Leavitt , qué se le pasa por la cabeza?
"Aún no somos conscientes de cómo el 2020 fue el año cero"
Se me pasa por la cabeza la primera vez que leí esa frase, porque entendí mi forma de enamorarme. Hay un momento, yo como chaval gay de una generación en el que no tenía muy claro si cuando me fijaba en un hombre era porque lo quería poseer o porque quería ser como él. Entonces esta cita de Leavitt del amor como espejo me pareció muy interesante, yo evitaba mirarme a los espejos y utilizaba a los demás como espejo. Entonces, sin entender si la posesión que yo imaginaba era una posesión física o casi demoníaca, era una forma de hacerme con ese cuerpo con esa vida con alguien que me llevara de un lugar del que yo quería salir.
¿Cómo ha aprendido a reírse de lo que más duele, de las cosas más duras?
Yo soy así, no lo aprendí. Yo creo que lo usé porque me pareció la única forma de hacerlo soportable. Además el humor es una forma de narrativa, es otra forma de literatura, y nos permite un distanciamiento y un pensamiento lateral que ayuda mucho.
En alguna ocasión ha dicho que prefiere ser ingenuo a cínico. ¿Qué le espanta del cinismo?
Todo lo relacionado con el cinismo. Ese estar de vuelta de todo, esa desconfianza del prójimo, ese ponerse mil vendas antes de cualquier herida, eso de hacerlo todo frío o distante, me horroriza el cinismo. Y me horroriza que todavía haya quien lo tiene en buena consideración y les parece algo chic, elegante y maduro, no. El cinismo me parece una auténtica mierda.
En su cuenta de Instagram, acostumbra a colgar fotos de los libros que lee, y los enumera con libro tal, año 1.
Claro porque 2020 es el año cero. En 2020 un montón de cosas saltaron por los aires, y a partir de ahí llega esto de la nueva normalidad… A mí me salvó el trabajo. Tuve la suerte que me tocó currar desde casa todos los días, en Late Motiv nos reinventamos el programa, y eso por un lado me ayudó a tirar para adelante, porque terminaba tan cansado cada día que no me enteraba muy bien de lo qué estaba pasando. Y por otro lado me daba un poco de envidia esta gente que decía estoy encerrado en casa, no tengo nada que hacer, veo series, leo… y yo decía pues ostia yo estoy todo el día aquí enredado con lo mío. Pero sí creo que eso fue salvador, y el estar con Mauro, mi marido, con el que la convivencia es facilísima. Estábamos juntos en un piso de 40 metros cuadrados sin ascensor ahí encerradísimos, y también me ayudó, como a todo el mundo, el contacto a través de redes con la gente querida. Creo que aún no somos conscientes de cómo el 2020 fue el año cero y estamos aprendiendo a vivir otra vez.
Y en su caso, ¿al sufrir una enfermedad que también ataca el sistema inmunitario, vivir esta pandemia le hace sentir todavía más vulnerable?
Soy más consciente de lo vulnerable que soy y también creo que soy más amable porque al final cuando dependes de los demás tienes que ser lo suficientemente generoso y amable para no hacerles la vida imposible.
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