Entrevista a Carmen Machi"En el cine se han dado cuenta de que las mujeres maduras tienen un mundo interior rico y saben que eso es un chollo"
Madrid-
El campo de refugiados de Malakasa, a 38 kilómetros de Atenas, fue el segundo en Grecia puesto en cuarentena el pasado año. A la tragedia del exilio y la emigración, se une hoy el peligro sanitario. Malas condiciones higiénicas, casetas prefabricadas en las que hay demasiadas personas… la mayoría de los refugiados que viven hoy allí han huido de Afganistán y de Siria. Entre ellos y con la participación de algunos de ellos, ha rodado su nueva película la actriz Carmen Machi, El nieto. Segundo largometraje de Nely Reguera, la película recoge muchas de las experiencias de los años de la directora como cooperante, pero sobre todo es una historia que, además de mostrar la realidad de estas personas, llama a las cosas por su nombre y aclara que lo que muchos llaman generosidad es en realidad una forma de egoísmo, un acto que busca llenar una carencia. Tal vez eso es lo que le ocurre a Marisa, el personaje que interpreta Machi, una mujer jubilada que decide viajar como voluntaria a un campo de refugiados donde establece una relación muy especial con un niño. Desde Malakasa, en el penúltimo día de rodaje, la actriz habló con Público.
¿Cómo ha sido el rodaje en Grecia?
El rodaje ha ido bien, pero ha sido muy intenso porque el personaje está en todos los planos. Es un viaje de esta mujer por dentro y por fuera. Es una mujer de más de sesenta años que decide que está bastante despistada y que no sabe qué hacer en esa nueva etapa de su vida. Asustada porque no tiene nietos, sus hijos son ya mayores y no van a tener hijos, elige irse a trabajar de voluntaria a un campo de refugiados para ayudar, sobre todo a los niños. Y allí vive una relación muy especial con un niño.
La película se ha rodado en el campo de refugiados de Malakasa...
Sí, gran parte de la película se ha rodado en un campo de refugiados, el de Malakasa. Esta es una realidad que ya conocemos por la televisión, la prensa, las ONG’s, sabemos la situación en la que viven estas personas y porqué están allí. Lo sabemos y estamos acostumbrado a las imágenes. La película sí da visibilidad a esa situación, pero no está centrada en eso. Las personas que están en este campo son afganas y sirias. El niño que trabaja en la película es sirio.
¿No le ha afectado estar dentro de esa situación?
No, porque el motor de la película es otro y mi cabeza iba por otro lado. Puedo decir que el campo de Malakasa está rodeado de naturaleza y eso puede engañar y dar la sensación de una vida plácida, pero desde luego no es así. De todos modos la película no pretende ahondar en el drama. La gente aquí es tremendamente hospitalaria.
Pero el drama existe…
Sí, el drama es tremendo, pero cada vez que dices campo de refugiados, piensas en una experiencia durísima y eso depende mucho de dónde te metes. La familia del niño protagonista es de refugiados sirios, han conseguido sus papeles y se van a Alemania en cuanto terminemos la película. De cualquier modo, sí, es un drama. Nely Reguera ha sido en una época cooperante y sabe de lo que habla.
¿Y en la película habla del voluntariado como acto egoísta?
Sí, y para eso es muy interesante ver por dónde pasa el personaje. A veces ayudamos a otros para ayudarnos a nosotros mismos, para llenar ese vacío, es un acto egoísta… aunque se haga a través de un medio maravilloso.
¿Cómo es el niño con el que comparte protagonismo?
Tiene ocho años y ha sido el gran hallazgo de esta experiencia, creo que es superdotado y él ni se lo imagina. Es un niño que no habla, no se comunica. Por supuesto, está la barrera idiomática por medio. Él habla árabe y griego. Y en la película trabajábamos en inglés, aunque rodábamos en castellano. Por otro lado, los sirios, por cultura, no tienen normalmente contacto físico y hay que respetar ese terreno suyo, así que él no es un niño cariñoso exactamente, pero repetía exactamente todo lo que tenía que decir y lo entendía todo. Espero que le vaya muy bien. ¡He rodado con niño y con perro!
El rodaje ha coincidido con la crisis en Ceuta…
Me he perdido bastante lo de Ceuta porque he estado dos meses aquí rodando, así que no lo he tenido tan presente mientras trabajaba. Metido en el proceso de trabajo tienes otra percepción, así que esta experiencia no me ha cambiado más. Por supuesto, pienso como todo el mundo que sea capaz de sentir empatía con el dolor y el sufrimiento de los demás.
El año de la pandemia ha sido para usted un buen año profesional. ¿El balance es muy positivo?
No he dejado de trabajar en toda la pandemia. Y proyectos que empezamos y tuvieron que pararse se han retomado. Una película que rodamos en Isla Mauricio se ha retomado. Creo que cogí el covid a la vuelta de Nueva York, en el rodaje de ‘Efecto óptico’. Para es el cine el covid es un coñazo, se paran muchos proyecto. Cuando digo un coñazo, por supuesto me refiero al trabajo, no al horror que es. Sea como sea, hemos conseguido hacer las cosas, así que mi balance es positivo.
¿Siente que rompe la tendencia en el cine donde hay pocas mujeres maduras protagonistas?
En realidad, creo que el panorama ha cambiado mucho, ahora en las series hay muchos personajes de abogadas, policías, médicos… de más de cuarenta años. A mí me han llegado los personajes más interesantes a partir de los cuarenta años y me siguen llegando bastantes guiones con personajes increíbles. Con el sistema de puntos del Instituto de la Cinematografía que ahora ayuda a las mujeres, la situación ha cambiado mucho. Además, se han dado cuenta de que las mujeres maduras tienen un mundo interior rico y muy interesante. Y saben que eso es un chollo porque se pueden contar muchas cosas. Me alegro una barbaridad porque abrimos otros mundos y eso es fabuloso.
Termina este rodaje con Nely Reguera y empieza a rodar con otra directora, Carlota Pereda…
Es verdad. He trabajado con bastantes directoras, mola mucho. Me siento muy feliz si puedo aportar un granito de arena a la igualdad. En realidad, considero que yo tengo mucha suerte, porque hay gente concreta que me llama y a la que admiro mucho. Bueno, claro, yo también escojo lo que hago, porque hay cosas que no me interesan nada.
¿Qué no le interesa?
Hay algunos proyectos que me irritan profundamente, por ejemplo los que banalizan la comedia, porque me irrita mucho el desconocimiento. Aquí la comedia está mal entendida y la verdad es que hacerla es difícil, arriesgado y muy cansado. Pero a veces ves un afán desmedido por parte de los productores y de las plataformas por la comedia, y para ellos cualquier cosa vale. Yo me pongo muy con eso. Hay que ser muy serio haciendo comedia.
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