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Casa Malva, la única que sigue los principios de la ley

La ubicación del centro de Gijón (Asturias) apuesta por la visibilidad

PATRICIA RAFAEL

Lo primero que recuperas es el sueño, la calma y el silencio'. La que habla es Paloma García, de 39 años. Durante los ocho que duró su matrimonio sufrió los malos tratos del que ya es su ex pareja. Ya recuperada, aporta su experiencia a las mujeres que tratan de salir de la pesadilla que supone la violencia de género. Por ello, trabaja como voluntaria de la Red de Acogida del Principado de Asturias, en concreto de la Casa Malva de Gijón (Asturias), el primer centro de acogida a maltratadas que se puso en funcionamiento en España bajo los principios recogidos en la Ley Integral. Y el único hasta el momento.

La Casa Malva, abierta desde septiembre del año pasado, sigue el modelo de atención emprendido hace 17 años por el centro creado por Ana María Pérez del Campo. La principal diferencia entre ambos radica en que el de Gijón se ajusta a rajatabla a lo establecido en la normativa, aprobada en diciembre de 2004.

En su cuarto párrafo, la ley establece que la violencia de género 'ya no es un delito invisible'. La Casa Malva, desde luego, no lo es. Como su nombre indica, su fachada está pintada con llamativos colores. Imposible no ver este edificio, integrado en un barrio residencial.

Su localización pública no supone un problema mayor que el que tienen otros centros que permanecen en secreto, afirma Yoana Magdalena, coordinadora de la Red. 'Tarde o temprano, si el maltratador quiere acercarse a sus víctimas, acaba descubriendo dónde están', explica.

Por este motivo, se toman precauciones. Las cámaras recorren la fachada exterior y la puerta principal, de cristal, permanece cerrada. Una agente de seguridad impide el paso a las visitas hasta comprobar sus datos.

El centro tiene distribuidos en diferentes áreas 30 pisos (10 de emergencia y 20 tutelados). De tamaño similar, cada uno tiene su cocina, baño, salón y dormitorio, y cuenta con los enseres básicos. 'Hay muchas víctimas que salen corriendo y llegan con lo puesto', dice Magdalena. Pero tan importante como contar con lo básico es que cada mujer tenga un espacio propio.

De entre todos los apartamentos, bautizados con nombres de mujeres ilustres, destacan tres, que están habilitados para víctimas con discapacidades físicas. En el interior de la casa, sólo se escucha ese silencio al que se refería Paloma. Porque lo urgente, como afirma Magdalena, es recuperar 'la calma y la tranquilidad'.

Y ahí, en esa recuperación, es cuando entra en juego la atención integral e individualizada que garantiza la ley. Purificación Rodríguez, psicóloga del centro, asegura que no existe un caso igual y que por esta razón la atención debe ser individualizada: 'Hay mujeres que llegan sin asumir el proceso de ruptura, también hay que valorar el nivel de dependencia que tienen de su maltratador', enumera y destaca que es un proceso largo, pero cuando empieza la recuperación las propias mujeres se dan cuenta de ello.

Los menores, quienes según las psicólogas siempre se recuperan antes que sus madres, cuentan con sus propios espacios en la casa: desde una ludoteca hasta canchas de baloncesto y porterías. No hay muros que cierren el recinto, sólo una alambrada como la de cualquier recinto público. Los vecinos de Gijón pueden verles jugar. Porque se trata de acabar con la invisibilidad para implicar a toda la sociedad en la lucha contra los malos tratos.

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