Este artículo se publicó hace 14 años.
Los campamentos de refugiados se organizan ante la ausencia del Estado
Los cientos de miles de haitianos que viven a la intemperie comienzan a organizarse con comités surgidos espontáneamente, casi inmediatamente tras el seísmo del 12 de enero, para intentar poner un poco de orden en sus campamentos improvisados.
Delegados de salud, de higiene, de seguridad, de alimentación...: los haitianos, acostumbrados a esperar poco de un Estado fallido, se han organizado de forma casi inmediata a la tragedia. Aunque sea para pedir ayuda, pero pedirla ordenadamente.
Milord Nestor, un pastor evangelista de 35 años, es vicepresidente del comité que gestiona el campamento de Santa Teresa, antaño un estadio de fútbol y hoy "hogar" de dos mil personas. El comité tiene 9 directivos y 32 miembros, y cuenta incluso con una "oficina" habilitada en una carpa.
"Perdí a mi hermano, mi casa y mi iglesia; me siento como el Santo Job. Pero desde que llegué aquí comprendí que teníamos el deber de organizarnos", explica a Efe.
Un grupo de muchachos se encarga de la seguridad y patrulla todas las noches por el campamento para evitar robos, agresiones o violaciones; otro grupo se preocupa de que, a falta de aseos, las necesidades se hagan en lugares acotados "aunque nadie puede evitar que huela a mierda por todo", recuerda Milord.
Seguridad e higiene son dos tareas asumidas de inmediato por los distintos comités; luego vienen la alimentación y los cuidados médicos, y aquí entran en juego la capacidad de contacto con las organizaciones no gubernamentales.
Así, no es casual que los comités los integren jóvenes instruidos, que hablan lenguas extranjeras y que pueden convertirse en interlocutores de los hombres blancos que traen agua, alimentos o medicinas. Abundan los ingenieros y profesores entre ellos, así como los pastores evangélicos.
El comité de Santa Teresa ha logrado, por ejemplo, que la organización Save the Children haya proporcionado sesiones de terapia para todos los niños del campamento, que les ayude a superar el traumatismo causado por el terremoto.
En Martissant, uno de los barrios más "calientes" de Puerto Príncipe, Intermón-Oxfam trabaja con varios proyectos de abastecimiento de agua potable, y desde el principio entendió la necesidad de tener un único interlocutor en el campo para poder hacer su trabajo, según cuenta Iván Muñoz, responsable de prensa.
El comité surgido en Martissant ha conseguido que se instale un hospital de campaña del International Medical Corps y que Intermón-Oxfam les traiga agua; ahora les queda negociar la llegada de alimentos -el tema más crítico en el Haití de estos días- con una organización llamada AMI.
No todos tienen tanta suerte: en la plaza Sant Pierre, en el barrio acomodado de Petion Ville, la ayuda externa es inexistente, tal vez por ser considerado un barrio rico, pero también ahí ha surgido un comité que vela por las necesidades de los sin techo.
Huele a orina por todas partes y las carpas son amasijos de ropas amontonadas junto a perolas y sartenes, pero existen "calles" despejadas entre las hileras de tiendas, y por ahí hace su recorrido Fildor Jean-jean, con un cuaderno en la mano.
"Mi cometido es recorrer todas las carpas e ir preguntando las necesidades. Luego por las tardes nos reunimos todo el comité, a veces organizamos colectas, otras enviamos delegados a las instituciones donantes", cuenta Fildor.
El Estado haitiano, débil ya antes del terremoto, se ha visto totalmente superado por los acontecimientos y es incapaz de ocuparse de su propia gente.
Ahora se encarga de distribuir unos folletos en los campamentos escritos en kreole, la lengua local, en los que se recomienda "no buscar alimentos entre la basura" y "lavarse las manos varias veces al día". Suena a sarcasmo en campamentos donde no hay agua ni comida.
Ante un estado ausente, los refugiados se han organizado y tratan de poner un poco de orden en la miseria.
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