Este artículo se publicó hace 15 años.
Bolt, el rey indiscutible, e Isinbayeva, la gran decepción
Un año después de su irrupción estelar en Pekín, el jamaicano Usain Bolt se confirmó en Berlín como la imagen del atletismo moderno, como el rey de reyes, el 'fagocitador' de todas las atenciones, mientras que la rusa Yelena Isinbayeva se convirtió en la gran decepción de los nueve días de competición en el estadio Olímpico de la capital germana.
Fueron la cara y la cruz de los duodécimos Mundiales. Uno sale de Berlín de nuevo como héroe, como esa estrella a la que todo el mundo quiere y admira, e Isinbayeva se despidió cabizbaja y derrotada por tres inesperados nulos, muy al contrario que otras tantas ocasiones en las que fue la reina.
Bolt protagonizó dos actuaciones memorables, imborrables. Cuando aún estaban frescos los recuerdos del Nido de Pájaro pequinés, donde logró los tres oros en 100, 200 y 4x100, con sus correspondientes récords mundiales, el jamaicano se sacó de su chistera, de su espectacular físico, otros dos topes universales.
El de 100 fue increíble. 9.58 en una carrera perfecta en la mismísima cara de su gran rival Tyson Gay, al que de nada valió hacer otro gran tiempo (9.71).
El estadounidense ya no volvió a comparecer. Bolt, pese al cansancio, agrandó su leyenda con su lucha contra el cronómetro en el doble hectómetro, porque rivales no tuvo. Rebajó el tope hasta otros sensacionales 19.19.
Le faltó, en cambio, en esta ocasión el récord del mundo de 4x100. Bolt, tras conseguir su tercer oro, admitió que la culpa había sido suya.
Pero ya nada importaba, el rey, que se va con un regalo especial del alcalde-gobernador de Berlín, el socialdemócrata Klaus Wowereit, un segmento original con un peso de tres toneladas del muro que dividió la capital alemana hasta hace 20 años, había ganado todo lo que buscaba, incluído el corazón de los berlineses y de todos los amantes a este deporte.
Bolt lideró otro festival de la velocidad jamaicana que aplacaron, para fortuna del bloque estadounidense, Allyson Felix en los 200 y Sanya Richards y LaShawn Merrit en los 400.
Isinbayeva, por primera vez desde los Mundiales de París'03, se iba cabizbaja y derrotada de una competición en la que era la única aspirante al oro y que luchaba contra sí misma dada su superioridad respecto a sus rivales.
La pertiguista de Volgogrado, como es habitual, tardó en entrar en escena. Empezó la final en 4,75, altura bastante asequible para ella, pero en esta ocasión la multiplusmarquista mundial falló sus tres intentos, uno sobre esa altura y dos sobre 4,80, provocó la gran sorpresa de la competición.
El etíope Kenenisa Bekele reeditó su éxito de Pekín y consiguió el primer doblete 5.000-10.000 en unos Mundiales. Incluso en la distancia corta se permitió el lujo de esperar al final para jugarse el triunfo con un especialista del 1.500, el estadounidense Bernard Lagat, que había sido bronce en la prueba reina del mediofondo.
El bahreiní Yusuf Saad Kamel, hijo del keniano Billy Konchellah, que ganó dos títulos mundiales consecutivos en 800 metros (1987 y 1991, se convirtió en una de las figuras emergentes del mediofondo con la victoria en los 1.500 metros y el bronce en los 800.
Allyson Felix y Sanya Richards lograron dos oros, los de 200 y 400, respectivamente, y el del relevo 4x400, y demostraron que son valores seguros en estos momentos en los que la velocidad estadounidense sufre el imperio de Jamaica.
Merritt y Kerron Clement, campeones individuales de 400 y 400 vallas, también hicieron doblete al participar en el triunfo del relevo 4x400, mientra que la jamaicana les emuló con sus triunfos en el 100 y en el 4x100.
La croata Blanka Vlasic se recobró del tropiezo de Pekín al llevarse el duelo que más interés había levantado en Alemania, el que tuvo en altura con la germana Anne Friedrich.
La atleta balcánica fue la más solvente de la final, disputada con mucho nerviosismo y gran presión, con unas gradas volcadas con su atleta, y se llevó el oro y uno de los enfrentamientos más esperados.
El cubano Dayron Robles, plusmarquista mundial y campeón olímpico de 110 metros vallas, era, como Isinbayeva, el único y claro aspirante al oro en su prueba, pero unas molestias en su pierna izquierda se lo impidieron.
Primero superó con susto la primera serie y anunció que no se encontraba bien, por lo que era duda para las semifinales. Al día siguiente salió a la pista, pero su sueño duró tres vallas, porque se vio obligado a retirarse.
El panameño Irving Saladino, campeón mundial en Osaka y olímpico en Pekín, no tuvo las respuestas adecuadas para defender su título. También como Isinbayeva, enlazó tres nulos y tuvo que rendirse. Hereda su trono su predecesor, el estadounidense Dwight Phillips, pero lo peor es que no se produjo el duelo esperado.
José Antonio Pascual
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