Este artículo se publicó hace 15 años.
Batalla electoral en los arrozales
El descontento en el campo, bastión del partido gobernante en Japón, puede quitarle el voto rural
Andrea Rodés
Campos de arroz, un río, más campos de arroz. El paisaje puede resultar monótono cuando se recorre en tren la fértil región de Niigata, una provincia rural a 400 kilómetros de Tokio, frente al mar de Japón.
El arroz de Niigata tiene fama de ser uno de los mejores del país, a juicio del exigente paladar nipón, pero como en la mayor parte de las provincias rurales de este país, la región se enfrenta a un acelerado envejecimiento y declive de la población, que amenazan la sostenibilidad de la sociedad japonesa a largo plazo. Estos dos problemas, junto a las diferencias de bienestar cada vez mayores entre las ciudades y el campo, se han convertido en un factor clave en las elecciones generales del próximo domingo, que pueden acabar con una derrota histórica del Partido Liberal Demócrata (PLD), tras casi 50 años seguidos en el poder.
"Aquí sólo quedan ancianos y niños, los jóvenes se marchan a las grandes ciudades", dice Takeshi Endo, representante de una bodega de sake, el licor de arroz japonés.
Endo, que llegó hace cinco años a esta zona de arrozales del norte de Niigata desde la superpoblada Yokohama, reconoce que la vida en el pequeño municipio de Shibata no es fácil. "Los viejos se quedan solos y siguen trabajando en el campo porque no quieren abandonar sus tierras", dice Endo, señalando los verdes campos de arroz que rodean la bodega.
El 70% de los 3 millones de agricultores japoneses es mayor de 60 años, según el Ministerio de Agricultura. Este dato, unido a la acelerada emigración del campo a las ciudades y a que en Japón predominan los terrenos de cultivo pequeños desde que los campesinos obtuvieron el derecho a la propiedad de la tierra al final de la II Guerra Mundial las parcelas de arroz no superan las dos hectáreas de media han causado el estancamiento del sector agrícola en las últimas décadas de mandato del PLD (conocido como Jiminto).
La oposición, el Partido Democrático de Japón (PJD), se ha comprometido a "revitalizar las regiones rurales mediante una política agraria dinámica y dar subsidios a las familias que dependen de la agricultura", según puede leerse en su manifiesto.
Algunos analistas han tildado de populista su campaña, alegando que lo que proponen será inviable sin disparar el déficit público, uno de los más altos del mundo desarrollado. Sin embargo, el PJD ya manda en la mayoría de las concentraciones urbanas y es posible que también gane el voto en las zonas rurales, el bastión de poder tradicional del PLD.
"La gente quiere un Gobierno que se ocupe de sus problemas reales", dice a Público Yokokawa, un profesor de 30 años que enseña en una escuela de primaria de la provincia.
En algunos casos, las diferencias entre ingresos per cápita entre grandes conglomeraciones urbanas del país Tokio, Yokohama, Osaka, y el resto de las provincias, llamadas chiho, puede llegar a ser del doble, alerta Ivan Tselichtchev, profesor de la facultad de Empresariales de Niigata, capital de la provincia.
Frenar la despoblaciónEl Gobierno de esta ciudad de más de 800.000 habitantes ha apostado por la inversión en educación y en el desarrollo del sector agroindustrial para tratar de revitalizar la región y frenar la emigración a las grandes ciudades. "Para evitar que los jóvenes se vayan también, hay que encontrarles un puesto de trabajo", explica a Público el alcalde de Niigata, Akira Shinoda.
La diferencia de ingresos per cápita entre las urbes y el campo es enorme
Político independiente, Shinoda sostiene que el primero en apostar por dar más autonomía a las regiones para revitalizar las zonas rurales al margen de Tokio fue Junichiro Koizumi, primer ministro del PLD entre 2001 y 2006. De hecho, Niigata fue una de las primeras shitei toshi, zonas urbanas que resultan de fusionar decenas de municipios y distritos de los alrededores con el fin de frenar la despoblación, que fueron promovidas por Koizumi.
"EL PLD ha sido bastante eficiente, pero ahora ha llegado a un pozo sin salida", proclama Shinoda. A pesar de sus esfuerzos por revitalizar la economía local al margen de Tokio y de mantener el paro en el mismo nivel que la media nacional (5,7%), no como ocurre en otras prefecturas rurales, "el nivel de educación y del sistema sanitario siguen siendo las mayores preocupaciones de la población", reconoce Shinoda.
Una buena parte de los japoneses critica al PLD por haber dado prioridad al crecimiento económico a costa del aumento de la precariedad laboral y la bajada de los salarios, en lugar de invertir más en educación y servicios sociales o en ayudar a las pequeñas empresas. Los efectos a corto plazo se ha notado: recesión durante 15 meses seguidos, un consumo doméstico por los suelos y una tasa de fertilidad de las más bajas del mundo, problemas que deberá afrontar el nuevo Gobierno para garantizar el crecimiento sostenible del país a largo plazo.
El 70% de los tres millones de agricultores es mayor de 60 años
La excelente calidad del transporte público y las carreteras, la limpieza y la seguridad que impera en las calles, así como la ausencia de señales de pobreza o los escasos problemas sociales en un país con nivel bajo de inmigración hacen difícil comprender el origen del pesimismo que impera en la sociedad japonesa.
Algunos culpan al exceso de trabajo. Otros, a la presión social en una cultura obsesionada por mantener las formas y cumplir con un rol en la sociedad. Por eso, conseguir que los japoneses sean más "felices" o "positivos" se ha convertido en el lema favorito de estas elecciones. "Si pasamos de una actitud negativa a positiva, los resultados serán doblemente positivos", es el eslogan de uno de los diputados del PLD para la ciudad de Niigata, en el noreste de Tokio.
"Estamos acostumbrados a pensar que no podemos hacer las cosas por nosotros mismos", dice Chinami Nishimuro, candidata del PJD por Niigata, para explicar las razones de la infelicidad japonesa. "Tenemos que conseguir cambiar", concluye.
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