Este artículo se publicó hace 16 años.
Ávila, cuna de conservadores
La ciudad castellana pervive con sus 54.000 habitantes como uno de los más simbólicos feudos del Partido Popular
Ésta es la muralla natal del conservadurismo español de nuevo cuño. El Partido Popular gana por goleada en cada proceso electoral en esta ciudad. Esto es Ávila, y aquí comenzaron sus carreras políticas José María Aznar, Ángel Acebes, o Agustín Díaz Mera. Ciudad de santos y de fervor católico. También el actual arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, salió de aquí. Ávila: unos 54.000 habitantes. Por esas cosas de la ironía, por entre las calles de esta ciudad que es Patrimonio de la Humanidad también se merendó la infancia Sonsoles Espinosa, la inquilina de la Moncloa.
Hay alguien que dice: "La gente tiene aquí una cultura conservadora porque tiene una cultura de mínimos, ésta es una tierra dura, siempre predominó la cultura de la supervivencia". Hay un alcalde del PP con el que Público no pudo hablar a pesar de los intentos. Y hay una Universidad Católica criticada por la parte progresista de la ciudad y cuya rectora, María del Rosario Sáez Yuguero, bendice el crecimiento que asegura que la ciudad ha tenido en los últimos años. Y cita al hacerlo la evolución de la población. La población abulense se incrementó en cerca de un 15% en los últimos diez años. Y cierto es que muchas otras capitales de provincia de España querrían esa cifra para sí.
Aznar, acebes y Díaz de Mera comenzaron sus carreras políticas en esta ciudadNo todos están tan contentos. Y ese descontento ha servido para que comience a fraguarse una de esas historias maravillosas que se gestan a veces en los recovecos de la sociedad civil. Se llama Trato Ciudadano. Explica el arquitecto Ángel Hernández que Trato Ciudadano es una iniciativa cívica para proponer, desde la sociedad civil, ciertas pautas para el futuro de la ciudad. Hernández es el principal impulsor de la iniciativa. Cuenta que una parte de la ciudadanía asistía estupefacta al estancamiento de una ciudad en cuyo sillón de mando se eternizó el conservadurismo.
Y que viendo lo que venía, o más bien lo que no venía, lo que no se movía, un grupo de "gente diversa" comenzó a reunirse para establecer una relación de "puntos que serían mejorables" en la ciudad y que se analizan en reuniones de trabajo de carácter mensual. El pacto sobre el que se articula el trabajo de Pacto Ciudadano, y que firma quien quiera adherirse al colectivo, recoge 12 puntos relacionados con aspectos clave de la vida de la ciudad: desde la calidad del agua hasta las instalaciones universitarias y la conexión ferroviaria.
Sobre estos temas debaten para proponer vías de mejora. Uno de los axiomas que asume quien firma el pacto es una visión posible, y descarnada, de esta ciudad de Ávila: habla de "cultura de resignación", de una "concepción paternalista de las instituciones", del escepticismo "en ciertos sectores sobre un futuro en igualdad". Le pregunto a Ángel Hernández cómo sobrevive alguien tan progresista en este solar de conservadores. Responde con palabras como apisonadoras: "Ésta es una ciudad abrasadora para la gente progresista, recuerda que aquí está el núcleo duro del sector neocon y teocon".
Aquí, dice el arquitecto Ángel Hernández, "está el núcleo duro del sector neocon y teocon"Es una visión posible de Ávila, la de Ángel Hernández. En el otro flanco de las ideas está la Universidad Católica. Apenas tiene diez años. Dice la izquierda abulense que su creación respondió a criterios políticos y al maridaje entre el PP y la Iglesia. Apenas han transcurrido diez años desde la fundación de la Universidad Católica de Ávila apenas. El diagnóstico de la rectora de la institución sobre el aporte que ésta hace la ciudad resulta muy diferente. Asegura que la Universidad está facilitando que los jóvenes no se vayan a estudiar fuera, y está atrayendo a Ávila estudiantes y docentes de otras ciudades que suponen un importante aporte para una urbe que la rectora considera "bastante religiosa".
Desde los penúltimos flancos de supervivencia de izquierda en Ávila, reclaman una universidad pública. Para los mismos fines. Pero desde otra concepción del mundo. Y, mientras tanto, Ávila sigue contando las horas.
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