Este artículo se publicó hace 15 años.
El altruismo no está en el ADN
La selección cultural ha influido más que la genética en la aparición de la colaboración desinteresada
Desde el punto de vista de la teoría evolutiva, la aparición del altruismo no tiene una justificación sencilla. ¿Qué sentido biológico tiene el sacrificio de un soldado o de un cooperante? ¿Por qué favorecieron la evolución comportamientos que benefician a individuos con los que no se tiene relación y que suponen un coste muy importante para quien los practica? Ahora, científicos de las universidades estadounidenses de California en Davis y Michigan afirman en un artículo publicado en PNAS que la selección actúa sobre la cultura con una intensidad mucho mayor que sobre los genes.
Con una estructura social suficientemente rígida y poco intercambio con otras poblaciones, los individuos de una sociedad podrían llegar a ser mucho más parecidos genéticamente entre sí que con miembros de otros grupos. Si esta separación genética es lo bastante grande, la teoría evolutiva predice que el sacrificio individual por el grupo puede tener los mismos incentivos que el sacrificio por los parientes cercanos y se explicaría así cómo apareció el altruismo en los genes.
Biológicamente es difícil explicar por qué alguien puede morir por un país
Pero esta posibilidad es controvertida porque no está claro que la variación entre grupos en las sociedades humanas del pasado haya llegado a tener la importancia necesaria como para desempeñar un papel en la evolución.
La hipótesis alternativa, que apoya el artículo de PNAS, es que la propensión a ayudar al prójimo a cambio de nada pudo surgir fruto de la selección cultural. Desde que los humanos fueron capaces de desarrollar una cultura posiblemente hace 250.000 años, el comportamiento de los miembros de distintos grupos comenzó a diferenciarse debido a la acumulación de cambios culturales. La selección cultural funciona de la misma forma que la genética: los grupos con comportamientos más eficaces para la supervivencia transmiten su cultura a más sociedades.
Sin embargo, la variación cultural tiene algunas ventajas sobre la genética. Una de ellas es que para ser efectiva no requiere una competición violenta entre grupos o la extinción de sociedades. Los individuos de una sociedad derrotada (y sus genes) pueden integrarse en la vencedora. En este caso, la selección cultural habría sido muy importante sin que se hubiese producido una fuerte selección genética.
La evolución cultural no requiere la aniquilación del individuo vencido
Rasgo muy humanoUtilizando una ecuación que describe las condiciones necesarias para que progrese el altruismo (ecuación Price), los autores compararon las diferencias genéticas y culturales entre grupos sociales vecinos y observaron la mayor influencia de la cultura en la aparición de un rasgo que, entre los vertebrados, es casi exclusiva de los humanos.
La influencia de los rasgos genéticos también se vería incrementada gracias a los mecanismos de selección social. La exclusión de los matrimonios, el destierro o la pena de muerte servirían para penalizar en la herencia biológica los comportamientos antisociales. De esta manera, los individuos de sociedades altruistas, con más capacidad para reclutar ejércitos o colaborar en grandes proyectos, verían también reflejado en su genoma la inclinación a colaborar con los demás sin esperar nada a cambio.
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