Este artículo se publicó hace 15 años.
El altar de los objetos perdidos
El Museo de las Artes Modestas expone las obras del español Antoni Miralda, entre otros diseños marginales
Los hubo que, por el mero hecho de enmarcar una botella de Coca Cola, reclamaban la condición de genios, y a eso se le llamó Pop Art. Los hay que lo que reivindican es lo contrario: el valor de todos los objetos que se tiran, y las raíces populares del merchandising. Esa segunda corriente ya tiene un centro en el Museo Internacional de las Artes Modestas (MIAM) de Sète, al sur de Francia.
El MIAM acoge hasta noviembre la muestra À table! (¡A comer!), del español Antoni Miralda, una colección de objetos y delirios en torno a la comida, su envasado y su presentación. Pero lo importante es que en el MIAM, cuando usted entra, está seguro de que pase lo que pase, saldrá sin haberse aburrido. La filosofía de este centro es la de sorprender con objetos de la vida cotidiana, transformados o en bruto, que carecen de valor y normalmente pasan desapercibidos. En realidad, son el mejor revelador de nuestro mundo. Enlatados son bellos.
En las colecciones del MIAM pululan miles de objetos de ésos que se aparcan en un cajón, se tiran o se pierden. Señales de tráfico rarísimas, muñecas Barbie, figurillas del MacDonalds, caravanas viejas, ositos de peluche, cupones de loterías... La diferencia con el Pop Art es que aquí no hay ni autor genial la mayoría de las obras son anónimas, ni cotización en el mercado artístico, como tampoco hay elogio de la cultura publicitaria.
Antes al contrario. Como lo explica el artista Hervé Di Rosa, co-fundador del MIAM con el coleccionista Bertrand Belluc, lo que hay es una estrategia revolucionaria "modesta", claro está por esa confrontación de las artes populares con el design publicitario y el packaging hiperpresentes en nuestro mundo.
"Los dinosaurios de plástico, los regalos del McDonalds... refuerzan el mercantilismo liberal", reconoce Di Rosa. "Pero hay otro uso posible de todos esos objetos. Tienen influencia en nuestro comportamiento en el Primer Mundo. En cuanto a los países del Sur, lo que hace la gente es apropiarse de esas imágenes, de esos objetos del Occidente capitalista", añade.
"Revalorizamos producciones despreciadas", dice Hervé Di Rosa
Con el MIAM "no rompemos los muros de la prisión. Le damos a la gente los planos de ella. Y a ellos les toca decidir lo que quieren hacer". Palabra de Di Rosa, un artista que, además de impulsar las artes modestas, tiene sus creaciones propias firmadas.
Tupperwares de HaitíElvis Presley, transformado en bote de palomitas gigante con forma de guitarra. Una colección inmensa de latas de energy drinks, que prometen en ciertos casos darte la energía de un toro, pero en otros, darte la del Todopoderoso Jesucristo. Tupperwares con etiquetas que prometen la luna, elaboradas en algún oscuro barrio de Haití donde un joven intentó imitar y mejorar las luces y colores del marketing de Occidente.
En la muestra, Elvis Presley es transformado en bote de palomitas
"Revalorizamos producciones que han sido despreciadas, ponemos en primer plano gente que nunca sobresale... Nos ponemos del lado de los márgenes, las fronteras, las periferias, cruzamos fronteras, atravesamos las culturas. No hablamos en lugar de la gente, sino del patrimonio del hoy, de la historia del hoy", explica Di Rosa.
Criticado a finales de los noventa por defender la comunicabilidad del arte, detestar el elitismo y autodefinirse como popular y hortera, Di Rosa y sus artes modestas pasaron un período en dique seco. Curiosamente en el mismo instante en que se rehabilitaba a Andy Warhol y se ensalzaba a Jeff Koons.
Ahora, "existe una internacional del arte modesto", dice Di Rosa. El artista, tras quince años dando tumbos, se propone "seguirle la pista a esa internacional trabajando con artesanos de Benín, Vietnam, Cuba, México", como para inclinar la balanza del lado oscuro del marketing.
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