Este artículo se publicó hace 14 años.
Alexandre Diego Gary debuta con un libro catártico y de recuerdo a sus padres
Sus padres fueron la actriz norteamericana Jean Seberg y el escritor francés Romain Gary. Ambos se suicidaron con unos meses de diferencia cuando Alexandre Diego Gary contaba con apenas 17 años. Ahora, tres décadas más tarde, debuta con un libro catártico y de recuerdo a sus progenitores.
En una entrevista con Efe, Alexandre Diego Gary explica que "S. o la esperanza de vida", que publica Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, es un relato escrito en apenas mes y medio, que ha fluido "como un torrente" y que le ha supuesto un reencuentro con sí mismo y "una salida de la noche, tanto la de los bares como la de la depresión".
A los 47 años y padre reciente de una niña, el escritor, que reside entre París y Barcelona, donde regenta un café-librería en el barrio del Raval y donde hace poco ha adquirido un piso en el Eixample, comenta que a pesar de que el libro fue "como un tren cogido en marcha" ha debido poner el freno en algunas ocasiones para "no cruzar la frontera de la impudicia".
Con todo, asevera que ha acabado plasmando sobre el papel "hechos y nombres que jamás imaginé que sería capaz", como el mismo de su madre, una Juana de Arco de cine que dice tampoco puede ver como la protagonista de "À bout de souffle" (Al final de la escapada). "Cuando pasan por televisión esta película, cambio de cadena", apostilla.
Marcado por el divorcio de sus progenitores, señala Gary que su infancia la pasó con "familias de sustitución" y con una niñera española llamada Eugenia que le enseñó a chapurrear el castellano.
"No sé qué diría un psicoanalista -prosigue- pero creo que estaba enamorado de mi madre, por su gentileza y por su manera de ser, aunque sufrí sus ausencias, puesto que viajaba por todo el mundo para rodar películas y nunca la veía. Era como una estrella fugaz", remata.
De su padre, dos veces Premio Goncourt, rememora que también estuvo ausente hasta que él cumplió catorce años. "A partir de ese momento y hasta que murió comíamos y cenábamos juntos, con momentos emocionantes y de complicidad, hablándome incluso de su vida amorosa o dándome consejos sobre sexualidad, algo a lo que le prestaba mucha importancia", precisa.
De pequeño, en cambio, lo único que recuerda es que su padre lo requería, en su piso de la calle del Faubourg Saint-Germain de París, "para que saludara a los invitados de sus cenas mundanas, unos actos que me sacaban de quicio".
Estudiante en la Sorbona, donde se especializó en Flaubert y Kundera, Gary, que escribe textos desde los catorce años y que no esconde que en un cajón tiene tres novelas sin publicar, porque no está muy satisfecho con ellas, considera que: "todos tenemos una carga en el alma y el deber, por cariño, de mantener vivos en nuestro interior a nuestros muertos".
En cuanto a su "esperanza de vida" subraya que llegó gracias al amor que surgió con una mujer, que en la novela denomina Aube. "Ella y un reducido grupo de amigos fueron los que me salvaron", sostiene.
Preguntado sobre el hecho de que escogiera Barcelona para residir, cuenta que su madre poco antes de fallecer "tenía el sueño de abrir un restaurante-galería en la ciudad, donde tenía muchas amistades como el cineasta Ricardo Franco, con quien mantuvo un romance".
Alexandre Diego Gary, que tiene la ambición de escribir otro libro que nada tenga que ver con sus padres, también se ha impuesto como objetivo de vida ofrecerle a su hija -cuenta siete meses- todo lo contrario de lo que le dieron sus progenitores. "A ella quiero darle presencia, cariño y estabilidad", concluye.
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