La Victoria franquista ha desaparecido de las calles de Barcelona. Y también la segunda (con minúsculas) República. De hecho, una y otra son lo mismo, o casi el mismo. La Victoria franquista es la estatua que estaba situada al pie del obelisco de paseo de Gràcia-Diagonal que fue retirada el domingo 30 de enero. Pero también es la obra que quedó en segundo lugar cuando se convocó el concurso para decidir cómo debía ser la estatua dedicada a la República. Su destino ya está decidido: será restaurada y se incorporará al Museo de Historia de Barcelona.
La Victoria era el último gran monumento franquista que quedaba en las calles de Barcelona y su desaparición responde a la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, que implica la retirada de todos los símbolos franquistas en Cataluña. Se cierra así una peripecia que comenzó el 26 de enero de 1939, cuando las tropas franquistas entraron por una Diagonal que meses antes había visto marchar a las brigadas internacionales. En ese momento quedaba condenada la estatua dedicada a la República que coronaba el obelisco, obra de Josep Viladomat.
El gorro frigio que lucía la escultura era un símbolo demasiado evidente de a quién estaba dedicada. La República permaneció tapada con una gran bandera de España durante algunos meses, hasta diciembre de 1939, cuando fue desmontada. El medallón con el rostro del presidente de la Primera República, Francesc Pi y Margall, obra del escultor Joan Pié, corrió la misma suerte.
La figura que se inauguró en 1940 había sido creada para homenajear a la República
De hecho, se creía que la escultura había sido destruida, igual que el resto de figuras que habían sido retiradas de las calles: monumento al doctor Robert, esculturas de Rafael de Casanova, Francesc Layret, Pau Claris Así fue hasta enero de 1975, cuando el alcalde Enric Massó abrió a la prensa un destartalado almacén municipal de la calle Wellington con la intención de mostrar las figuras del monumento al doctor Robert. Ese era el motivo de la visita, pero al acabar, el periodista Josep Maria Huertas y el fotógrafo Pepe Encinas se quedaron a curiosear y encontraron una segunda estancia, casi oculta y de difícil acceso, donde descubrieron sorprendidos la República de Viladomat: de cara a la pared, pero intacta.
Las autoridades franquistas decidieron aprovechar el obelisco de la Diagonal pero transformando completamente el significado. De modo que propusieron al escultor Frederic Marès esculpir una obra alegórica a la victoria franquista. Marès les ofreció la escultura que había quedado en segundo lugar en el concurso de ideas para escoger la estatua de la República. En un juego de palabras sería, por tanto, la 'segunda' República. La escultura de Marès representaba a una mujer con el torso desnudo, lo que, al fin, se convertiría en una cuestión determinante para su futuro.
Hasta ahora se creía que esta estatua había sido puesta al pie del obelisco y retirada inmediatamente antes de ser inaugurada, a instancias de alguna autoridad escandalizada por la visión de los pechos desnudos. Pero una fotografía incluida en el libro editado por el Memorial Democrático sobre los monumentos franquistas aclara ahora las dudas: la foto muestra la inauguración del monumento el 26 de enero de 1940, en el aniversario de la entrada de las tropas franquistas. Y en la imagen se aprecian claramente, junto a la multitud de brazos en alto con el saludo fascista, los pechos desnudos de la Victoria.
Los pechos desnudos causaron escándalo y el escultor tuvo que colocarle una túnica
La portada de La Vanguardia del día 27 confirma este acto de pleitesía ante el busto desnudo de la segunda República. Hay alguna ligera diferencia con la estatua que finalmente se colocó, porque no lleva en la mano izquierda una pequeña figurita y da la impresión de que podría estar hecha de un material diferente al bronce. En cualquier caso, Marès se vio obligado a vestir la figura con una especie de túnica para ocultar los pechos: esta versión final es la que ha figurado hasta ahora al pie del obelisco.Marès explicó al periodista Lluís Permanyer que cuando recibió el encargo de homenajear a la Victoria ofreció la escultura que había preparado en 1932 para el concurso de la República, pero el obispo encontró indecente aquella desnudez. El escultor afirmaba que aceptó el encargo con la condición de que fuera el homenaje a todos los caídos, aunque el propio periodista pone en duda que alguien estuviera en situación de imponer condiciones a los vencedores de la guerra. También explicó Marès que le habían ofrecido el bronce procedente de la escultura de Viladomat pero que lo rechazó.
En lo alto del obelisco, donde antes estaba la República, se colocó un águila imperial, pero la perspectiva y su tamaño llevó a popularizarla como 'el loro'. A los pies de la estatua, el medallón de Pié fue sustituido por el escudo franquista y una leyenda: 'A los heroicos soldados de España que la liberaron de la tiranía rojo-separatista. La ciudad agradecida '. El loro duró poco, pero la dedicatoria se mantuvo hasta 1979. El monumento fue objeto de algunos atentados que no causaron muchos daños y en la transición se convirtió en objeto de deseo -o de las iras- de diversos grupos. Así, en 1978 apareció pintado con cruces gamadas, y en otra ocasión se le colocó la máscara que se convirtió en símbolo de la libertad de expresión a raíz de la persecución contra el grupo de teatro Els Joglars por su obra 'La torna'.
Hubo intentos de arrancar el escudo franquista y en uno de ellos quedó deteriorado, lo que se aprovechó para sustituirlo por el medallón de la monarquía. El primer ayuntamiento democrático, presidido por Narcís Serra, rebautizó la plaza con el nombre de Juan Carlos I justo después del 23-F de 1981, pero es un nombre apenas virtual: nadie vive en la Plaza Juan Carlos I, nunca una carta llegará a este destino, nadie tributará por vivir en él. Los edificios que rodean el monolito pertenecen a la Diagonal o al paseo de Gràcia. Es una plaza que no es necesario mencionar.
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