Este artículo se publicó hace 15 años.
228 historias personales que el Airbus sumergió en el océano
Laetitia Alazard, 23 años, empleada de la empresa CGED
Como otros tantos empleados de la empresa de material eléctrico CGED de Montauban, en el sur de Francia, había esperado ser recompensada este año por la compañía con el tan ansiado viaje a Brasil. No lo fue, pero se inscribió en la lista de espera, y finalmente logró colarse en el vuelo. En su página Facebook sigue escrita su última frase: ¡Viva Brazil!
Ronald Dreyer, 59 años, funcionario suizo
Había trabajado para la ONU en las regiones más inestables del mundo. Lideró misiones de paz en Angola, Mozambique y El Salvador y fue director regional de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en Kosovo. No le extrañaba que le preguntaran por qué optaba por arriesgar así su vida. Escribió una respuesta elocuente: "Trabajar por la paz internacional compensa el supuesto lujo del que disfrutaríamos si nos quedásemos todos en la segura Suiza".
Marie-Noëlle Linguet, esposa de una víctima
Desde hace lustros, acostumbraba a acompañar a su marido en los viajes-regalo de la empresa de material eléctrico CGED, y así viajó a Nueva York, Venecia e Irlanda. Este año optó por no ir. Hoy llora a su esposo, que le había enviado un mensaje desde Brasil hablando de la belleza de las playas.
Sílvio Barbato, 50 años, músico
Solía bromear con que se perdería entre las olas de la playa carioca de Leblon antes de envejecer. Viajaba desde Río hacia Ucrania, vía París, para mostrar su ópera más reciente. Pero desapareció en medio del Atlántico. Su novia, la violinista Antonella Pareschi, lo describe como una persona divertida, soñadora y siempre positiva. "No consigo aceptarlo", admite. "A veces creo que sería mejor que el cuerpo no aparezca nunca, porque entonces jamás tendré certeza absoluta de que está muerto".
Ermenonville. Pueblo de 900 habitantes
Se le conoce como el "Village Air France", porque numerosos pilotos, azafatas y personal aeroportuario viven en esta bucólica localidad situada lo suficientemente cerca del gran aeropuerto parisino, el de Roissy-Charles-de-Gaulle, pero en el buen eje, esto es en el campo, lejos de los embotellamientos y lejos del pasillo aéreo. La tragedia deja a los 900 habitantes del pueblo sin dos de sus ediles, dos azafatas, y sin su primera teniente de alcalde, jefe de cabina principal especializada en los Airbus que el lunes desapareció en el Atlántico.
Christine Badre Schnabl, matrimonio sueco-brasileño
Por temor a los desastres aéreos, la sueca Christine Badre Schnabl y su marido embarcaban siempre en vuelos diferentes. El domingo, al subirse al avión que de Río de Janeiro los llevaría a Suecia, no fue la excepción. El marido tomó un vuelo más temprano junto con su hija de tres años. Christine, acompañada del hijo mayor, Philipe, de cinco años, se embarcó el vuelo 447 que desaparecía horas después.
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