'Señorías, me alegra mucho volver a verles. Creo que sería exagerado decir que les he echado de menos, pero en todo caso celebro verles y con buena cara. Por supuesto es una obligación para mí venir al Parlamento habiendo sido llamada, pero también quiero decirles que es una satisfacción estar aquí nuevamente con ustedes'.
Era la vuelta de Elena Salgado al Congreso después de su abandono de la política. El regreso de la ministra comodín de José Luis Rodríguez Zapatero y en quien confió, desde 2009 hasta 2011, las riendas de Economía y Hacienda. Y este jueves debía dar cuentas en la Cámara baja como tal, como exvicepresidenta económica, para dar cuenta de las medidas que emprendió el Ejecutivo socialista para sanear el sistema financiero. Ella era la encargada de cerrar una intensa jornada que comenzó con las comparecencias, por la mañana, del excopresidente de Novacaixagalicia Julio Fernández Gayoso y del expresidente de BFA-Bankia, Rodrigo Rato, y ya por la tarde, de Narcís Serra, expresidente de Caixa Catalunya.
Las consecuencias de la política de Rajoy, apunta, 'están a la vista de todos'
La exvicepresidenta hilvanó el retrato de lo hecho estrictamente en la pasada legislatura, sin entrar a juzgar lo desarrollado por el actual Gabinete de Mariano Rajoy – 'Las decisiones que ha tomado el Gobierno a partir de mi salida del ministerio son decisiones legítimas, y por tanto creo que no me corresponde valorarlas. Las consecuencias de esas decisiones están a la vista de todos, y por tanto el tiempo va poniendo las cosas en su sitio'–. Pese a la prudencia con la que quiso revestir sus explicaciones en la Cámara, sí quiso rebatir de plano dos acusaciones que son moneda corriente en el PP. La primera, la idea de que el Ejecutivo de Zapatero actuó a destiempo y mal cuando el edificio del sistema financiero estaba desmoronándose. Y dos, el manido argumento de la herencia recibida, en especial lo que concierne al desbocamiento del déficit en 2011. La transformación progresiva, y no de golpe, de las cajas de ahorros en bancos fue una opción defendida desde su ministerio, sostuvo, pero también compartida por los conservadores, que incluso le pidieron un 'gradualismo en la sustitución de los consejeros [políticos] de las cajas de ahorros'. 'Y nos pareció razonable hacerlo', remarcó.
El Ejecutivo de Zapatero pensaba que Madrid sí cumpliría y podría enjugar el desfase
Replicó al segundo ataque trillado por el PP con artillería pesada. Tanto que el portavoz conservador, Fernando López-Amor, se quedó noqueado. Fuera de combate a la primera de cambio. Salgado desveló una conversación con Rajoy, 'por encargo' de Zapatero, 'muy pocos días antes de su investidura' como presidente. Y en esa charla ya le advirtió de que podría no cumplirse el objetivo de déficit del 6% comprometido con Bruselas –como también lo había prevenido públicamente, en una rueda de prensa después de las últimas elecciones generales y con el Gobierno ya en funciones–, pero que no contaba con información suficiente. De hecho, no le dio cifras. 'Depende de cómo hagan el cierre del año, de la forma en que ahora el PP, que gobierna en la mayoría de comunidades autonómas, dé instrucciones para este último momento del año –le dijo–. Del déficit de las CCAA debe usted saber más que yo, puesto que se ha reunido con aquellas donde su partido gobierna, y entiendo que de esto habrán hablado'.
El Ejecutivo socialista sí confiaba, no obstante, en que el Gobierno de Esperanza Aguirre pudiera 'absorber' las diferencias y enjugar parte del descuadre de las cuentas públicas. Y lo pensaba así porque Madrid no había pedido flexibilidad, como la mayoría de las comunidades autonómas, 'y cuando alguien no utiliza voluntariamente ese margen, es que tiene la expectativa de llegar al 0,75%' de déficit. 'La realidad demostró que no era así'. El Estado se desvió de sus objetivos por el aumento del volumen de las prestaciones por desempleo y el cambio en la fórmula de cálculo, pero más aún las autonomías. Tanto que sobre la comunicación oficial de febrero, cuando se calibró que el desfase era del 8,51%, hubo una enmienda posterior en mayo por la revisión al alza del desequilibrio que hicieron, entre otras, Madrid, País Valencià y Castilla y León (todas del PP), y que hizo elevar la cifra al 8,9%. 'Hubo esa desviación y es un problema que entre todos debemos corregir', apostilló, sin meterse en si las recetas de Rajoy son las adecuadas o no.
El nivel de déficit dejado por Zapatero ha formado parte del paisaje habitual de los argumentarios del PP. Hasta el punto de que el actual Ejecutivo dijo desconocer la cifra del desequilibrio cuando llegó a la Moncloa. Hasta el punto de que culpa de todos los males, y todos los recortes, a la herencia dejada por el PSOE en forma de monumental agujero en las cuentas públicas sin preaviso del equipo saliente.
Salgado, antes, se empleó en defender la gestión de Zapatero con la reestructuración financiera. Comenzó su relato con los albores de la crisis, cuando tras la quiebra de Lehman Brothers se comprobó que el sistema financiero español 'resistió razonablemente bien la primera oleada' de la recesión, puesto que el régimen de regulación y supervisión eran más 'prudente' que en otros países. Sin embargo, en cuanto aparecieron las 'dudas' entre los ciudadanos, se empezaron a tomar medidas: multiplicación de la cobertura de los depósitos, compra de activos y avales, puesta en marcha del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), bancarización de las cajas e introducción de una 'mayor profesionalización', alejándolas de 'interferencias políticas'. La exministra señaló como prueba de cargo de que las cosas se hicieron bien los test de estrés coordinados desde Europa y que la banca española, a grandes rasgos, superó.
'Tuvimos en cuenta el coste mínimo para el contribuyente', defiende
En cualquier caso, toda la reestructuración del sistema, remarcó, se hizo respetando 'al pie de la letra' una proposición no de ley aprobada por el Congreso el 17 de marzo de 2009, y por 'amplísima mayoría'. En ella, se conminaba a agotar las soluciones privadas, a no sostener entidades no viables, a perseguir la responsabilidad de los gestores y a recapitalizar a aquellos bancos cuando fuera necesario y arrojando 'transparencia' a todo el proceso'. 'En el desarrollo de esa estrategia, el Gobierno quiso contar con todos, con los grupos y con el Banco de España –enfatizó, criticando implícitamente el aislacionismo del actual Ejecutivo–. Recordarán mis llamadas cada vez que el Gobierno deseaba impulsar una nueva norma, a los grupos grandes y a los grupos pequeños'. Todos los grupos reconocieron esos contactos. Incluido el PP, que le agradeció su 'devoción y profesionalidad'. 'Gracias a eso y al apoyo del principal partido de la oposición –reconoció la exministra–, pudimos convalidar los cuatro decretos durante mi etapa'. En las conversaciones con ella participaron quienes hoy están en el Gabinete con Rajoy: los ministros Cristóbal Montoro y Fátima Báñez y el director de la Oficina Económica de la Moncloa, Álvaro Nadal.
La exvicepresidenta negó, por tanto, que se actuara con nula agilidad. Se hizo, insistió, conforme al contexto: 'La historia, evidentemente, no ha terminado, pero no me corresponde hacer valoraciones. Cuando se gobierna, se toman decisiones con los datos disponibles en cada momento. Con los datos disponibles en ese momento, tomamos las decisiones que nos correspondía tomar, teniendo en cuenta el coste mínimo para el contribuyente, evitando resoluciones desordenadas de las entidades de crédito, evitando que pudiera producirse contagio, pérdida de confianza y restricciones adicionales de crédito'.
Ya en el turno de respuesta a los grupos, la exvicepresidenta entró a explicar no tanto qué se hizo desde el Gobierno, sino por qué no se tomaron ciertas medidas. Por ejemplo, la creación de un banco malo que sirviese de contenedor de todos los activos tóxicos, idea del agrado de CiU, como recordó su portavoz, Josep Sánchez Llibre. Salgado recordó que no hay que acudir a los casos de Estados Unidos o del Reino Unido, porque ambos países disponen de un banco central con un comportamiento muy distinto a la ortodoxia mostrada por el BCE. Hay que comparar con Irlanda, dijo, porque es un país dentro de la zona euro y que también tenía un sector inmobiliario 'desproporcionado'. Dublín inyectó una cantidad muy importante de fondos en sus bancos 'y sufrió un rescate en diciembre de 2010'. 'Mientras fui ministra, evitar que España tuviera que ser rescatada era una cuestión prioritaria', remarcó, diciendo implícitamente que dar vida a un banco malo, justo lo que ahora tendrá que hacer el Ejecutivo para cumplir con Bruselas, habría acrecentado la posibilidad de una intervención total. Nuevo rejonazo, aunque sin alharacas, a Rajoy.
'Nos pareció adecuada la solución gradual, que nos permitía consenso'
El Gobierno de Zapatero optó por una reforma progresiva del sector, no tan 'de choque' como habría sido la alternativa del banco malo: 'Nos pareció adecuada la solución gradual de los problemas, que nos permitía además consenso. El PSOE no tenía mayoría absoluta. Estábamos deseosos, pero también obligados a buscar consensos. Pensar que la historia podía ser distinta es fácilmente pensable, pero no puedo decirle, porque no lo creo, que si se hubiera hecho de la otra manera estaríamos en una mejor situación. No lo creía entonces, y no lo creo ahora'. La vía lenta, con todo, ha permitido pasar de las 45 cajas de antes de la crisis a las 12 actuales. Y posibilitó que esa 'sustitución' de consejeros políticos fuera asimismo paulatina, como demandó el PP.
Salgado temía que crear un 'banco malo' provocase la intervención total
En esa 'gradualidad' de la profunda cirugía de la banca se enmarcaron las llamadas fusiones frías (los SIP, sistemas institucionales de protección) , un paso intermedio que Economía y Hacienda concibió como 'fundamental', básicamente porque quienes tenían que autorizar las uniones de cajas de ahorros no era el Gobierno central, sino las comunidades autónomas. La semana pasada, el actual gobernador del Banco de España, Luis María Linde, criticó la puesta en marcha de esos SIP porque 'contribuyó más bien a retrasar decisiones y ajustes'.
Salgado, no obstante, se refirió a algunas de esas fusiones a requerimiento de los grupos, bajo la máxima de que acerca de ellas 'el ministerio nunca dijo nada', porque no era su labor. De la de Caja Madrid y Bancaja, que según el relato de Rodrigo Rato esta mañana, fue sugerida o forzada por el gobernador, el ministerio sólo tuvo conocimiento cuando se la comunicó el Banco de España. El Ejecutivo socialista recurrió la fusión de las cajas gallegas Caixanova y Caixa Galicia, que resultó un fiasco, y mostró su desacuerdo. En la foto de la confluencia de ambas, dijo, 'no salió nadie' de Economía, haciendo ver que quien la auspició fue el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. De la abortada operación entre Bankia y La Caixa, dijo haber manejado 'muy poca información' y sólo 'comentarios preliminares', porque le pilló muy al final de su mandato. ¿Debería volverse a un sistema de cajas públicas? La exvicepresidenta entiende que no, que no procede dar marcha atrás a lo hecho, aunque sí debería preservarse la obra social.
'Creen en Keynes, y Keynes ha muerto', dice el portavoz de los conservadores
López-Amor, el portavoz del PP en la sesión de tarde, recriminó a Salgado que tirara del gasto público erróneamente pensando que ello reanimaría la economía –'Creen en Keynes, y Keynes ha muerto. La UE ha certificado su muerte', despreció, resuelto– y que no diera 'una puntada' para resolver el deterioro del sector financiero español. Si la hubieran juzgado en la UE, intentó provocar, casi faltón, 'le habrían suspedido'.
'No lo hizo mientras estaba en el cargo. No creo que la UE me hubiera suspendido', le contestó triunfal. La exvicepresidenta le refutó los argumentos sobre el déficit excesivo y culpó de los problemas de la banca al peso enorme del sector inmobiliario residencial (representaba un 8,5% del PIB, frente al 4% de la media europea). Sobre el controvertido papel del exgobernador Miguel Ángel Fernández Ordóñez (disparadero de las invectivas del PP), salió a arroparlo: 'Cuando tomó posesión, no hizo ningún cambio de personas. Todas las personas q desarrollaban las distintas funciones siguieron en su puestos. Y nunca se tomó ninguna decisión que no hubiera sido aprobada por la comisión ejecutiva del Banco de España, por lo que cumplió su función de supervisión'.
Concluyó Salgado y concluyó una larga jornada de la Comisión de Economía que había comenzado a las diez. Eran las 20.53 horas. Y por allí, por el Congreso, según la narración cosida por los comparecientes, no había acudido ningún culpable de la debacle financiera. Porque nadie (ni Gayoso, ni Rato, ni Serra, como tampoco lo hicieron el martes Fernández Ordóñez y el exsecretario de Estado José Manuel Campa) quiso alzar el dedo y asumir responsabilidades.
A la salida de la Comisión de Economía, los periodistas preguntaron a la exvicepresidenta del Gobierno si descataba la posibilidad del rescate total de España. Elena Salgado, prudente, señaló que espera que 'se hagan las cosas bien por parte de todos'.
En cuanto a la intervención del Banco Central Europeo (BCE), a quien el Gobierno de Mariano Rajoy se aferra como potente tabla de salvación –y que hoy prometio hacer lo que esté en su mano para proteger al euro–, la exministra reconoció que en el pasado las intervenciones del regulador ayudaron a España 'y deberán seguir ayudándonos en el futuro'.
Fuera de la comisión, Salgado tampoco quiso comentar las medidas del Gobierno y prefirió, de nuevo, defender las que hizo Zapatero: 'Todos lo hicimos lo mejor que supimos y el tiempo va poniendo las cosas en su sitio'.
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